sábado, mayo 10, 2014

CONTIGO APRENDÍ


Ser madre es la experiencia más fuerte, más importante, más profunda que puede vivirse. Cuando se experimenta con alegría y con amor, nada puede compararse con ella. Pienso que, al contrario, llegar a ser madre sin desearlo o debido a un acto de violencia o maldad, provocará sentimientos profundos pero oscuros, probablemente negativos, que mi mente y alma no pueden comprender pero sí imaginar.
Tuve una madre que, siempre lo dijo, deseó ardientemente serlo. Desde el primer momento -en el medio del amor apasionado y delirante que mi padre y ella sintieron el uno por el otro cuando decidieron huir para casarse- su instinto maternal prevaleció y triunfó sobre circunstancias adversas que, después de una serie de procedimientos médicos, le permitieron engendrar. Ella relataba con orgullo que habría tenido ocho hijos, de los cuales solo nacimos y sobrevivimos cuatro, todas mujeres.
Esa circunstancia, la de compartir el género, fue valiosa y muy importante pues representó poder criarnos y lograr que fuésemos, en alguna medida, las mujeres que ella soñaba formar, una extensión de las enseñanzas de su abuela y su madre.
En un hogar con cuatro niñas, las cosas son diferentes. Éramos bulliciosas, conversadoras, muy diferentes unas de otras, pero todas girando alrededor de mamá, queriendo imitar su belleza, su dulzura y su dominio en las diferentes actividades de la casa.
Mientras llegábamos y atravesábamos por la adolescencia, ella se empeñó en que, además de lo que aprendíamos en el colegio, debíamos aprender todos los oficios y tareas de la casa ¡y sin chistar!
Cuando por alguna razón le hacíamos perder la paciencia, nos regañaba con mucho amor. Jamás la vi tratar mal a nadie que llegara a nuestra casa, así se tratara de empleados, amigos, parientes, vendedores... Su sonrisa dulce y sus modales siempre fueron su tarjeta de presentación y repetía que, tal y como su padre le enseñara a ella, "la educación frena los actos".
Era una madre dedicada y amorosa y una esposa entregada. Cuando las circunstancias lo precisaron, sus manos confeccionaron vestidos y uniformes para todas; su ánimo no se arrugó ante las exigencias o las limitaciones económicas.
Cuando crecimos y nos hicimos mujeres, fue para ella difícil soltar amarras y dejarnos navegar a solas. Sin embargo, siempre estuvo pendiente, presta y dispuesta a acudir si así lo requeríamos y fueron muchas las ocasiones en que su amor de madre superó el miedo y el peligro, para defender la vida de sus hijas.
Siempre ayudó a propios y extraños. Con frecuencia la visitaban personas que llegaban a agradecer su mano amiga y fueron muchos los niños a los que de alguna manera amparó o socorrió.
De ella aprendí que los besos no son suficientes nunca; que con la mirada se debe transmitir amor; que las manos también sirven para acariciar; que nuestros brazos pueden sostener en momentos de peligro, pero también pueden dar calor. Aprendí a pedir perdón y también a perdonar, que no es cosa fácil.
Mi madre se sentía orgullosa de nosotras, como todas las madres nos sentimos orgullosas de nuestros hijos. Sin embargo, yo me siento profundamente agradecida con la vida por haberla tenido a ella como espejo, como luz y guía, como fuente inagotable de amor, como compañía en sus últimos años de vida, pues en esa etapa aprendí también a enfrentar el paso de los años y entrar en la recta final con dignidad y gallardía, a envejecer con elegancia y asumir con madurez los cambios que el tiempo provoca en mí.
Contigo aprendí, Madre, a amar la vida y a vivirla con alegría, que no importará si el día esté gris, siempre encontraremos una melodía que nos llenará de luz el alma y nos hará bailar.
Y lo más importante, la esencia absoluta de tu vida: que nada se compara con tu amor de madre.

domingo, abril 06, 2008

ELLA NO


A pesar de lo que puedan pensar o creer, soy feminista pero no fanática. Creo firmemente que el sexo no determina las diferencias en cuanto a remuneración, oportunidades de estudio, de trabajo, de progreso. Creo que tanto hombres como mujeres tenemos inteligencia y que el nivel de ésta no es determinado por el género de cada quien, sino por otros componentes que están lejos de tener que ver con los órganos reproductores.

Desde que empecé a trabajar a los diecisiete años, hace ya algunos lustros, me he desempeñado en trabajos que hemos desarrollado tanto hombres como mujeres, pero... claro, el pero es que a ellos siempre les pagaron más que a nosotras, a pesar de que en algunos casos los resultados eran abismales a favor... y no de ellos. La filosofía de la que hacían gala los ingleses con los que trabajé en los 70's nos exigía no usar pantalones y las camisas de los muchachos sólo podían ser blancas o celestes. Sin embargo, esa época de prohibiciones y terribles diferencias que fomentaron los ideales de la época sesentera, también adheridos al deseo de vivir haciendo uso de la libertad que los variopintos "gobiernos" dictatoriales que tuvimos en el país nos negaban, se fue transformando.

Con el tiempo, el aprendizaje, la capacitación y los cambios mundiales, también llegó el momento de ver por el bienestar -ya "en democracia"- hacia dentro de mi vida. Trabajé en empresas de las que hoy no recuerdo el nombre o me he obligado a olvidar el del "gerente" (como en el caso del que pretendía que yo "atendiera" a los visitantes de su empresa distribuidora de radios de comunicación y otros tantos artículos en la misma rama, pero que en realidad era la fachada de un vendedor de armas muy bien conectado con los gobiernos de ese entonces). Con los años, trabajé en una empresa en la que pude desarrollarme profesionalmente, con un gran campo para aprender, aunque las inconsistencias para sustentar las diferencias en retribuciones por género, continuaban.

En otras latitudes, creo, las mujeres han sabido luchar por su espacio, por tomar las oportunidades y mantener sus derechos. Han llegado alto, altísimo, tanto, que las hay "dirigiendo destinos" en sus países (alguna digiriendo, más que dirigiendo); hay otras que han dejado la vida en el intento. Y una más que está peleando duramente por llegar a ser presidenta.

Pero, sinceramente, por ella no votaría yo. Una acción suya me golpeó fuertemente hace ya muchos años, cuando su marido era quien ostentaba poder y fuerza. Tengo muy presente su actitud cuando el problema de la infidelidad descubierta llenó de escándalo y vergüenza las páginas de todos los diarios del mundo occidental. Siempre me pregunté qué habría hecho yo estando en su lugar, siendo la compañera del mandatario más importante del planeta. Y la verdad, creo que habría hecho casi lo mismo. Y en el casi está la diferencia.

Los norteamericanos tienen una manera muy especial de calificar la honestidad de sus gobernantes. Hacen públicas sus hojas de vida, todo el mundo las revisa, las analiza, las critica. Y si ésta está blanca como la nieve, se convierte en un líder. Hasta acá, todo va bien. Con millones de pares de ojos que los siguen a todos lados, los líderes son muy cuidadosos de los pasos que dan. A sus conciudadanos no les preocupará demasiado si son deshonestos en las finanzas, si no tienen ética, si la vida de los seres humanos no tiene valor a sus ojos. Pero que no los vayan a agarrar en un escándalo sexual, ¡porque allí se termina todo!

Lo que no he logrado descubrir es qué es lo que realmente les molesta. Porque de todas las historias de esa índole que hemos conocido, siempre la esposa ha aparecido a su lado, mancillada en su orgullo, herida en su dignidad, destrozada en su ser. Se supone la persona más amada por cada hombre "cachado en pecado", su compañera de vida, madre de sus hijos y bla, bla, bla. A nadie parece importarle lo que ellas han sufrido, la vergüenza que pueden haber sentido ante sus vecinos, familiares, amigos. No importa REALMENTE lo que sucede adentro de cada una de ellas, lo único que importa es demostrarle al mundo que las mujeres siempre están dispuestas a perdonar, para que sus hombres puedan levantar la mirada lavada con el perdón. Y continuar en sus roles.

Me pregunto: ¿qué pasaría si la dama en cuestión llega a la presidencia de su país y, haciendo uso de su igualdad, tiene un affaire que se descubre y provoca el mismo escándalo que el de su marido? No lo dudo: al día siguiente, estaría dimitiendo... obligada, claro está. Como pienso que fue obligada a mantener su postura "digna" cuando el asunto Lewinski. ¿Por qué no se elevó por encima de sus pies, con toda su estatura de dama y terminó con esa payasada? ¿Qué ejemplo de dignidad y autodeterminación puede darle a sus conciudadanos? ¿Cómo podrá exigir la verdad en su periodo presidencial, si no ha sido su emblema? ¿Pretenderá que las norteamericanas la imiten viviendo una mentira en sus vidas de pareja como ella la vivió? ¿Qué ejemplo de vida pretende que sigan? Los norteamericanos, dueños de la verdad, ejemplo de vida -todo eso, claro, según ellos-, país de justicia y libertad, ¿elegirán a Hillary?

No, no. Creo que, esta vez, a ella no.

sábado, marzo 29, 2008

NUEVAMENTE, CERRANDO CÍRCULOS


Alguna vez he comentado lo que me gusta el texto de Paulo Coelho, Cerrando Círculos. Una verdad de vida tan impresionante, que apabulla y al mismo tiempo es como si descorrieran las cortinas y entraran raudales de luz y comprensión.
En nuestro afán de ser permanentes, de mantener nuestra hegemonía y no perder vigencia, nos aferramos con uñas y dientes a cosas, personas, circunstancias, tiempos... Sin darnos cuenta que hagamos lo que hagamos, el cambio nos llevará por delante si no nos convertimos en dúctiles juncos para movernos con el viento que sopla. Después de que mi hermana y sus hijos vinieron de visita, quedó un tremendo vacío. Claro, los días que transcurrieron entre los dos momentos más importantes, su arribo y su partida, se fueron como agua entre los dedos. Las visitas, las llamadas, las salidas, los viajes planeados, las comidas compartidas, los recuerdos, las noticias, las sorpresas, los descubrimientos, las tristezas, las alegrías, finalmente la vida, nos dejó un cargamento de sentimientos que habríamos querido mantener apareciendo ante nuestros ojos, tocando nuestras pieles, sonando en nuestros oídos sin parar. Pero había que cerrar círculos, había que cerrar puertas para abrir otras y el momento de separarnos llegó. No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Y allá fueron ellos, hacia sus vidas de siempre, dejándonos acá con las nuestras. Sin embargo, estoy segura, algo cambió en todos, dentro de nuestras mentes y corazones. Las experiencias compartidas no pasan en vano. Y es que la misma vida nos va preparando para los cambios definitivos, los que aunque no queramos habrán de presentarse. Los años que transcurren y se llevan la lozanía de nuestras pieles, la brillantez de nuestros cabellos, la firmeza de nuestras carnes. Y vamos quedando, sin siquiera darnos cuenta, como una deformación de nuestros veinte años, vistos claro, sólo por fuera. Porque la vida bulle dentro de nosotros, en nuestras mentes y espíritus, siempre ávidos de conocimientos y "momentos". Los años se acumulan en nuestras arrugas, pesan en nuestras espaldas, enredan nuestros pies y vuelven torpes a nuestras manos, pero lo interior, lo intangible, cada día brilla más. De esa manera, vemos que los que amamos van llegando a su tiempo, que se confunden a veces, vuelven sobre sus pasos de niños y se apagan paulatinamente, muy a pesar nuestro. Las voces otrora fuertes y claras, que supieron susurrar frases tiernas y suaves si era necesario, que nos cantaron dulces canciones infantiles o leyeron para nosotros increíbles y fantásticas historias, ahora dependen de nuestra lengua para hacerse entender, de nuestros oídos para ser entendidos, de nuestra mano para sentir apoyo. Y se van yendo, decía, muy a pesar nuestro. El círculo de la vida que se cierra, irremisiblemente... Sin embargo, en otro círculo precioso, la vida que inicia, que mueve voluntades, el horizonte nuevo y compartido, las puertas que guardan sueños y anhelos, se abren y el amor se entroniza para formar nueva vida. Y así, hasta que transcurra y cierre nuevamente su ciclo. Y en el medio, nosotros, viendo que se nos van los que nos sustentaron, viendo que se inicia otras alegrías y que, probablemente, veamos a nuestros frutos dar, así mismo, más frutos para concretar y culminar nuestro propio círculo. Que ojalá nos sea permitido llegar a nuestro fin viendo felicidad y amor a nuestro lado, de la misma manera en que nosotros debiéramos prodigarlo a los que nos anteceden. Porque nada que no hayamos dado nos será dado.

sábado, marzo 08, 2008

EL DÍA DE LA MUJER


Ser mujer es maravilloso. Basta verse al espejo para darse cuenta que la vida nos ha sonreído, dándonos muchas cosas lindas para alegrarnos los días.

La suavidad de la piel, el brillo del cabello, la sonrisa tierna al mirar el rostro amado, el torso pleno en la sensualidad o para dar cobijo al hijo que crece dentro; la espalda fuerte y las piernas firmes, para soportar el peso de tantas cosas que hay que echarse a cuestas durante nuestra existencia.

Y el descubrimiento del poder, esa maravillosa facultad para hacer que sucedan "cosas" o para ejercer el liderazgo de nuestro grupo de vida. Cómo no sentirnos felices si, además de tener el poder de hacer que la vida sea posible a través nuestro, también tenemos una infinita capacidad de amar, de escuchar y de comprender. Un sexto sentido que nos ayuda a resolvernos la vida y la de lo más cercanos y la deliciosa dicha del amor, ¡el éxtasis de sentirnos enamoradas y saber que alguien se siente igual de nosotras!

Cual el dios Shiva, con dos pares de brazos y manos, atendemos muchas tareas simultáneamente, así como diferentes roles de nuestra vida: madres, esposas, hijas, amantes, hermanas, profesionales, amigas, vecinas... ¡Y todavía nos queda tiempo para danzar!

Lo más importante es reconocernos como alegría y belleza, aunque nuestras pieles estén ya surcadas por arrugas y nuestros cabellos estén blancos. La risa franca, el beso tierno, la palabra de aliento, la caricia tibia, el oído atento, la mano fuerte, el vientre cálido, los senos plenos, todo lo que a través de nuestra vida vivimos, damos y somos, resumido en nuestra maravillosa condición de mujer.

Si no estamos felices con lo que somos, ¿cómo vamos a dar felicidad a nadie más? Y ¿cómo vamos a enseñar a nuestras hijas a sentirse orgullosas de su femineidad si lejos de sentirlo nosotras mismas, se ven reflejadas en una persona gris, rodeada por una nebulosa, llena de amargura y frustraciones?

La vida nos pone obstáculos, es verdad. Nos hace tropezar. Nos apaga la luz. Nos quita el sonido. Pero en nuestras manos y bocas está el exigir nuestro lugar sobre la Tierra. Y si alguien o algo nos pone difícil el camino, demostremos que ser mujer tiene su peso y su valor y luchemos por -como aprendimos a decir en mi generación- sentirnos realizadas.

No necesitamos de un día al año para sentirnos felices por ser mujeres. Necesitamos, sí, la vida entera para celebrarlo.

sábado, febrero 02, 2008

LLEGARON...




La ley laboral de cualquier país que se jacte de serlo, contempla un periodo determinado de días de descanso para sus trabajadores. No importa si estos se dedican al trabajo agrícola, administrativo, pedagógico, del hogar o cualquier otro; no importa el género, lo importante es tomarse unos días de descanso, cambiar de ambiente y dejar vagar la mente y descansar al cuerpo para recargar las pilas y retomar las actividades después de ese recreo.

En ocasiones no tenemos planes específicos para salir a disfrutar o, aunque tengamos los deseos de hacerlo, hay "circunstancias" que no nos lo permiten, pero podemos encontrar en nuestra comunidad, la que recorremos diariamente con la prisa rutinaria, lugares y momentos dignos de redescubrir.

En Guatemala, a pesar de los artículos de prensa indicando que estamos viviendo en un estado casi fallido, en donde no podríamos salir ni a la puerta de la calle sin caer abatidos -que por supuesto, no es cierto- encontré muchas cosas por hacer en estas vacaciones que se aproximan y que, quiera o no, me dejarán fuera de la oficina por algunas semanas.

Para empezar, les contaré que esperamos la llegada de mi hermana Sandra, que vive en Toronto desde hace dieciocho años y que nos llena de expectativas; llegará con sus dos hijos para pasar con nosotros unos días llenos de actividad emocional, para hacer recorridos por los recuerdos y reencontrarse con la ciudad que dejó atrás cuando tuvo que emigrar, para reunirlo todo en momentos para atesorar y llevar consigo.

Pensamos viajar a la costa sur para que conozcan Xetulul y Xocomil, dos parques de diversiones impresionantes que pueden ustedes visitar en http://www.irtra.org.gt/. Cuenta con cuatro estilos y conceptos de hotel, a saber: colonial, mediterráneo, boungalows y un cuarto, tematizado, el más novedoso. En los cinco restaurantes encontraremos igual cantidad de opciones gastronómicas y las piscinas y juegos harán que los dos días se pasen volando.

Después iremos más al occidente, a visitar a nuestra familia materna; posteriormente subiremos al altiplano occidental, para quedarnos a visitar el asombroso lago Atitlán, el lugar más mágico y maravilloso que conozco. Les invito a ver algunas imágenes de esta belleza natural en http://www.guate360.com/galeria/categories.php?cat_id=14.

Las calles de la ciudad también nos verán pasar. Iremos a visitar el Palacio Nacional (http://html.rincondelvago.com/palacio-nacional-de-guatemala.html), la Catedral Metropolitana (http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=339852), el Portal del Comercio (http://luisfi61.blogspot.com/2007/04/el-portal-del-comercio.html), Casa Mima con muchas escenas del pasado puestas en pie (http://www.amgicom-guatemala.org/MU-casamima.htm); todo esto formando el rompecabezas del recuerdo, pero también visitaremos los nuevos centros comerciales, modernos y desafiantes en su tamaño y temática, que proporcionan a los jóvenes lugares de reunión y esparcimiento, con sus salas de cine, cafeterías, cafés internet, tiendas de ropa, zapatos, libros, música y muchas otras cosas más. También podrán visitar las pistas de patinaje, asistir a conciertos musicales, carreras de motos, partidos de fútbol o béisbol o, simplemente, relajarse en casa.

De cualquier manera, nada desbancará los gratos ratos familiares compartidos, acompañados de un buen café chapín y unas deliciosas champurradas -panes dulces, tostados y crocantes- cuya receta pueden ver en http://www.enmicasa.com/artman/publish/article_337.shtml. Por supuesto, comerán frijoles volteados con tortillas y queso, sazonados con un buen chirmol de chiltepes, que seguramente serán mejor saboreados si se acompañan con nuestra deliciosa Cerveza Gallo, absoluta y definitivamente, ¡la mejor cerveza del mundo! http://www.cerveceriacentroamericana.com/gallo.html.

Muchas expectativas para pasar hermosos momentos, tanto de los que vuelven a su terruño como de los que aguardamos ansiosos para abrazarlos y hacerlos, otra vez, sentirse en casa. ¡Nada nos detendrá!

sábado, enero 26, 2008

GANAR - GANAR


Fue al final de mi adolescencia, mientras iniciaba mi vida laboral, cuando a través de una conversación con mi padre, decidí pertenecer al sindicato del banco en donde trabajaba. Corrían los años '70 y la situación politíca en mi país no era la mejor, la guerrilla había iniciado sus operaciones en 1963 y el gobierno elegido democráticamente iniciaba sus operaciones militares de esta guerra que todavía no se había declarado abiertamente.
Con el pasar de los años y el incremento de la violencia, los ideales juveniles convertidos en conciencia social me tuvieron trabajando en el sindicalismo bancario de mi país durante diez años, todos ellos llenos de aprendizaje y satisfacciones, aunque al final del camino hayan habido tribulaciones, riesgos y angustias.

Haber trabajado en el sindicalismo (porque a pesar de lo que pensaban muchísimas personas, sí se trabajaba en aquellos días) fue una hermosa experiencia. A la par de cumplir con mis labores diarias en el horario de aquel tiempo (de 8:15 a 18:00, con dos horas para el almuerzo) que podía exigirme tiempo después de la salida por la tarde o los fines de semana, también tuve oportunidad de viajar al exterior para entrenarme y adquirir los conocimientos necesarios para desempeñar un papel eficiente en lo que todo sindicalista que se respeta anhela llegar a hacer: negociar un pacto colectivo de condiciones de trabajo. Fue así que, en 1979 concretamos la negociación del convenio que abarcaba a los trabajadores (sindicalizados o no) de dos bancos del sistema. Fue un interesante intercambio de conocimientos, en los que viví, no me contaron, las posiciones que nuestros patronos mantuvieron duramente hasta que el Ministerio de Trabajo intervino como mediador concretándose la firma seis meses después del inicio de esta última etapa. Para entonces, la muerte andaba pisando los talones de los dirigentes del país y después de que uno de mis compañeros fue ametrallado saliendo de su casa a las 7:00 de la mañana y los demás sufrieron persecuciones y acosos por la entonces policía judicial y el ejército, me enviaron por dos vías mensajes para que abandonara el país, cosa que hice en enero de 1982, cuando mi hija tenía un poco menos de un año. Por mi parte jamás milité en la guerrilla, nunca tuve nexos con ningún partido político pero sí trabajé para eliminar los abusos y explotación que se daban en aquellos días; hice frente a las injusticias, tal y como lo continúo haciendo en todos los ámbitos de mi vida.

Al volver a mi país continué sin involucrarme en ningún movimiento, previendo cualquier retorno del peligro. Me costó mucho encontrar un trabajo serio y bien remunerado y fue en 1985 cuando me llamaron de una embotelladora de Coca-Cola en mi ciudad; esta empresa estuvo cerrada por más de 18 meses después de que el sindicato tomó las instalaciones para evitar que fuera cerrada y perder sus puestos de trabajo y todas las prestaciones correspondientes. El libro Años de Sudor y Lucha, escrito por Miguel Ángel Alvizúrez, captura la historia de los trabajadores de esta fábrica que, en el transcurso de unos pocos años tuvo tres propietarios que jugaron con el trabajo, el esfuerzo y la vida de sus empleados.

Cuando empecé a trabajar con los nuevos dueños de esta embotelladora estaba lejos de saber que con los años estaría laborando, otra vez, en el área humana. Pero esta vez, del otro lado de la mesa. Habiendo transcurrido ocho años después de mi exilio, el contacto con los trabajadores -sindicalizados o no- volvió a darme enormes alegrías y satisfacciones. Por supuesto que tuvimos jornadas de discusiones e intercambios de opinión, pero pude experimentar las enormes diferencias que existen entre un sindicalismo de cuello blanco y uno obrero. Son totalmente disímiles. Los problemas que surgen, tratándose de que son generados por seres humanos, tienen las mismas raíces, eso sí. Pero ya en la práctica, se enfocan y manejan de manera muy diferente.

Ahora, a la distancia, después de más de veinte años, puedo revivir ambas experiencias (como sindicalista y como patronal) sin involucrar sentimientos, sin sentir el corazón salirse por la boca por el miedo, sin la satisfacción de haber cumplido con mi trabajo y mi obligación laboral, sin la emoción de haber alcanzado un logro que nos daría una mejor vida a todos.

Por supuesto, en ambos lados existen los seres entregados a sus ideales y conscientes de su realidad. Y también los aprovechados y sinvergüenzas. Lo que sí tengo claro es que ninguna de los dos lados -empleadores y trabajadores- puede pretender imponer su voluntad ciegamente sobre la otra. Ambas se necesitan, ambas viven la una de la otra y ambas deberían utilizar la empatía para facilitarse la toma de decisiones.

Es muy agradable ver que hay muchos grupos en Guatemala que trabajan conjuntamente para no matar a sus propias gallinas de los huevos de oro, sino todo lo contrario, para hacerlas más eficientes y triunfadoras. Es lamentable que el sindicalismo oficial, el que existe dentro de las instituciones de Estado, sea de la era cavernaria, en donde lo único que se anhela es exterminar al contrario, al que se visualiza como enemigo.

Y lo peor de todo, que pareciera que la historia empieza a repetirse en América Latina. Ojalá que podamos ajustar nuestros anhelos con las políticas económicas y sociales y lograr salir adelante con dignidad y valentía. Pero eso no se hace masticando odio ni resentimiento. Se hace con inteligencia, se busca a través de una relación en la que ambos bandos ganen.

Ganar-ganar. Esa es la receta.

sábado, enero 19, 2008

El canche


Pensaba escribir largo y tendido acerca de la situación política de mi país. El cambio de gobierno se dio el pasado lunes 14 y el partido Unión Nacional de la Esperanza (nombre más manipulador imposible) asumió el periodo próximo, de cuatro años. Nuestro actual presidente se declaró social demócrata y empezó su mandato nombrando el gabinete de gobierno, lógicamente. En menos de una semana han habido nombres que van y vienen, los sindicatos protestan, amenazan con paros, gritan y aparecen otra vez con todo el poder recuperado... y el presidente cambia de opinión y "desnombra" a los ya nombrados. Los ministros dicen sí, dicen no y a mí me parece que esta película ya la vi. Por ese motivo decidí no "hacer más bilis" y ejercitar paciencia y tolerancia, así como esperar resultados de esta aventura y emitir juicio al final de estos cuatro años.

Entonces les comparto esta pequeña historia urbana.

Hace algunos meses, dos o quizás tres, comentamos mi hija y yo que en un cruce importante y congestionado, generalmente, a pocas cuadras de casa, en donde el tráfico es pesado sobre todo a las horas pico, al ponerse en rojo el semáforo, aparecía saltando casi como de la nada, un joven diferente. Midiendo más o menos un metro ochenta, atlético, de cabello y barba rubio-rojizos, ojos azules y tez blanca, llamó inmediatamente nuestra atención.

El "canche" -como llamamos acá a las personas rubias y blancas- se para frente a la fila de vehículos que rugen esperando el verde, haciendo todo tipo de gesticulaciones, piruetas y malabares. Es ágil, simpático, cómico y hábil y tiene muy bien medido el tiempo: de un minuto con 30 segundos que dura cada rojo, utiliza 60 segundos en su performance y los 30 restantes en acercarse a las tres primeras filas de tres vehículos en fondo, para recoger "aportes".

En una ocasión lo escuché hablar y me di cuenta que su acento era del lejano sur. A la primera ocasión que tuve, cuando se acercó a recoger la moneda que despaché a través del poco espacio que quedó al bajar mi vidrio de piloto, le pregunté de dónde venía. Es verdad, lo retrasé unos 20 segundos, pero me contó que vino al país con un grupo de teatro italiano a dar funciones en el interior de mi país, a los niños de escasos recursos. Estando en esas conoció a una chica, se enamoraron y ella ahora está esperando un hijo suyo que nacerá en febrero.

Me contó la historia con el rostro lleno de alegría, lleno de luz e ilusión. "Así es que por eso estoy acá", me dijo. ¿Y de dónde viene?, le pregunté. "Soy argentino, de Buenos Aires", respondió. En ese momento cambió el semáforo y él, alegremente mientras corría, levantó el brazo y me gritó un "¡Adiós, seño!", colocándose en la bocacalle a mi izquierda, iniciando su acto de malabarismo.

A los pocos días volví a verlo y le pregunté si amargueaba, pues tenía un paquete de hierba en casa que un amigo me regaló, pero que no consumí porque pasar por todo el ritual del cebado para mí sola no me hace mucha gracia. Por supuesto que lo agradeció y un par de noches después llegué al cruce y le toqué la bocina; en seguida se aproximó a mi auto, sonriente, para recoger -esta vez- el paquete ofrecido. Me lo agradeció, sonriente, antes de correr al otro lado.

Pasaron muchos días y mi hija y yo no vimos al canche para nada. Anoche, viniendo a casa un poco más tarde que de costumbre, me tocó el semáforo en rojo. Entonces lo vi, colocando las esferas de colores en su cabeza, de allí para sus hombros, del derecho al izquierdo, del izquierdo al derecho y de allí para sus manos, mientras su rostro hace muecas divertidas y su larga cabellera atada detrás de la nuca, brilla bajo las luces de neón.

Apenas toqué la bocina de mi auto y él, que venía corriendo de vehículo en vehículo mientras saludaba con inclinaciones de cabeza y su mejor sonrisa, me gritó: "¡Ya voy, seño!" Yo había quedado en quinta fila y creí que no le daría tiempo para llegar antes del cambio de luz, pero llegó derrapando hasta mi ventanilla, extendiendo su mano hacia el vidrio completamente abierto, mientras me decía: "¡La hierba está muy buena!" Corrió a su siguiente esquina con los bolsillos llenos de monedas, tintineando mientras se golpeaban unas con otras en su carrera.

El verde llegó y los autos arrancaron prestos. Viré hacia la izquierda, mientras la figura del canche quedaba atrás, empequeñeciéndose, mientras las esferas volaban ordenadamente arriba de su cabeza.

Y me pregunto: ¿qué hace a un porteño salir de su ciudad hacia una ciudad como la mía, aventurando tanto, pasando penas y riesgos? ¿El mismo motivo que hizo que los vikingos salieran en su drakkar, buscando nuevas costas? ¿Sería la misma ambición de Colón por llegar a una tierra llena de dinero y oportunidades? ¿El ansia de descubrir nuevos mundos, como los astronautas? La misma razón, la curiosidad, la necesidad de nuevos horizontes. Probablemente buscaba llegar más al norte, pero por ahora, lo detiene el nacimiento de un hijo que tal vez no estaba en sus planes.

Como sea, me gustaría poder decirle a sus padres que está bien. Y que como yo, estoy segura, muchos chapines citadinos, cuando paramos en el semáforo de Calle Martí y 7a. avenida, buscamos al canche con la mirada, para entregarle, junto con la moneda que separamos para él, nuestra esperanza porque su vida llegue a puerto seguro.

lunes, diciembre 31, 2007

Un lapso de tiempo, no más...


Llegó casi el momento de decir adiós a 2007. Un número nomás, que le da nombre a este espacio de tiempo que nos tocó vivir juntos, compartiendo momentos y circunstancias.

Es entonces cuando nos da por reflexionar. Por ver hacia atrás y remolernos sobre lo que fue, lo que pasó, lo que pudo ser, lo que debimos hacer... Gastamos energía y tiempo en tratar de arreglar lo irreparable y, probablemente, hasta derramemos lágrimas por lo que ya fue o no logramos que fuera.

Si vamos a reflexionar, reflexionemos, sí, en lo que hicimos pero con la vista puesta en nuestros sentimientos actuales, en nuestros seres amados vivos, que nos acompañan y nos brindan el amor y el soporte que necesitamos, para no volver a caer en las mismas trampas, tropezar con las mismas piedras o infligir los mismos daños. Con aquellos que amamos pero que son fuente de conflictos y discordias, tal vez será mejor poner distancia, el mejor remedio para los problemas, si nuestra mano no logra ayudar a disolver los conflictos.

Nada es fácil, nada es gratis, nada es miel sobre hojuelas. Pero todo tiene una recompensa, que a veces llega lenta pero siempre llega. Nuestros esfuerzos por ser mejores, por mantener la cordialidad con nuestros semejantes y hacer el bien, traen luz sobre nuestras vidas.

Probablemente nuestra actitud para enfrentar los acontecimientos tengan mucho qué ver en cómo nos vaya, de tal manera que si le hacemos frente a las crisis viendo en ellas oportunidades de cambio y de crecimiento y aprendizaje, no será tan difícil salir adelante.

Lo mejor de todo es que nuestros hijos copian nuestros roles. Y si el nuestro es positivo y lleno de alegría por la vida, ellos estarán atravesando este peñón de desarrollo mental y espiritual de la misma manera que nosotros les enseñamos. Así es que de nosotros depende...

No tengo más que agradecer a la vida, al Gran Titiritero, a la Luz, a Dios o como quieran llamarle, por todo lo que pasó por mis ojos, mis oídos, mis manos durante este lapso de tiempo. Porque me permitió aprender y conocer muchas circunstancias, muchos momentos, muchas personas que aportaron a mi alma un punto más, que hace que hoy sea lo que soy. Tuve logros, tuve desafíos, tuve frustraciones también; pero al final, la cuenta es positiva.

El amor creció, somos felices, estamos juntos y tenemos vida por delante. Hubo reencuentros hermosos con el pasado, divisamos el futuro y estamos satisfechos con el presente. Y si nos deja el Que les Conté, podremos hacer realidad sueños y alcanzar metas en este próximo periodo que se inicia a las 12:01 de esta noche. Deseo fervientemente que todos puedan concretar y alcanzar los propios y que eso les conceda la felicidad y satisfacción del deber cumplido con entusiasmo y amor.

¡Feliz y próspero 2008 para todos!

martes, diciembre 25, 2007

LA MAÑANA DE NAVIDAD



Los días previos a Navidad tienen, en este tiempo consumista en que vivimos, un sabor a prisa y ansiedad.

Los preparativos de la reunión familiar -por muy pequeña y sencilla que sea- con su carga gastronómica como lo más importante; los obsequios que daremos, por muy simples que sean, que requieren tiempo para pensarlos, buscarlos y luego empacarlos y adornarlos para ponerles "un rostro" atractivo y feliz que dura lo que nuestra paciencia a la hora de abrirlos. Buscaremos las bebidas, las "boquitas", la decoración de la casa. Tal vez sacaremos lo que guardamos de las cosas que hacen tradición en nuestro hogar, como aquel Santa Claus que viene desde los tiempos de la abuela; o las "bombas" del árbol, que fueron elegidas por nuestros padres para colgar en su primer arbolito...

Es la magia de la Navidad, que no es sólo la parte religiosa sino la que nos lleva hasta el pasado con su aroma de pinabete, manzanillas, musgo y aserrín. Comerse un buen tamal colorado acompañado de pan francés o de torta de huevo, tomar una taza de ponche de frutas -¿con piquete o sin piquete?- o picar las muchas golosinas que se intercambian como regalos o se reciben gustosamente. No importa qué, todo es parte del momento.

Después de las carreras del 24, entre el almuerzo de ese día, que normalmente hacemos en compañía de los que no podremos ver esa noche ni al día siguiente, probablemente salgamos a "hacer las visitas" de la noche, previas a donde "pasaremos las 12:00", volando casi de un lugar a otro, tratando de prolongar el tiempo y las horas para cumplir con todos los compromisos y, finalmente, llegar agotados al lugar en donde cenaremos después de quemar los cohetes de las 12:00 y darnos los abrazos emotivos que muchas veces provocan lágrimas de añoranza o ausencia por lo que se nos fueron ya, anticipándose en el camino sin vuelta.

Luego de cenar opíparamente, que de eso no se escapa nadie, cada cual busca el camino de su descanso, entregándose al sueño de esa noche, una mezcla de fantasías hechas realidad, de recuerdos en 3D y de la maravillosa sensación de tener el alma limpia y liviana, después de haber cumplido nuestros anhelos pero, lo más importante, sentirnos felices por la felicidad de los que amamos.

Sin embargo, a mí me gusta más la mañana de Navidad. El despertar sereno, la madrugada fría y brillante. Levantarme con los recuerdos fresquitos de la noche anterior, las alegrías desbordantes pero también cansadoras que se van con el sueño tardío después del desvelo. Me gustan los cohetes mañaneros, el café caliente acompañando al tamal negro -dulce y brillante chocolate haciendo juego con nuestros sabores y aromas milenarios- que me auto regalo año con año.

Mi corazón está tranquilo y relajado a esta hora del día de Navidad. Puedo pensar serenamente en todos los que amo y enviar a cada uno, desde mi interior, mis pensamientos y deseos más profundos por su felicidad. Sé que después de la batahola de la Nochebuena, en que se nos pasan momentos importantes por la misma cantidad de vivencias simultáneas, estamos más receptivos y menos nerviosos, más satisfechos y menos preocupados.

Entonces aprovecho esta quietud del ambiente, esta paz terrenal con aroma celestial, para desearles que reine en sus corazones y en sus vidas el amor que aflora en cada uno, animado por el más importante acontecimiento espiritual del mundo occidental: el nacimiento de Jesús.

Envío un enorme abrazo que llegue hasta los lugares lejanos o cercanos donde habitan todos mis amores. Los amigos de siempre, los amigos recién llegados, los parientes separados del hogar por situaciones que realmente no deseamos recordar o, simplemente, buscando mejores oportunidades o una mejor vida. Y todos los amigos virtuales que son tan importantes en mi vida como el más cercano físicamente. No importa el motivo de la ausencia, puede ser la definitiva; tengo a los distantes y ausentes presentes hoy en mi corazón y en mis labios, deseando para todos, ¡Feliz Navidad!

domingo, diciembre 16, 2007

LA INTENCIÓN


Llegó, galopando, el último mes del año. Y como despertando de un letargo, aparecen detrás del almanaque los anhelos no alcanzados, las promesas no cumplidas, las relaciones terminadas, los conflictos no superados. Fantasmas de amarguras, espíritus de contradicción y egoísmos gordos y rebosantes.

Nos enfrentamos, de repente, con el espejo de nuestra realidad, esa misma que por esta temporada se empequeñece hasta desaparecer -como Jack Nicholson en Las Brujas de Eastwick, al reventar como pompa de jabón- para abrirnos el corazón y el alma, dejando salir lo mejor de nosotros... o lo intenta.

En el mundo cristiano, ésta es la fecha más importante de todas. Para los religiosos practicantes y creyentes, época de reflexión y amor espiritual. Para los no tanto, momento de recuerdos cálidos, de melancolía y ternura, tal vez, en remembranza de las navidades de la niñez o alguna que nos regaló instantes de felicidad y amor.

Todos hablamos de eliminar el consumismo, de enfocarnos únicamente en lo espiritual, en el verdadero sentido de la supuesta fecha del nacimiento de Jesús, allá en Belén. No importa si los datos son reales o inventados, si son exactos o no, lo bueno de toda la historia es la incidencia que tiene en nuestras mentes y corazones.

Dejando de lado la compulsión de comprar -que no se trata de eso- nada me gusta más que pensar detenidamente en lo que obsequiaré a los que amo. Tomar el tiempo para analizar, para decidir y luego salir a buscar lo que preciso, sin que en ello me vaya la vida, sino nada más el gusto de dar "una tontería" -como decimos en mi país- que sea un detalle que manifieste la presencia de la persona en mi interés y mi afecto. Desde una piñuela adornada, unas ricas galletas o golosinas, hasta algún efecto personal, nada ostentoso, que dedico a los adultos. Y para los niños de la familia -que vuelven en tandas, ahora que los hijos son padres y mi generación se convierte en abuela- algo que haga brillar sus ojitos con ilusión y alegría.

La magia de la Navidad, con su sentido exacto: dar. Y todas esas "tonterías", acompañadas de nuestra dedicación y nuestro amor, dando nuestro tiempo, nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestro anhelo por prolongar ese sentimiento de entrega y tolerancia por todo el año, aunque al finalizar las fiestas se vaya diluyendo paulatinamente, muy a pesar nuestro.

Me parece lindo escuchar villancicos en todos los ambientes, encontrar adornadas calles, centros comerciales, barrios completos, casas y oficinas, en una especie de desborde de luz y color, de aromas y sabores muy propios de la Nochebuena chapina. La temporada completa, con los preparativos en todos los niveles, culminando al pensar a quién se visitará la Nochebuena, en dónde y qué cenaremos, con quién compartiremos, son momentos gratos si se viven sin egoísmo y con entrega.

Y ahora, que ya quedan pocos días para el gran momento, me quedo en casa mientras afuera, millones de personas van y vienen, entran y salen de los malls, corriendo y comprando. Lo que yo tenía que hacer, fue hecho. Me queda la expectativa de si mis "tonterías", todas ya envueltas en brillantes y coloridos papeles de regalo con vistosas moñas, gustarán y serán útiles a los que amo.

Esperaremos las 12:00 de la noche en casa, en familia. Escucharemos música navideña y conversaremos mientras llega el momento de reflexionar y dar gracias al Gran Titiritero por las bendiciones recibidas, incluidos los momentos en que nos ha puesto a prueba y hecho crecer. Seguramente durante la cena brindaremos, como siempre, por los ausentes: todos aquellos amados que ya no están porque se adelantaron en el final o porque están lejos físicamente, pero que viven en nuestros recuerdos y nuestros sentimientos más profundos; y compartiremos la alegría del momento en que, rompiendo envoltorios, los ojos de todos encuentren en sus regalos no sólo un objeto, sino toda una intención: hacernos felices.

Les deseo una maravillosa Navidad, compartida y vivida con amor. Y que podamos hacer de 2008 un año digno de recordar, con nuestro trabajo y esfuerzo, para lograr prosperidad y éxito en nuestras familias.