domingo, abril 06, 2008

ELLA NO


A pesar de lo que puedan pensar o creer, soy feminista pero no fanática. Creo firmemente que el sexo no determina las diferencias en cuanto a remuneración, oportunidades de estudio, de trabajo, de progreso. Creo que tanto hombres como mujeres tenemos inteligencia y que el nivel de ésta no es determinado por el género de cada quien, sino por otros componentes que están lejos de tener que ver con los órganos reproductores.

Desde que empecé a trabajar a los diecisiete años, hace ya algunos lustros, me he desempeñado en trabajos que hemos desarrollado tanto hombres como mujeres, pero... claro, el pero es que a ellos siempre les pagaron más que a nosotras, a pesar de que en algunos casos los resultados eran abismales a favor... y no de ellos. La filosofía de la que hacían gala los ingleses con los que trabajé en los 70's nos exigía no usar pantalones y las camisas de los muchachos sólo podían ser blancas o celestes. Sin embargo, esa época de prohibiciones y terribles diferencias que fomentaron los ideales de la época sesentera, también adheridos al deseo de vivir haciendo uso de la libertad que los variopintos "gobiernos" dictatoriales que tuvimos en el país nos negaban, se fue transformando.

Con el tiempo, el aprendizaje, la capacitación y los cambios mundiales, también llegó el momento de ver por el bienestar -ya "en democracia"- hacia dentro de mi vida. Trabajé en empresas de las que hoy no recuerdo el nombre o me he obligado a olvidar el del "gerente" (como en el caso del que pretendía que yo "atendiera" a los visitantes de su empresa distribuidora de radios de comunicación y otros tantos artículos en la misma rama, pero que en realidad era la fachada de un vendedor de armas muy bien conectado con los gobiernos de ese entonces). Con los años, trabajé en una empresa en la que pude desarrollarme profesionalmente, con un gran campo para aprender, aunque las inconsistencias para sustentar las diferencias en retribuciones por género, continuaban.

En otras latitudes, creo, las mujeres han sabido luchar por su espacio, por tomar las oportunidades y mantener sus derechos. Han llegado alto, altísimo, tanto, que las hay "dirigiendo destinos" en sus países (alguna digiriendo, más que dirigiendo); hay otras que han dejado la vida en el intento. Y una más que está peleando duramente por llegar a ser presidenta.

Pero, sinceramente, por ella no votaría yo. Una acción suya me golpeó fuertemente hace ya muchos años, cuando su marido era quien ostentaba poder y fuerza. Tengo muy presente su actitud cuando el problema de la infidelidad descubierta llenó de escándalo y vergüenza las páginas de todos los diarios del mundo occidental. Siempre me pregunté qué habría hecho yo estando en su lugar, siendo la compañera del mandatario más importante del planeta. Y la verdad, creo que habría hecho casi lo mismo. Y en el casi está la diferencia.

Los norteamericanos tienen una manera muy especial de calificar la honestidad de sus gobernantes. Hacen públicas sus hojas de vida, todo el mundo las revisa, las analiza, las critica. Y si ésta está blanca como la nieve, se convierte en un líder. Hasta acá, todo va bien. Con millones de pares de ojos que los siguen a todos lados, los líderes son muy cuidadosos de los pasos que dan. A sus conciudadanos no les preocupará demasiado si son deshonestos en las finanzas, si no tienen ética, si la vida de los seres humanos no tiene valor a sus ojos. Pero que no los vayan a agarrar en un escándalo sexual, ¡porque allí se termina todo!

Lo que no he logrado descubrir es qué es lo que realmente les molesta. Porque de todas las historias de esa índole que hemos conocido, siempre la esposa ha aparecido a su lado, mancillada en su orgullo, herida en su dignidad, destrozada en su ser. Se supone la persona más amada por cada hombre "cachado en pecado", su compañera de vida, madre de sus hijos y bla, bla, bla. A nadie parece importarle lo que ellas han sufrido, la vergüenza que pueden haber sentido ante sus vecinos, familiares, amigos. No importa REALMENTE lo que sucede adentro de cada una de ellas, lo único que importa es demostrarle al mundo que las mujeres siempre están dispuestas a perdonar, para que sus hombres puedan levantar la mirada lavada con el perdón. Y continuar en sus roles.

Me pregunto: ¿qué pasaría si la dama en cuestión llega a la presidencia de su país y, haciendo uso de su igualdad, tiene un affaire que se descubre y provoca el mismo escándalo que el de su marido? No lo dudo: al día siguiente, estaría dimitiendo... obligada, claro está. Como pienso que fue obligada a mantener su postura "digna" cuando el asunto Lewinski. ¿Por qué no se elevó por encima de sus pies, con toda su estatura de dama y terminó con esa payasada? ¿Qué ejemplo de dignidad y autodeterminación puede darle a sus conciudadanos? ¿Cómo podrá exigir la verdad en su periodo presidencial, si no ha sido su emblema? ¿Pretenderá que las norteamericanas la imiten viviendo una mentira en sus vidas de pareja como ella la vivió? ¿Qué ejemplo de vida pretende que sigan? Los norteamericanos, dueños de la verdad, ejemplo de vida -todo eso, claro, según ellos-, país de justicia y libertad, ¿elegirán a Hillary?

No, no. Creo que, esta vez, a ella no.