lunes, abril 25, 2005


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LAS TRADICIONES SE MODERNIZAN

Me encantan las tradiciones y me gusta más todavía ver de qué manera van evolucionando y cambiando, según las necesidades de los habitantes de las ciudades de Guatemala.

Por algunas inconveniencias familiares de última hora, ayer no fui a hacer las compras semanales usuales y hoy domingo, muy temprano, tuve que salir a buscar pan y tortillas de maíz (nuestras acompañantes favoritas para los tres tiempos de comida) en el barrio que vivo que se ubica al norte de la ciudad y que es de los más antiguos de ella.

Cuando salí pensaba si conseguiría encontrar abiertas, en domingo a las 7:30, estos negocios, así que, aventurando, me lancé a buscarlas.

Llegué a la tortillería en la que usualmente compramos y fue grande mi sorpresa cuando encontré a cuatro de las 10 jovencitas que trabajan "echando" tortillas diariamente, cumpliendo amablemente con su turno. Con la misma eficiencia y habilidad de todos los días, las palmadas acompasadas resonaban más en el silencio de la mañana dominguera, aunque ya habían algunos parroquianos esperando su compra, pues a muchos de nosotros nos gusta llevarla directamente del comal y no de las que están guardadas en el inmenso canasto desde que fueron "sacadas" del comal, quizás un par de horas antes. Mientras esperaba a que se completara mi pedido, me llamó la atención que una de las "patojas" usaba una plancha para hacer más aprisa las tortillas -se trata de un aparatito doméstico que nos permite "echar" tortillas a las que nos sabemos "tortear"- y sonreí porque ellas se ubican entre las fábricas industriales que producen miles de éstas por hora y las tortillerías de barrio, como ésta, pero que todavía no han crecido lo suficiente como para "automatizarse". Salí y me encaminé a buscar una panadería.

Recorrí un par de cuadras y llegué a una de ellas, chica y de barrio, en donde también estaba abierto y ya, prácticamente, a punto de venderse la producción de la madrugada. El propietario, que es también el panadero- atendía cordialemente a sus clientes usuales, entregando el pan en "alegres" bolsas plásticas verdes, en lugar de las tradicionales de papel que han llegado casi al final de sus vidas. Me atendió con rapidez y completé mi compra.

En el camino de regreso a casa pude ver que también estaban abiertos los gimnasios, las farmacias y las tiendas, ofreciendo frutas y verduras en sus puertas, tal como si se tratara de un día laboral de cualquiera.

Ya en esta ciudad mía todos los días son laborales. Y las tradiciones y las necesidades del día a día que nos ha tocado vivir, se han entrelazado para brindarnos satisfacción y servicio a todos nosotros.

sábado, abril 16, 2005


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DESERCIONES

Primera parte del siglo XXI. Desde los últimos 25 años del pasado siglo, en este país -como sé que ha sucedido en otros tantos- la migración de católicos a sectas evangélicas establecidas, mantenidas o inventadas en nuestra sociedad, ha sido de cientos de miles. Sin contar las diferentes sectas orientales y nativas, descendientes de los mayas.

Los factores que han incidido en esta deserción pueden ser muchas: curiosidad por conocer otros ritos, conveniencia económica -en el caso de algunas iglesias evangélicas, que ayudan a sus miembros concediéndoles oportunidades de trabajo y crecimiento económico-, decepción, experiencias negativas, en fin, muchas otras a listar. Sin embargo, creo que había un nexo, una situación que hacía que los aún católicos se mantuvieran unidos, además de la fe que, en muchos casos, debemos reconocer, no es todo lo fuerte que la Iglesia quisiera. Y esa circunstancia, absoluta y clara, era el extraordinario liderazgo y la mística que emanaba de la personalidad de Karol Wojtyla. Algo así como sentirse orgullosos de pertenecer a una iglesia liderada por un ser especial, con el que no cuenta ni había contado ninguna otra secta o religión en la historia moderna del planeta. Puede ser que su muerte se convierta en otro motivo de deserción para los católicos actuales.

Si el próximo papado sigue la línea de Juan Pablo II, muy probablemente no habrán cambios beneficiosos para los desposeídos del planeta, pero si cuenta con un líder que la mantenga unida, esto será irrelevante. Si no lo consigue, será evidente que es una iglesia elitista, incoherente entre lo que dice cada domingo desde los altares y púlpitos, y lo que realmente hace. Incongruente, además, con la enorme población femenina urgida de lograr respeto y oportunidades de vivir mejor, cuando se le insta a mantener un comportamiento de obediencia a los varones de sus familias, se le prohíbe decidir sobre su maternidad y su propia vida, coartando su deseo de libertad y autodeterminación.

Los diferentes pueblos del mundo viven una relación inversa entre su desarrollo y el poder que las religiones ejercen sobre ellos. Pero en esta franja de tierra que habitamos todavía son importantes para muchas personas que creen a pie juntillas en lo que sus guías espirituales plantean; es verdad que los medios de comunicación abren ojos y oídos -y claro, mentes- a otras verdades, como que cada vez es más usual encontrar personas practicando ritos simbióticos entre el catolicismo y las religiones mayas.

Modernizarse, probablemente, sea el verbo que se necesite llevar a la práctica. Enfrentar con valentía los cambios por los que la raza humana ha atravesado; trabajar en la apertura de criterios con relación a la sexualidad, el control de la natalidad y eliminar el manoseado y mal llevado celibato, un estilo de vida de mentira, madre de muchos males hacia adentro y hacia afuera de su propia estructura. Si el próximo papa no humaniza y flexibiliza su administración y guía, creo sinceramente que estaremos siendo testigos del principio del fin de este imperio.

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CAMBIOS

Cambios

En este país "en vías de desarrollo", somos dueños de una tradición católica muy fuerte, en donde ésta pesa no sólo para el espíritu sino también para las chequeras y cuentas de banco de muchas personas que viven del turismo. Y me atrevo a decir que, tomando conciencia de este "pequeño e irrelevante" detalle, en los últimos años se ha notado una preocupación transformada en ocupación -esto es lo ideal- para hacer que nuestros visitantes se lleven una buena imagen de nuestra mejor temporada turística anual: la Semana Santa. Se reportan millones de dólares de ingresos y eso es bueno para el país, aunque también debo reconocer que las prácticas no cristianas venidas de las creencias mayas están haciéndose presentes en este ámbito. Entonces pienso que más que fe en Dios y sus intermediarios, es fe en los bolsillos de los turistas.

Veamos un poco de historia reciente. Hasta hace unos años, la proporción de católicos era muy superior en número y los curas entraban en las vidas de sus fieles sin oposición de ningún tipo. ¡Y hasta la cocina, literalmente y en sentido figurado!

Los sacerdotes católicos que practicaban la Teología de la Liberación tuvieron un enorme ascendente sobre los grupos de indígenas que sufrían persecución por parte del ejército en el interior del país durante los años de guerra. Algunos jesuitas, maryknolls y monjas de la Sagrada Familia, todas estas órdenes manejando colegios privados para niños y niñas de la clase media, se dieron a la tarea de abrir las conciencias de estos a la realidad dura y cruel de la población guatemalteca, sobre todo la rural. Grupos de adolescentes fueron involucrados en programas que encararon la miseria de todo orden, habiendo en algunos casos desembocado en el enlistado de algunos de ellos en las filas de la guerrilla guatemalteca. Lejos quedaron los primeros pasos de evangelización y alfabetización, cuando la realidad golpeó los rostros de religiosos y sus pupilos, provocando cientos de muertes violentas que no lograron jamás que las condiciones de vida cambiaran para la población indígena, sino hasta después de la firma de la paz "firme y duradera", cuando los diferentes puntos de ese compromiso se empezaron a llevar a cabo, aunque hasta el momento continúen las abismales diferencias entre los pocos con mucho y los muchos con poco... o nada.

Sin embargo, las diferentes iglesias evangélicas han proliferado, sobre todo después de 1982, cuando el general Efraín Ríos Montt, no contento con tener un hermano que llegó a ser obispo en la curia católica -por aquello de que "militar y cura, comida segura"- se embarcó en una aventura que le dio todavía más poder: fue nombrado ministro de la Iglesia El Verbo y unido a su poder político, provocó una fuga de católicos hacia esa iglesia y premió su "encuentro con el Señor" al otorgarles puestos de trabajo en la burocracia gubernamental. O eras "hermano" o no trabajabas.

Aparece en escena Jorge Serrano Elías, nombrado por Ríos Montt como vice-presidente del Consejo de Estado de su gobierno de facto; posteriormente fue electo presidente de la república en 1991. En algún momento se dijo que se desligó de la Iglesia El Verbo para fundar en Guatemala la Iglesia Elim. Por supuesto, la migración continuó.

A partir de allí, el porcentaje de hermanos separados -como les llamaba la Iglesia Católica en los 60's, ahora no sé cómo les llamarán- ha aumentado ostensiblemente en mi país. Las distintas sectas -evangélicos, pentecostales, luteranos, anglicanos, sabatistas, testigos de Jehová y por supuesto también la iglesia del coreano Moon y no sé cuántas más- han trabajado arduamente para sumar fieles a sus causas, teniendo un templo en cada barrio, tanto o más que las antiguas iglesias católicas. Por supuesto, las diferencias entre los templos de aquellas y ésta son abismales, ya que los templos católicos siempre han sido edificados pensando en el lujo y la pompa más que en prestar a sus fieles atención y cuidado.

Muchos programas de crecimiento y desarrollo se coordinan y mantienen a través de estas iglesias, claro que patrocinadas por los diezmos que sus miembros entregan rigurosamente a sus congregaciones. En el caso de la Iglesia Católica no es igual. Cada vez menos fieles asisten a sus actividades y ritos, no poseen la misma disciplina de diezmar como en las otras iglesias y la actitud de la mayoría de miembros de la curia, de aislamiento y superioridad sumado a los escándalos de todos conocidos, están socavando sus bases y sus templos.

Si la Iglesia Católica no pone manos a la obra para cambiar su actitud, por modernizarse y trabajar real y sinceramente para guiar y ayudar a sus fieles, creo que cada vez perderá más y más presencia. No deben seguir creyéndose propietarios de las vidas y voluntades de la humanidad.

Los ojos del mundo están puestos en la famosa chimenea del Vaticano. En este lado del planeta los católicos esperan que salga humo blanco y que el nombre del nuevo Papa sea el de un latinoamericano. Me pregunto: ¿eso hará alguna diferencia?