jueves, abril 29, 2004

LAS CRISIS
Creo sinceramente que con los años me he convertido en una "workoholic". Pasar los días sin tener ningún "plan de vuelo", esperando a ver lo que sale, o sin la emoción de la tarea terminada, no está hecho para mí.

Desde que colaboro en la edición y corrección de los semanarios de Equinox, esta... digamos, tendencia o inclinación se ha ido profundizando. Los momentos que pasamos dedicados a formar cada uno de los ejemplares virtuales que hasta ahora han llegado a ustedes -desde que empecé, hace poco más de 18 meses- han sido de todo, menos aburridos.

Esta semana tuvimos crisis técnica, la adrenalina nos llegó hasta las orejas, el pánico casi se adueña de nuestras almas, pero finalmente el momento amargo fue vencido y ahora estamos otra vez haciendo lo que hacemos por el simple placer de hacerlo.

A estos más de 3 mil kilómetros de distancia, mientras Bocha ve llover y en el sur viven el verano, me cubro con una manta para no pasar frío mientras trabajo en este número y comparto un sábado de noche más con ustedes.

Gracias por permitirme hacerlo. Gracias al equipo y, sobre todo, gracias Bocha.

domingo, abril 25, 2004

ACOSO SEXUAL

El tema del acoso sexual no se puede abordar sin levantar comentarios apasionados, aunque no siempre sean a favor de que exista una ley que resguarde a todas las mujeres -jóvenes y no tan jóvenes- de los avances perniciosos de algunas personas sin escrúpulos ni moral que, a falta de los atributos necesarios para buscar una relación de pareja saludable, utilizan el poder que ejercen en sus lugares de trabajo para forzar situaciones de carácter sexual que les otorguen satisfacciones a sus empobrecidas personalidades.

Es preocupante, sobre todo, el caso de las más jóvenes, que tienen que aprender a manejar las oscuras realidades del "mundo de afuera" cuando enfrentan a engendros de este tipo que, aprovechándose doblemente de su condición de mujeres trabajadoras y jóvenes inexpertas, se ensañan persiguiéndolas y presionándolas, muy a sabiendas de que, en muchos casos, por su misma inexperiencia algunas podrán ceder.

Y ya que éste es un tema difícilmente tratado en el seno de nuestros hogares -porque a lo mejor la madre nunca ha trabajado fuera de su hogar y el padre evita hacerlo por machismo, por temor a no saber cómo manejar este tipo de problemas o porque él a su vez utiliza este método de "conquista"- y tampoco se aborda en la mayoría de lugares de estudio, nuestras jóvenes deberán averiguar a través de la experiencia propia o por consejos de compañeras de trabajo de qué se trata el ser acosadas sexualmente por un jefe o compañero de trabajo.

En la sección "Personal, Relaciones laborales" de la revista de negocios "América Economía", del 15 de julio de 1999, publicaron "No acepto tu no", por Cecilia Valdés-Smith, de Santiago. Aun cuando en América Latina los avances para lograr la legislación contra este tipo de atropellos (y/o de abusos dentro del seno del hogar) todavía no son muy grandes o demore en llegar o quizás nunca llegue la ayuda de las personas que rodean a una mujer víctima de acoso sexual, existen ya -¡afortunadamente!- algunos países en donde se está trabajando consciente y concienzudamente en lograr que existan las leyes correspondientes, así como empresas en donde los casos de hostigamiento sexual se han enfrentado con madurez, se han creado políticas adecuadas para el manejo de estos incidentes e, incluso, se está orientando al personal de ambos sexos para no caer en prácticas que se enmarquen dentro de esta calificación.

Ojalá y las mujeres contáramos con leyes claras y justas que nos ampararan en este sentido, pero mucho mejor sería si los lugares en donde trabajamos tuvieran programas como la empresa Lohecman en Comercio Exterior, S.C., en México (citada por América Economía), cuyo director, Héctor García de la Cadena, "contrató los servicios de dos psicólogos para impartir un curso sobre asedio sexual a los más de 100 empleados de la firma en Ciudad de México. Claro que el curso llegó cuando la leche ya estaba derramada. García de la Cadena escuchó sobre un caso de asedio sexual en la empresa y, luego de una pequeña investigación interna, confirmó que el problema era serio. 'La víctima me tuvo confianza y se me pusieron los pelos de punta cuando me enteré las cosas que pasaban', señala" (sic).

En "No acepto tu no", Cecilia Valdés-Smith dice "Aquí están los límites", que ahora se reproducen: "¿Dónde termina el piropo y empieza el acoso sexual?

* Contactos físicos innecesarios, tales como caricias, roces o "palmaditas".
* Observaciones sugerentes y desagradables sobre el cuerpo, la vestimenta.
* Invitaciones comprometedoras y que causen malestar.
* Exhibición de pornografía en lugares de trabajo.
* Demandas de favores sexuales.
* Agresión física.
* Miradas lascivas.
* Invitación a tener relaciones sexuales no deseadas. (sic)"

Aunque esta lista puede servir de guía a las mujeres, se pueden agregar algunas otras situaciones que cada una conoce en su experiencia personal y que seguramente pueden abrir las ventanas para ventilar este ambiente desagradable e inmoral que se ha vivido en los lugares de trabajo pero que, según se enfrente y trate de conjurar, brindará paz y tranquilidad a las mujeres en su vida diaria y profesional.
LA INTOLERANCIA

Los días que nos ha tocado vivir no difieren mucho de los que vivieron nuestros padres, abuelos y así, hasta el principio de los tiempos. El planeta es el mismo, con algunas variantes climatológicas y, claro, los avances de la tecnología; pero nuestro interior humano sigue en sus cuatro a pesar de miles de años de evolución y aprendizaje. De esa cuenta las guerras continúan, seguimos siendo intolerantes y envidiosos y queremos para nosotros mismos lo mejor, aún a costa de los demás.

El espíritu de la Madre Teresa de Calcuta se fue con ella o, al menos, no se ha multiplicado entre los pobladores de la Tierra como a ella le habría gustado que sucediera. Creemos ser dueños de la verdad absoluta a pesar de que ésta no existe. Cada mente y cada corazón tienen la propia y dependerá del entorno y circunstancias que le haya tocado experimentar en su vida.

Y hablando de verdad absoluta, esto me lleva a pensar en la cantidad de abusos, violencia y muerte que el género humano ha experimentado a través de los siglos en nombre de Dios -tema por demás trillado- haciendo que cada vez hayan menos creyentes en ningún dios o, cuando menos, que las religiones pierdan terreno cada día. Y claro, cada cual piensa y siente a su manera y no deberíamos tratar de imponer nuestras creencias o criterios, porque si yo soy atea o no, es mi manera de vivir mi espiritualidad y nadie tiene derecho a quererme cambiar. Claro, las religiones han vivido pendientes de engrosar sus filas de adeptos -y no porque en el cielo hayan condominios gratuitos para almas sino para lo que representa en este mundo mercantilista- y apegadas al vil dinero aumentando sus ingresos y logrando manejar una cuota de poder que los hace sentir dueños del mundo. Se creen el ombligo del universo. Tengo que reconocer que existen los que se preocupan por la salvación de las almas... pero son los menos.

Los religiosos del mundo mantienen la postura que deben respetarse sus creencias, rituales, manifestaciones y sentimientos... pero ¿qué hay del respeto a las creencias de los que no creen? ¿Por qué debemos imponer un dios -sea del orden, jerarquía y gusto que sea- a otros? ¿Por qué esa manía de pretender ser los mejores, los únicos, los elegidos? Me causa una triste gracia escuchar a algunos cristianos empecinados en querer convertir a los budistas, hinduistas o mahometanos, diciéndoles que son ellos, los cristianos, los "buenos"; o ahora a los musulmanes pretendiendo exterminar a todos aquellos que no comulguen con sus creencias, generando caos y dolor sin fronteras. O saber que los hinduistas adoran a los animales a pesar de que millones de seres se mueren de hambre... a pesar de ser yo vegetariana convencida, pero por elección propia no por imposición de nadie.

Lo que para unos es motivo de vida o muerte, para los otros es totalmente transparente. Y si a eso sumanos las actuaciones de cada ser humano como tal, dentro de cada iglesia, cometiendo errores y encima de eso, tratando de mantenerlos ocultos o de justificarlos hasta la ridiculez, no me resulta extraño que cada vez hayan menos interesados en pertenecer a grupos religiosos o, si es que pertenecen a alguno, cambiándose de un lado a otro para encontrar la paz que, no se dan cuenta, sólo se encuentra dentro de cada uno.

Cuando la madurez de la humanidad alcance los niveles que la hagan ser de verdad libre, los intermediarios sobrarán. La relación con Dios -para los que crean en Él- será únicamente de dos vías y se hablará en su propio idioma, prescindiendo de los "traductores". Y para los que no crean, podrán vivir en paz con los demás y consigo mismos, sin presiones de ningún tipo.

domingo, abril 18, 2004

MIEDO

Últimamente he tenido ocasión de ver un par de películas "de miedo" y me ha llamado poderosamente la atención la reacción de las personas, sobre todo en el caso de los adolescentes. El miedo que nos lleva a aceptar situaciones contrarias a nuestro bienestar, reñidas con la ley -como el caso de la pertenencia a pandillas o "maras"- y a sufrimientos profundos que marcan y modifican comportamientos para siempre.

No soy una experta en el tema, pero pienso que toda nuestra vida gira alrededor de lo que tememos y conforme vamos venciendo nuestros temores, vamos "tirándonos al agua" salvando obstáculos. Sin llegar a las fobias, los más graves miedos como humanos.

El miedo a la oscuridad, a ser abandonados por nuestros padres, cuando somos niños; a no ser aceptados por el grupo de amigos o a nuestros propios cambios físicos y emocionales, durante la adolescencia; temor al rechazo, cuando nos enamoramos y todavía no somos correspondidos. Miedo a la verdad, por no enfrentarla. A tomar la decisión de separarnos de tal o cual persona, por no quedarnos solos. El temor a ser nosotros mismos, por evitar el escarnio o la burla de los demás; el terrible miedo al sufrimiento, que no nos deja actuar como quisiéramos.

Y todos estos miedos, que nos paralizan, tienen una sola raíz: la ignorancia, nuestro desconocimiento de nosotros mismos -como primer punto-, de los demás o de las propias circunstancias por las que podríamos atravesar o estamos atravesando y que no sabemos cómo manejar.

Un paso cada vez, despacio, en el camino por la vida. Y buscando el conocimiento que nos hará, finalmente, erradicar los miedos que nos paralizan y nos evitan VIVIR.

viernes, abril 16, 2004

PARA LA POSTERIDAD

Uno de mis paseos favoritos es visitar Tecpán, en el departamento de Chimaltenango, ubicado a casi dos horas de viaje por carretera desde la ciudad de Guatemala, en donde vivo.

En este país de topografía asombrosa, con pequeños valles rodeados de montañas, las mesetas de Tecpán son una delicia para los visitantes. Así que ya que estamos en la temporada seca, además de cálida, decidimos viajar hasta el municipio de Santa Apolonia, ubicado a 4 kilómetros más adelante de Tecpán. En un área aproximada de 15 kilómetros a ambos lados de la carretera, se pueden encontrar restaurantes para todos los gustos y bolsillos, especializados en comida típica guatemalteca así como a la venta de conservas y panes caseros, preferidos por los conocedores por su frescura y sabor provenientes de ingredientes de primerísima calidad. Es un paseo muy popular.

Estaba nublado, aunque la temperatura se mantenía por encima de los 25° C; encontramos lluvia unos 50 kilómetros antes de llegar a nuestro destino, El Rincón de Don Robert -una bella cabaña de dos niveles y grandes jardines exteriores rodeados de cipreses, robles y pinos- que en la temporada fría mantiene permanentemente encendida su enorme chimenea de piedra. Pero en la época cálida... no es necesaria esta previsión.

Al llegar pudimos constatar que muchas personas habían tenido la misma idea que nosotros. Familias numerosas estaban sentadas debajo de las pérgolas, mientras los niños jugaban en el jardín o en los columpios y sube y bajas. Nos ubicamos dentro del salón, cercanos a la chimenea apagada.

Mientras el mesero tomaba nuestra orden, empezó a llover. ¡Justo a tiempo!, comentamos. Unos amigos se acercaron a la mesa a saludarnos y mientras conversábamos, nos dimos cuenta que subíamos más y más el tono de voz para escucharnos... Y era que el sonido del agua sobre el techo de zinc recubierto de tejas se hacía cada vez mayor; miramos por las ventanas y vimos asombrados que se trataba de una enorme granizada, como no había caído en aproximadamente diez años, según los lugareños. Durante 10 minutos cayeron trocitos de hielo de 1 pulgada de diámetro, cubriendo todo el terreno y dejándolo totalmente blanco. Una visión extraordinaria para estas latitudes, pues aunque es usual que granice en nuestro "verano", no lo es que suceda con esa intensidad.

Al parar de llover, todos salimos a los corredores de la cabaña para ver de cerca el espectáculo. Los niños corrieron a jugar con el hielo, supongo que tratando de hacer realidad el sueño de hacerlo con la nieve del norte del continente que nos llega a través de la televisión. La temperatura bajó quizás a unos 15° C y fue motivo de sonrisas ver a las personas que, usando sandalias y shorts, atravesaban el parqueo totalmente blanco, dejando tras de sí las pequeñas nubes de su aliento cálido en el ambiente frío del granizo en el suelo.

Lamentablemente, no todo fue belleza y alegría. Las flores se desgarraron y quemaron y las siembras de maíz y frijol del entorno también tuvieron problemas. En este país de enormes contrastes, estos riegos se corren con buen ánimo y sabiduría de siglos.

Nosotros quedamos un rato más para saborear nuestro almuerzo: tortillas con queso de Chancol fundido, frijoles volteados, guacamol, lomo de marrano adobado (para los carnívoros), cebollines asados y, de postre, plátanos en mole con una deliciosa taza de café. Para terminar, compramos jaleas de fresa y de naranja y dulces típicos para traer a casa.

Volvimos a la ciudad gozando de la paz y belleza del camino, con muy poco tráfico y la temperatura agradable. Un viaje digno de recordar.

domingo, abril 04, 2004

VACACIONES EN DALMACIA

Sentada en la orilla de la cama, veía a su madre preparando las valijas. Tenía toda la ropa en pilas, en cuatro grupos, uno por cada una: sus tres hermanas menores y ella. La veía moverse con rapidez y seguridad, colocando los "montoncitos" de blusas, pantalones, shorts, ropa interior, pijamas... Nada escapaba a su control y su belleza rotunda lo abarcaba todo, hasta los más escondidos rincones de su pequeño cerebro y de su alma infantil.

En la casa reinaba una clara alegría, la expectativa del viaje anual a la finca del abuelo hacía que la agitación se enseñoreara en todos los corazones y en todas las miradas. A pesar de sus tiernas edades, las niñas soñaban con el momento de reencontrar a los únicos primos maternos, tres varones de casi sus mismas edades con quienes les unía un claro amor fraterno y con los que pasaban los meses de vacaciones anuales en esa tierra cálida e intensa. Tenía, a sus once años, muchas expectativas de pasar unas vacaciones como nunca había tenido.

Al día siguiente se levantaron a las cinco de la mañana, todos los movimientos en orden, dirigidos hábilmente por la mano materna. El desayuno rápido -apenas un vaso de leche caliente con café- antes de instalarse en la camioneta Peugeot en donde cabían cómodas en el sillón de atrás, con el enorme equipaje en el maletero, además de un canasto con sándwiches, algunos huevos duros y un termo de café para cuando el hambre apretara y pudieran parar un rato en el camino. Su padre conducía velozmente, eso le gustaba.

Después de tres horas de viaje, a las 9 de la mañana, la camioneta Peugeot giró a la derecha y atravesó el portón de la entrada. Afuera el sol fulguraba y hacía brillar las partículas de polvo que se levantaban a su paso. Su padre hizo sonar la bocina al dar la vuelta por el jardín que colindaba la casa grande de madera pintada de color hueso con las orillas verde oscuro, y ellas buscaron con ansiedad las figuras delgadas y morenas que corrían a su encuentro con la misma ansiedad. Apenas estacionaron, las portezuelas de la Peugeot se abrieron simultáneamente y todos se fundieron en abrazos y besos de todas las edades y tamaños. ¡Habían llegado!

Ese año los primos mayores habían tenido un bajo rendimiento en la escuela, así que un maestro privado los esperaba para continuar las clases que habían sido momentáneamente interrumpidas para recibirlas. Un claro sabor a desengaño amargó las boquitas infantiles. En ese momento, una idea se hizo más y más fuerte en sus mentes: hacer que sus primos jugaran con ellas libremente, como siempre. Así que las niñas fraguaron un plan, mientras sus padres se llevaban a los tres niños pequeños con ellos, entre charlas animadas y exclamaciones de bienvenida, y bajaban el equipaje y lo colocaban en la fresca sombra del amplio corredor del frente de la casona.

Ella y su hermana menor se encaminaron al viejo baño. Era una construcción de madera con base de ladrillo y techo de lámina de zinc, con dos ambientes: en uno estaba la ducha que parecía un enorme plato de metal y que dejaba escapar el agua fresca con fuerza vertical; en el otro, el retrete. Ambos separados por una pared que llegaba hasta el medio del cuarto, que tenía el quicio de una puerta que nunca se colocó. En cada pared lateral había una ventana cuadrada, grande y espaciosa, por donde pasaría fácilmente un cuerpo grande y corpulento, ¡cómo no el de un niño!

El inconveniente era de qué manera se descolgarían por la ventana hasta el patio que rodeaba el cuarto de baño, ya que la del lado del retrete quedaba a unos dos metros de altura... y ellos eran pequeños aún. ¡Pero valía la pena correr el riesgo! Así que pusieron manos a la obra y corrieron hasta el cuarto en donde sus primos estaban sentados repasando las tablas del 8 y del 9, con la mirada perdida en la expectación de la llegada de ellas. Pidieron permiso al maestro y se sentaron en otras sillas, "para repasar también". Al poco rato, aprovechando que el maestro salió a atender a alguien que le buscaba, ellas les contaron atropelladamente el plan y se pusieron de acuerdo para llevarlo a cabo. Cuando el maestro volvió, el primo mayor pidió permiso para ir al baño y, claro, le fue dado. A los pocos minutos, fue su hermana seguida por el segundo primo, para finalmente salir ella "a buscarlos, porque han tardado mucho".

Se encontraron en el baño, entre risas ahogadas, miradas brillantes y palpitar de corazones; uno a uno fueron subiéndose a la ventana y descolgándose por ella hacia "la libertad". Cuando los cuatro estuvieron fuera, corrieron hacia el camino real que llevaba al sendero que bajaba hasta "la toma de agua". Corrieron sin mirar atrás, con alas en los pies y en el alma, con una mezcla de alborozo y temor de ser vistos. Eran apenas las 11 de la mañana pero el sol quemaba y los hacía sudar gotitas de calor y de alegría. Bajaron por el sendero húmedo, atravesaron el viejo puentecito sobre el riachuelo y pararon del otro lado, agolpándose unos con otros. Entonces se miraron a los ojos -aquellos enormes y oscuros mismos ojos familiares- y riéndose a carcajadas, se fundieron en un abrazo. ¡Habían logrado el propósito de estar otra vez juntos!

Sentados a la orilla de la inmensa toma, respirando pausados y tranquilos, se concientizaron de lo que habían hecho. Seguramente al volver, les esperaría un severo castigo... pero bien había valido la pena. El sol apretaba, así que decidieron volver a la casona, esta vez por el portón grande del sur, con su entrada de empedrado que empalmaba con la calle real. Había un pesado silencio alrededor y cuando pasaron en puntas de pie por el cuarto que hacía de aula, lo vieron vacío. Mario, el maestro, ya no estaba.

Al voltear a ver hacia la casa grande, en el fresco y amplio corredor, estaban sus padres esperándolos... con un enorme pichel de limonada fría y la mejor de sus sonrisas en el rostro y en el alma.

Aquellas clases no volvieron a recibirse nunca en la finca Dalmacia.