sábado, mayo 29, 2004

Sueños y realidades

Juan y María llevan un año de noviazgo y pretenden casarse próximamente. Los padres de Juan deberán acompañarlo para "la pedida de mano" de María a sus padres. Convendrán día y hora y llevarán lo necesario para la celebración: chocolate, pan dulce, tamales, refrescos carbonatados, licor, frutas... María estará en su casa esperando que lleguen "a pedirla", sus padres simplemente recibirán a Juan y a sus padres y después celebrarán el compromiso; allí mismo se marcará la fecha para las ceremonias civil y religiosa -si es que se casarán, puede que no lo hagan-y el lugar en donde la pareja habrá de vivir. Estos jóvenes cumplirán con estas pocas tradiciones, algunas parejas simplemente se van a vivir juntas y ya.

Pero hay otras comunidades en donde las cosas son muy diferentes. Si a un muchacho le gusta una joven, le pedirá a su padre que lo lleve con el padre de ella "a pedirla" y, obvio, llevarán un regalo que sea lo suficientemente atractivo ("cargas" de leña, animales, granos...), algo que de verdad compre la voluntad de su futuro suegro. Lo que la muchacha desee... no es importante, si su padre considera que el candidato califica, a él "se la dará".

Estas costumbres y tradiciones que todavía se viven en algunas comunidades mayenses de mi país, difieren mucho de lo que es la vida para una pareja en la ciudad. Acá las cosas son como en la mayoría de países occidentales y cada pareja vivirá su vida de común de acuerdo con sus gustos y posibilidades económicas. Algunas decidirán casarse y celebrar la unión con una enorme fiesta, gastando en ella miles de dólares; algunas otras preferirán gastar el dinero en el viaje de la luna de miel, invertirlo en el enganche de su casa o la compra de muebles. Algunos más, probablemente la mayoría, simplemente podrán irse por un par de días a algún lugar del interior, para volver casi de inmediato a sus trabajos y enfrentar su nueva vida, probablemente teniendo el compromiso de criar hijos no deseados o, al menos, no programados pero finalmente aceptados con resignación.

Cada vez es más normal, en la ciudad capital, que las parejas jóvenes lleven a sus hijos de meses a guarderías infantiles que se pueden encontrar en toda una gama de calidad y servicios, claro, de acuerdo con sus bolsillos. Sin embargo, lo usual es que los bebés queden al cuidado de las abuelas o de una persona contratada para ello, aunque ésta no esté debidamente calificada para el trabajo y para hacerle frente a la responsabilidad que entraña. Los riesgos que se corren en este último caso son grandes, pero son el resultado de no contar con el dinero suficiente para contratar servicios especializados si no se puede quedar la madre en casa y tener la necesidad perentoria de solucionar el problema.

En el interior, ninguna madre deja a sus hijos al cuidado de otra persona, a menos que sea absolutamente indispensable. Las abuelas podrán ayudar en la crianza de los niños, pero la madre es la directamente responsable de su cuidado, atención y seguridad. El padre es nada más el engendrador y proveedor... y en muchas ocasiones, sólo cumplen con la primera parte.

Cuando llega el momento de asistir a la escuela, también hay diferencias. Los niños del interior serán enviados -a regañadientes en muchos casos- cuando cumplen 6 ó 7 años, cuando están listos para cursar el primer año de primaria. Los de la ciudad lo harán antes, entre los 4 ó 5 años, para que asistan al primer año de pre-primaria. Aunque la educación es gratuita, los padres citadinos buscarán enviar a sus hijos a establecimientos privados. El abanico de opciones es enorme... y los precios, también. Los padres del interior no tienen mayores opciones si están en el campo, pero tampoco les preocupa; la deserción estudiantil es muy grande, sobre todo porque los mismos padres se llevan a los hijos a trabajar con ellos al campo y las hijas lo harán ayudando en las tareas del hogar, ayudando a cuidar a los hermanos menores, en la crianza de animales, trayendo agua o cortando la leña para mantener el fuego de la cocina en los lugares más apartados.

Así que lo que empezó con alegría y enormes expectativas, el inicio de la vida en pareja, se va complicando cada vez más y más... La realidad es dura, los esfuerzos grandes, los resultados generalmente no son lo que se esperaban. Tal vez por esto, las personas pierdan el sentido de la realidad y se entusiasmen hasta la obsesión con historias como la de Letizia y Felipe, pegándose al televisor o bebiéndose las páginas de los diarios, tratando de vivir ilusoriamente un poquito de la irrealidad, de la vida fantasiosa que las monarquías proyectan aun cuando en el interior, hacia adentro de sus almas, lleven toda una procesión de sinsabores, frustraciones y tristezas.

Los anhelos por tener una mejor vida, un nivel económico mayor sin tener que enfrentar problemas casi como viviendo en un cuento de hadas, se ven realizados -por breves momentos- compartiendo a la distancia las alegóricas imágenes de reyes y reinas, príncipes y princesas, que hacen exactamente lo que todos los demás seres humanos hacemos, sí, pero en otro nivel, con otro realce.

Todo este entusiasmo por la boda real me ha parecido una pura evasión de la realidad... o querer alcanzar los sueños con las pupilas, ya que no se puede con las manos.

Buscando la verdad

Estamos viviendo una era en la que la búsqueda de la información -y con ella, de la verdad- se hace lugar común. De esa manera, yéndonos hacia el lado de la salud, ahora sabemos qué "alimentos" no lo son tanto, cuáles comprometen nuestro bienestar futuro y cuáles deberían desaparecer de nuestros hábitos diarios. Sin embargo, es realmente fantasioso pretender que todo lo que se escribe tiene un 100% de verdad, ya que siempre habrán sorpresas cuando se produndiza en cada caso.

Leyendo el artículo relacionado con las cadenas de restaurantes de comida rápida, aunque más dirigido a McDonald's, me he traído a la mente algunos hechos importantes que NO se mencionan en él y que creo que, si somos honestos y equilibrados, deberíamos dar a conocer también para que cada cual se forme una opinión o, al menos, tenga más bases de juicio y no incurrir en errores -deseo pensar- involuntarios a la hora de formarnos un criterio.

Es verdad que la comida rápida está siendo considerada como uno de los factores de alto riesgo en enfermedades cardiacas, de obesidad, alguna propensión al cáncer, etc. La manera de prepararlos -friéndolos, en la mayoría de casos- es de gran incidencia en el aumento de los niveles de colesterol. Sin embargo, también la ingestión de carnes rojas en cualquiera sea su forma, tiene que ver en la frecuencia de aparecimiento de estos males (lean al Dr. Ronco, en nuestro semanarios Fin de Semana) y lo que se aconseja realmente es un cambio de hábitos alimenticios, enfocándonos en el consumo de vegetales y frutas. De esta cuenta, en muchos países las cadenas de comida rápida están incluyendo ensaladas de legumbres frescas, a efecto de iniciar un cambio paulatino en sus menúes.

Tanto McDonald's como Coca-Cola son marcas que otorgan su franquicia a capitales del lugar en donde se venden estos productos. Es decir, tanto una empresa como la otra otorgan el derecho de utilizar sus marcas, sus fórmulas, sus procedimientos, pero también exigen que se cumplan las normas de control de calidad que los empresarios franquiciados conocen, so pena de ser recogido el derecho de la mencionada franquicia.

Por supuesto, así como hay franquicias honestas que cumplen a cabalidad con las normas de higiene y calidad, hay otras que juegan con la salud de sus clientes no cumpliendo con éstas y generando graves trastornos de salud en sus consumidores, así como en la imagen de la marca que representan.

Durante la crisis que generó la epidemia de cólera en 1998 a nivel latinoamericano, en esta ciudad se tomaron precauciones drásticas con los alimentos servidos en restaurantes y comedores, habiendo sido McDonald's el ejemplo a seguir con relación a la higiene y cuidado con que se preparan los alimentos en ellos procesados y servidos. De la misma manera, las bebidas carbonatadas fabricadas por los embotelladores de Coca-Cola en este país, manteniendo una línea dura y rígida relacionada con la calidad e higiene en la línea de producción, fue de enorme ayuda para evitar el contagio por agua de pozos contaminados o de refrescos naturales no elaborados con el debido cuidado e higiene.

El proceso de purificación del agua utilizada en la embotelladora que menciono, funciona todos y cada uno de los días de cada año, porque de lo contrario The Coca-Cola Company puede llegar a quitar la franquicia al embotellador que no cumpla con sus normas adecuadamente y que se empecinara en no hacerlo, después de ser señalado de ello en las auditorías de calidad que se efectúan constantemente.

Creo que es justo mencionar que McDonald's mantiene un compromiso con el crecimiento de sus empleados. Es verdad que deben dar un servicio rápido y efectivo -es decir, eficiente- y que la gente que es contratada tiene un determinado perfil en donde la edad juega un rol importante; sin embargo, también son invitados a asistir a sus centros de estudio en donde se preparan mejor para la vida de trabajo eficiente que se necesita en nuestros países y que tanta falta nos hace para desarrollarnos.

Por último, una actividad llevada a cabo anualmente en la ciudad de Guatemala: el Mc Día Feliz, en el que todas las tiendas McDonald's donan sus ingresos de un día por la venta de Big Mac a la Fundación Aldo Castañeda, un centro de tratamiento y cirugía cardiovascular infantil que dirige el Dr. Aldo Castañeda, una eminencia en el tema.
(Ver http://www.prensalibre.com/suplementos/RYS/amigaonline/Amiga59/200441214349.htm)

Nadie es dueño de la verdad absoluta, porque ésta, sencillamente, no existe. Es bueno indagar y buscar la verdad... la más justa.

jueves, mayo 27, 2004

DE SANTOS Y SANTAS...

En lo que el mundo se debate ante la posibilidad de una crisis mayor por la guerra en Irak y los ojos de los seres conscientes se dirigen hacia la falta de respeto a la vida humana en toda su plenitud, el Vaticano se ha dedicado a la superproducción de santos y santas en una clara señal de inconciencia y poco involucramiento con los hechos reales que nos ha tocado vivir actualmente.

En el último año se ha anunciado la beatificación de personajes que, no dudo, habrán sido seres humanos especiales, llenos de amor por el prójimo y preocupación por ser el ejemplo de lo que se ha considerado siempre una vida cristiana. Entre los últimos presentados se encuentra uno que me llamó la atención. Se trata de la santificación de "Gianna Beretta Molla, quien murió en 1962 a los 39 años, una semana después de haber dado a luz. Al inicio de su embarazo, Molla descubrió que tenía un tumor en el útero, pero decidió no seguir un tratamiento contra su enfermedad porque podría haber derivado en un aborto" (de CNN en Español).

(Me pregunto cuántas mujeres sobre este planeta seríamos santificadas por haber decidido no seguir un tratamiento mientras estábamos embarazadas, ¡cuando hasta algunos antigripales pueden tener efectos nocivos en el feto!)

Lindo mensaje enviado a las mujeres de la comunidad católica: traigan hijos al mundo, qué más da que no estén vivas para criarlos, cuidarlos, darles amor y velar por ellos, total, ¡ustedes irán al cielo aunque sus hijos corran cualquier tipo de suerte en este mundo! Eso sí, la iglesia no será responsable del cuidado económico -ni de ningún otro tipo- de estos niños.

Ese empecinamiento de la iglesia católica por no dar el justo valor a la vida, corriendo la famosa doble moral que la hace ser tan criticada, me hace hervir la sangre. No hay pronunciamientos radicales, fuertes o decisivos acerca de los horrores de ninguna guerra, no se ponen de pie para decir NO a los genocidios o torturas, ni toman acción en casos concretos, no escucho oposición a las políticas existentes en muchos países para mantener la miseria de miles de personas sumidas en la ignorancia y llevadas de la mano a la iglesia, domingo a domingo, para convencerlas de que, aunque en este mundo se mueran literalmente de hambre, existe para ellos el reino de los cielos en donde sí serán felices... después de muertos, claro está.

No se percibe ninguna acción para salvar vidas en peligro, pero sí insisten en decirnos a las mujeres qué y cómo hacer con nuestras vidas sexuales, con nuestras íntimas y personales decisiones. Siempre me ha causado curiosidad saber de qué manera los sacerdotes célibes pueden guiar la sexualidad de las parejas que buscan asesoría en este tema, de qué manera saben qué hacer cuando hombre y mujer, llenos de vida y energía, rebozados de deseo entre sí, tienen que discurrir qué hacer para evitar consumar su deseo, sólo para evitar un embarazo. Me pregunto si tienen la calidad moral necesaria para comprender que una pareja que ha vivido junta durante años de 365 largos días cada uno, no pueda sentir el tedio, el aburrimiento, la desesperación de la monotonía y en algún momento decida modificar su estado. O si comprenden qué tipo de angustia puede sentir un padre de familia desempleado cuando escucha a sus hijos llorar de hambre, o una madre que ha quedado sola y que no tiene la preparación suficiente para ir a trabajar y buscar el sustento de su progenie, exigiéndoles que mantengan como norma traer al mundo "los hijos que Dios les mande", sobrepoblando la Tierra; y todo esto, pensando que en las órdenes religiosas les dan sustento a sus ordenados hasta el final de sus días.

Insistir en querer darnos "atol con el dedo" (como decimos en esta tierra llena de casos como los que apunté arriba) vendiéndonos a una santa porque no abortó, en este momento histórico en que las mujeres del mundo exigimos que se escuchen nuestras voces, me parece un insulto a nuestra inteligencia, a nuestra capacidad de discernimiento, una violación a nuestra intimidad con cada vez más conciencia de nuestra libertad de escogencia.

Vivimos en un mundo convulsionado, en un planeta lleno de odio, guerras, enfermedades, delincuencia a todo nivel, manipulación de la verdad, en el que es cada vez más difícil vivir y que es ya la herencia que dejaremos a nuestros descendientes. Siento que la iglesia que se autonombra guía espiritual de los seres humanos, que pretende transformar vidas, está jugando a la avestruz al inventar maneras de desviar la atención a los acontecimientos actuales, y pierde su rol de líder cuando no se planta firme y hace escuchar su voz atronadoramente para que sus seguidores sean de verdad respetuosos de la vida, de la dignidad humana, de la fuerza de otras culturas y religiones.

Lejos de eso, ahora han salido con la idea de prohibir uniones matrimoniales entre católicos y musulmanes aunque cada pareja que vive esta enorme y abismal diferencia en costumbres y cultura conoce la interioridad que esta unión les hace vivir, y no es ella, la Iglesia, la llamada a indicar con quién sí y con quién no pueda cualquiera formar una vida. Es a esa pretensión de coartar nuestras libertades, a la de dirigir un rebaño de supuestos seres irracionales o incapacitados mentales a lo que me refiero, porque pareciera que piensan que sus feligreses no conocen la autodeterminación y la responsabilidad de sus actos.

A menos que la Iglesia Católica, apostólica y Romana modifique radicalmente su manera de ver la vida, a menos que se dé cuenta que ya no es más dueña de la existencia de sus seguidores, que se concientice de su rol y se enfoque en ayudar con acciones a los seres que lo necesitan DE VERDAD, a menos que decida trabajar porque las diferencias económicas y sociales realmente desaparezcan de sus áreas de influencia, el número de sus creyentes será cada vez menor y su poder disminuirá y se reducirá a rituales llenos de colorido, pero nada más.

UN LINDO SÁBADO

Los centros comerciales en esta ciudad han sido siempre motivo de curiosidad cuando recién se inauguran y miles de personas desfilan de día y noche por ellos, haciendo muy complicado visitarlos. Después de unas cuantas semanas, la afluencia de curiosos baja y las cosas se tranquilizan un poco... hasta que llega el fin de semana. Miraflores es el nombre del último que ha sido inaugurado y nos contaron que tiene un concepto nuevo de acuerdo con los últimos que habíamos conocido, así que decidimos visitarlo hoy.

Dos sótanos de parqueos y un estacionamiento al aire libre en cuatro manzanas de terreno que rodean el enorme edificio de ladrillo desnudo que ha sido construido dejando en el centro un área limpia para conciertos, exposiciones y ventas en pequeños kioskos que, eventualmente, pueden moverse de su lugar para ampliar el espacio que comparten con una hermosa cascada en forma de cortina de hilos de agua que caen desde lo más alto del edificio hasta un pequeño estanque.

Los tres niveles albergan locales comerciales, un área común de restaurantes -que te ofrecen desde comida italiana hasta tacos mexicanos- y las catorce salas de cine más modernas, cómodas y sofisticadas de la ciudad, con extraordinario diseño escalonado y estupendo sonido. También cuenta con un museo acerca de la antigua Kaminal Juyú, una ciudad mayense cuyas ruinas se encuentran en un área cercana al centro comercial.

Decidimos comer en un restaurante ambientado en los 50's, con lindos pisos de cuadrados blanco y negro, sillas y sillones de "cuerina" roja y brillantes patas cromadas, pósters de James Dean, Marilyn, Elvis... música de la época, y comida rápida: hot dogs, papas fritas con queso derretido, aros de cebolla, nachos con chili beans, ensaladas, sándwiches de todo tipo (claro, también vegetarianos), milk shakes y mi absolutamente insustituible Coca-Cola, servida desde brillantes y rojas máquinas expendedoras y surtidoras.

Después de comer visitamos algunas tiendas de ropa, zapaterías, librerías y luego compramos las entradas para la sala de cine que proyectaba Something's Gotta Give, con Jack Nicholson, Diane Keaton y Keannu Reeves. Me la habían recomendado, así que iba un poco influenciada por su fama. Sin embargo, debo confesar que hacía mucho rato que no me reía en el cine como hoy. Jack Nicholson está totalmente divino, ¡extraordinario!, sin dejar lugar a dudas que es uno de los mejores actores de nuestro tiempo. A pesar de ser ya un "madurito", sigue siendo adorable y reafirma su total control sobre la actuación. Diane Keaton me pareció un tanto sobreactuada en algún momento, pero en la segunda mitad me pareció mucho mejor. ¿Keannu Reeves? Sin pena ni gloria. Sin embargo, la película nos lleva hacia el interior del amor maduro -es decir, el amor otoñal- afirmándonos que la sexualidad vive siempre, a pesar de que algunas veces pensemos o pretendamos creer que después de cierta edad, no existe. Valiente enfoque, muy buenas interpretaciones, hermosísimo mensaje y una sobredosis de sano humor que te hace reír a carcajadas. Si podés verla, no te la pierdas.

Finalmente, el sábado terminó en un congestionamiento de tránsito a lo bestia, pues al salir llovía torrencialmente y eso provocó algunas pequeñas inundaciones en áreas aledañas. Llegué a casa cansada, pero con esa linda sensación después de haber tenido gratas experiencias, compartidas con la gente que quiero.

¡Feliz fin de semana!

sábado, mayo 15, 2004

Esta manera de vivir

Nací en la década de los 50's, crecí en una familia con dualidad de filosofía de vida (de parte paterna trabajaban para vivir, de parte materna no tuvieron necesidad de hacerlo), viví la adolescencia en un barrio nuevo alejado del centro de la ciudad capital en plena década de los 60's, recibí la instrucción secundaria en un colegio de monjas católicas y a los 19 años decidí dejar mi hogar para vivir sola, en el centro de la ciudad. Siendo éste un país con profundas raíces católicas, también tenemos la influencia de la laicidad que promulgó Justo Rufino Barrios, presidente de Guatemala fallecido en 1885, en la guerra por la unificación de Centro América, en la batalla de Chalchuapa. Pero esa es otra historia.

A los 27 años fui madre soltera y no me casé, hasta el sol de hoy. No creo en los compromisos inventados por los seres humanos, por la conveniencia social o por creencias de cualquier índole. Creo en un Ser Supremo, creo en que la vida nos pasa factura de todo lo que hacemos o dejamos de hacer tanto en sentido positivo o no; y no creo en la casualidad, la suerte o el destino.

Estoy convencida que todo lo que logramos en la vida es producto de nuestro esfuerzo, de las ganas que le pongamos a lo que hacemos, de nuestra coherencia -que percibo como vital-, de nuestra honestidad. Y claro, un poco de ayuda "de arriba" cuando las cosas ya están fuera de nuestro alcance.

Busco la verdad, aunque la perciba como una amenaza; es terrible vivir mintiendo o pretendiendo ser lo que no se es. La verdad, siempre, aunque sea dolorosa, nos hace libres.

A estas alturas de mi vida tengo el valor de decir NO cuando estoy convencida que eso es lo que realmente deseo; lo que no me agrada o no me reporta valor agregado, simplemente queda en el olvido. Tengo y hago uso de mi libertad de escogencia y me he arrepentido siempre de no haber hecho lo que mi intuición me dictaba que hiciera.

Vivo mi femineidad y puede que se me perciba feminista. Lo soy, sí, pero en el sentido de estar consciente de mis enormes, abismales y maravillosas diferencias con los hombres. Me esfuerzo por hacer un trabajo profesional y si hubiera diferencia en el reconocimiento a mi esfuerzo -en cualquier ámbito- y al de un hombre en similitud de condiciones, exigiría que la balanza de la igualdad nos pesara.

Soy un producto de la cultura occidental. Me gusta esta manera de vivir -aunque debo reconocer que no estoy plenamente satisfecha con lo que soy, con lo que hago, con lo que tengo, porque todavía me falta mucho por vivir-, estoy segura que habrán cambios en mi interior y que, muy probablemente, mi relación familiar también se modificará con el tiempo. Existen infinidad de cosas que nunca sabré, millones de cosas que nunca aprenderé, pero lo que esté a mi alcance hacer, aprender, ver, vivir y decir, serán hechas. Es mi derecho... y mi obligación para ser una humana mejorada.

Estas reflexiones y consideraciones se me han hecho todavía más valiosas últimamente, cuando a partir de las últimas noticias, he pensado en lo que sería mi vida si por circunstancias ajenas a mi propia decisión, tuviera que vivir a la usanza musulmana. Perder mi calidad de vida, las libertades y oportunidades, dejar de ser lo que soy para convertirme en algo menos que un objeto, no tener derecho a mi poder de decisión... Sinceramente, creo que vivir de esa manera no sería vivir.

¿A quién tengo que darle las gracias por esta probable amenaza?

jueves, mayo 13, 2004

Mujer "de allá"

Desde hace ya varios años el Islam y lo que hemos visto, leído y escuchado acerca de las culturas árabes, sazonado por la distorsión de la verdad o la total falta de ella, reforzado por nuestro poco interés en conocer y saber profundamente de estos pueblos, aumentado por la manipulación de cosas como las profesías de Nostradamus que siempre aparecen llenas de ambigüedad o portando datos difíciles de interpretar -para los no estudiosos de ellas-, han hecho crecer nuestro temor -cuando no terror- al solo pensamiento de ser invadidos o conquistados por cualquiera que sea musulmán o viva dentro de estas culturas.

Y no es que me gustaría cambiar mis hábitos de vida por otros diferentes, tan disímiles, que me coharten la libertad de ser y de vivir a la manera en que lo hago, ¡por supuesto que no! Pero trato de ponerme en los zapatos de cualquier mujer y madre "de allá", pensando en la posibilidad que la cultura occidental llegue y arrase con sus principios, que le otorgue libertinaje a sus hijas (para ellas, vivir a nuestra manera lo es), que mancille su religión, que destruya sus fundamentos.

Si fuera yo una de esas madres temerosas, lloraría de pensar que mis hijas fueran a ser conquistadas por un energúmeno como los que han dado la vuelta al mundo en los periódicos tradicionales o aparecido en Internet, humillando y violando en todo sentido a hombres totalmente anulados en su autodefensa, haciendo añicos los principios religiosos que ellos ostentan -al menos, es lo que dicen- y que, al ser publicados esos horrores, los elevan a la categoría de mártires aunque no lo sean.

¿De qué manera puede un país, un imperio, decir a los cuatro vientos que lucha por la libertad de cualquier pueblo oprimido, si cuando llega a éste para "liberarlo" lo reduce a la fuerza, viola sus creencias, sacrifica a sus niños y jóvenes, se violenta con los débiles y asume el papel de héroe en contra de la voluntad de sus supuestos liberados? ¿Con qué autoridad moral puede reclamar el título de "libertador" si lo que se hace público es un comportamiento de horror y muerte, o se descubre que las verdaderas razones para la liberación son puramente la avaricia y el hambre de poder?

Si yo fuera madre y mujer "de allá", seguramente no querría ser liberada. Preferiría vivir oprimida -si es que eso fuera verdad- por los míos, por mis creencias, por mi cultura. ¡El precio a pagar para "vivir" a la manera occidental es demasiado alto!

Temblaría de pensar que mis valores religiosos, mi manera de vida, la herencia cultural para mis hijos, sería cambiada por una orgía de sadismo, prepotencia, soberbia y vergüenza.

Del mismo modo que nosotras, mujeres y madres occidentales, les tememos a ellos, de esa misma manera nos temerán ahora a nosotros. Hemos sido portadores de malas nuevas.

domingo, mayo 09, 2004

LA MEJOR DECISIÓN TOMADA JAMÁS

El 10 de mayo de 1971, Día de la Madre en Guatemala, recibí de regalo un ejemplar de "El Erial" de Constancio C. Vigil. Decía la dedicatoria "Para la madre en potencia que sos" y era del que, algunos años después, sería el coautor de mi mejor obra. En ese momento no comprendí -o no quise hacerlo- lo que esa frase significaría en mi vida, cuando llegara el momento de convertirla en verbo.

A los 19 años de edad, lo último que deseaba pensar era en ser madre. No me sentía preparada para enfrentar el arduo trabajo de criar bebés ni de guiar o formar a otro ser humano cuando ni yo misma sabía cuáles debían ser mis senderos. No tenía valor de hacerme de un compromiso de ese calibre y, ni por asomo, económicamente era el mejor momento para ello.

Así las cosas, transcurrieron algunos años. Recuerdo muy claramente el momento en que, de algún lugar, cayó la certeza de ya sentirme apta para soñar con un hijo. Lo que empezó como una idea, una lucecita verde a la maternidad, poco a poco se transformó en deseo y de allí, pasó a ser un proyecto. A los 27 años y medio, nacía mi única hija, Ana Gabriela. Ese acontecimiento me cambió la vida. Por dentro y por fuera.

Mi sueño profundo y despreocupado desapareció; tal y como mi madre me dijera unas semanas antes del parto, nunca más volví a dormir profundamente, despertaba al más leve sonido. Me salieron alas en los pies y mis ojos fueron los de una mosca. En la duerme vela de mi mente veía la cuna y sabía perfectamente cuándo ella me necesitaba. La experiencia de verla crecer y hacerlo junto con ella fue absolutamente insuperable. Y continúa siéndolo.

Anag, como le llamamos en ocasiones, se casó hace dos años y medio. La escucho hablar del tema "maternidad" y me parece escucharme como en una grabación. No sé si en algún momento cambiará de opinión y me transformará en la abuela chocha que sé que seré, pero sea lo que sea que decida, yo estaré brindándole mi apoyo. Estoy segura que si en algún momento tuvieran un hijo ella y su pareja, lo harían totalmente convencidos de que es en el momento ideal, para beneficio de ellos tres.

Y es porque recuerdo la mejor decisión tomada jamás en mi vida: haber sido madre cuando realmente quise, a pesar de la presión social y religiosa, me hizo valorar el serlo cuando estuve preparada y no me arriesgué a vivir frustrada y amargada por haberlo sido sin haberlo querido.

Un hecho así de sencillo hace la enorme diferencia entre "ser" madre y "decidir" ser madre. Y nos cambia la vida... para bien.

miércoles, mayo 05, 2004

Día de los Trabajadores

Mi padre era el sexto de ocho hermanos. Acostumbraban llamarse a sí mismos "Blanca Nieves y los siete enanos", ya que la mayor y única patoja de todos, Graciela, era seguida de sus siete hermanitos... nada tranquilos. A ella le "tocó" ayudar a María, mi abuela, a criar a sus hermanos, convirtiéndose desde niña en una mujer luchadora y trabajadora que, a los 83 años cuando le llegó la muerte, todavía se levantaba de madrugada diariamente; para las fechas especiales era normal que pasara trabajando hasta 24 horas corridas para preparar los tamales -nuestra comida tradicional y típica de fiesta- que hacía como los ángeles chapines y que para fin de año le encargaban hasta por miles. Nunca supe que dejara de trabajar por estar enferma y era de las mujeres que planchaba la ropa blanca "enyuquillada", que no es otra cosa que almidonada, a pesar de que hace años ya casi nadie se preocupa por esos detalles... aunque sean lindos.

Mi padre estudiaba la primaria y al llegar a sexto grado tuvo que abandonar los estudios para permitir que sus dos hermanos menores pudieran empezarlos, igual que había sucedido con sus hermanos mayores. Así era como los Palmieri empezaban a trabajar para ayudar a la manutención del hogar cuando todavía eran jovencitos. El único de ellos que logró terminar los estudios de bachillerato fue el menor, por razones obvias: no había nadie después de él. El culto al trabajo en esta familia se sentía en el ambiente, en cada uno de estos hermosos y fuertes hombres, aún cuando ya pasados los años habían estragos en sus cuerpos ya viejos.

Cuando terminé la carrera de secretaria, no tuve alternativa. Papá me llamó, nos sentamos uno al lado del otro y me dijo "Ahora a trabajar, m'ija, para ayudar en la casa". Y así fue. En nuestra familia no existían los favoritismos en ese sentido.

Mi padre trabajó toda su vida. Recuerdo que era usual que hiciera largos viajes por Centro América, por carretera, para solucionar problemas que surgían en la empresa de transporte pesado que tenía con su hermano Carlos. Solían llamarlo a cualquier hora del día o de la noche por emergencias y salía en su camionetilla Peugeot verde, durante semanas. En esa época era motivo de fiesta que el viejo no estuviera en casa, éramos adolescentes y él un padre bastante posesivo y celoso. Ahora, a la distancia, me sonrío con una mezcla de nostalgia, simpatía y pena porque nos perdimos todos de bellos momentos por la falta de comprensión entre nosotros. Pero ese es otro tema.

Recuerdo muy claramente verlo en los patios de carga, bajo el sol o la lluvia, con el cigarrillo en la mano... Sus dedos índice y medio totalmente amarillos por la nicotina y con una incipiente deformidad por la artritis reumática. Manos fuertes -al final de la vida con manchas de vejez- que pesaban y mucho en el castigo físico según él merecido, pero que eran capaces de dar la mayor suavidad y ternura del mundo en una caricia. Su pecho ancho y pasado de peso, que tantas veces soportó mi cabeza mientras su mano me acariciaba; y su espalda, que se partía después de conducir durante horas y horas, y que me sirvió de referencia emocional para cubrirme detrás de ella cuando lo necesité.

Papá tenía problemas de salud, desde que recuerdo. Presión sanguínea alta, que por supuesto generó problemas de gota artrítica -¿o qué fue primero, el huevo o la gallina?- y una úlcera duodenal reacia y mal tratada. Dejó de trabajar por eso mismo, por los estragos en su salud. A los 63 años, su principal preocupación -además de mamá, sus cuatro hijas y descendencias- era llegar a ser una carga para cualquiera de nosotras. Eso no llegó a suceder, se fue el 10 de septiembre de 1988.

Su mayor legado, su herencia más valiosa, fue ser un hombre de bien, trabajador incansable y honrado. No pudo concretar muchos de sus sueños, pero nos enseñó también a soñar. Dejó en mí su ejemplo, su amor por la vida productiva y laboriosa, su afán de trabajar para cumplir con su papel de proveedor. Todo lo que soy, en ese sentido, se lo debo a él. No se me ocurre celebrar un Día del Trabajador sin recordarlo. Es la imagen de todo lo que yo quisiera inspirar en mi familia o la manera en que me gustaría ser recordada. ¡Salud, Papi!


Doble moral

Después de enterarme de la publicación de las fotografías de algunos miembros del ejército estadounidense torturando a prisioneros iraquíes (así como aquellas otras de los prisioneros en Guantánamo y que no pasó del intento) leo que el presidente Bush se encuentra "profundamente disgustado" por ellas y me pregunto si este tremendo disgusto se deberá a que las fotos fueron publicadas y no en el sentido del profundo rechazo a la vejación padecida por un ser humano en clara situación de inferioridad.

Vuelve a aparecer la moral "social" de los gobiernos norteamericanos, pues es claro que el ejército de EEUU nunca ha sentido cargos de conciencia con relación a la privación de los derechos de los seres humanos que no sean ellos mismos. Quisiera saber si Bush se ha sentido en algún momento "profundamente disgustado" por la tristemente célebre Escuela de las Américas y sus efectos en Latinoamérica, secuelas que todavía hoy estamos viviendo y que en algunos casos representó la muerte de cientos de miles de seres humanos, como sucedió en mi país.

Toda la angustia, el dolor y el terror que vivimos durante los años de represión -más duros entre 1978 y 1984- fueron provocados directamente por guatemaltecos, claro está. Y no sólo nuestro ejército es responsable. Ellos fueron los co-ejecutores de toda la crueldad con que fue llevado a cabo el exterminio -calificado también como genocidio- que se enfocó, mayormente, en miembros de las etnias indígenas de Guatemala; los propietarios de algunas industrias, algunos hacendados y, por supuesto, el aparato estatal, estuvieron involucrados en la matanza. Pero el ejército norteamericano participó en la guía, asesoramiento y entrenamiento de miembros de nuestro ejército y cuerpos de policía, que se esmeraron en demostrar que eran alumnos aventajados en esa escuela de muerte. Por supuesto, las instituciones norteamericanas famosas por su injerencia en asuntos internos de otros países también fueron responsables.

La guerra -sea cual fuere- es terrible. Pero creo que si los involucrados participan en ella en igualdad de condiciones y se matan entre sí libremente (si se le puede llamar de esta manera) se podría aceptar como algo hasta cierto punto permitido. Usar la fuerza y solazarse en el daño físico y moral que se infringe a cualquier ser humano en inferioridad de condiciones o inutilizado para defenderse, no puede ser llamado de otra manera: es maldad en su más pura expresión, pero "oficializado" por los ejércitos, por los gobiernos, por los responsables sociales se convierte en una abominación.

Este mal en los seres humanos seguirá viviendo por siempre en algunas mentes y almas. El problema es cuando las instituciones con fuerza y poder las hacen propias como normas de comportamiento o, cuando menos, no las combaten en la conducta de sus miembros y hacen caso omiso de los llamados de atención a los mismos, evitando accionar "la rueda de la justicia". Entonces sí, George Bush debería sentirse "profundamente disgustado".