martes, marzo 28, 2006

PENSANDO COMO UN DIOS


En lo que el mundo se revuelve entre la sangre y la porquería de la ambición y la avaricia, muchos seres -¿humanos?- se hacen los locos y vuelven la vista para otro lado, de tal manera que los aperitivos no se amarguen ni el descubrimiento de su inhumanidad le quite espacio al almuerzo.

Se encargan vistosos trajes, algunos realmente ridículos y apayasados, con grandes y largos faldones blancos o morados, depende del escaño que les corresponda ocupar después de los nombramientos acompañados de vinos de primera, viandas impresionantes y alguna que otra travesurilla bajo de agua.

Hay algunos otros que llevan la Biblia permanentemente bajo el brazo, a no ser que la agiten en los rostros de los crédulos que tienen que entregarles hasta el parpadeo, mientras ellos llenan sus arcas personales con diezmos sacados a fuerza, con sangre, sudor y lágrimas. Sin contar con los pastores de almas y ejércitos que han aniquilado poblaciones enteras para luego, con la mejor y más profesional de las hipocresías (si cabe) inventar iglesias y modos de vida para su propia gloria.

En lo que en África las personas se mueren de hambre y de sed, los señorones se ahogan... pero de la risa, mientras uno a otro se cuentan historias verdes que a lo mejor no son otra cosa que experiencias personales mantenidas debajo de las enaguas.

Y mientras deciden a qué niño llevar detrás del altar o dentro del automóvil, se meten en la vida de las mujeres y hombres que viven con los pies en la tierra, de frente a la realidad que les ha tocado -o han elegido- vivir, para decirles que deben seguir trayendo al mundo cualquier cantidad de hijos "que Dios mande", como si ese dios fuera tan sin entrañas para querer que "su creación" pase hambre y limitaciones, para vivir en un mundo de tercera categoría, cantando salmos o pegándose de golpes mientras corre cuentas entre los dedos...

Si a las religiones cristianas les gusta responsabilizar a su dios de todo lo malo que ocurre en el planeta, los otros, los innombrables, gustan de tomar la mano de ese dios pariente del anterior, para con ella cortar manos, cuellos y vidas. En nombre de ese dios y de sus parientes y amigos, corre sangre inocente mientras ellos entregan sus vientres latigueados mil veces antes de explotar, para asegurarse un lugar en su cielo.

Es verdad que las religiones tienen principios de respeto a la humanidad, de caridad y fe; es verdad que muchos seres que han dedicado sus vidas por vocación a esos principios, se entregan totalmente a ellos, pero también es verdad que las políticas y mandatos que dominan a las masas son manipulados para bienestar y gozo de unos pocos, en donde la voluntad divina sale sobrando... si es que alguien en verdad, alguna vez, la conoció.

domingo, marzo 19, 2006

LA DEUDA


Edgar tenía más de 65 años. El corazón le estaba fallando desde hacía mucho y ya había buscado la manera de operarse para que le colocaran un marcapasos y no sabía cuántas cosas más. Pero era miedoso. Desde siempre. Toda esa imagen de bravucón y macho era pura pantalla...

Esa noche, mientras daba vuelta en la cama buscando la orilla, sintió el cuerpo de su mujer que lo buscaba. No soportaba el calor y tenerla cerca le abrumaba. Aunque estuviera dormida.

La presión en el pecho era muy fuerte. La dificultad para respirar, también. Pero no estaba seguro si era por el ambiente húmedo y pesado, por el enfisema provocado por las tres cajetillas diarias de cigarrillos que fumaba desde hacía tres lustros o ese corazón que se estaba volviendo inútil. Se sentó lentamente y se puso los lentes para buscar en la mesa de noche el medicamento que tomaba cuando lo recordaba. Pero no lo encontró.

Recostó la cabeza en la pared y, entrecerrando los ojos, dejó vagar su mente. Llegaron imágenes difusas, un tanto confusas. No recordaba ya qué había sido antes, si el matrimonio con Silvia o el de Leticia. Recordaba que tenía un hijo con Leticia al que nunca más, después de los cinco años, volvió a ver. Se lamentaba ahora que se encontraba solo, sin que sus otros hijos lo buscaran.

Sus otros hijos... Teresa lo había hecho abuelo, Carlos se reusaba a encontrar pareja y Andrés había formado un hogar en aquel país frío y lejano. Ninguno de los tres lo llamaba, ni visitaba jamás. Ahora que lo pensaba, habían transcurrido más de diez años desde la última vez que los vio. Pero no, ahora no los culpaba. Estando tirado allí, jadeando, abrió el alma a la verdad: era lógico que lo evitaran.

Las imágenes de los tres chiquillos pasaban rápidamente: bajo el árbol de Navidad, abriendo los regalos aquella Nochebuena que pasaron juntos, en familia, con poco dinero pero muy unidos. Recién se había casado con Marta y eran felices. Tenía un trabajo que le daba para sobrellevar la vida decentemente... Decentemente. Y así transcurrieron los años, decentemente. Hasta que los niños crecieron y las necesidades se hicieron urgencias. Y lo tentaron. Ya había hecho alguna incursión en el ambiente y, a pesar de que Marta no quería que él se involucrara, había mantenido el secreto durante muchos meses. Después se fueron al norte, buscando seguridad. Y huyendo de ellos cuando la situación se complicó al querer pasarse de listo.

Los niños crecieron. Volvieron del norte y se convirtieron en adolescentes. Y tuvieron más y más necesidades. Y a él, que le gustaba la buena vida, la plata no le alcanzaba para llevarla como quería. Entonces los buscó otra vez. Y ellos le dijeron sí, que sí, que estaba bien. Y volvió todo a empezar. Sólo que ahora sería más importante, ya no tendría un pequeño negocio, sería un importante miembro del grupo.

Y claro, también tendría para pasar buenos ratos. Él y Marta. Él había logrado introducirla y entusiasmarla. Entonces recordó cuando la situación se le fue de las manos y, en medio de una crisis, la golpeó por primera vez. La vio llorando, lastimada y sangrante. Todo lo recordó. También cuando estuvo a punto de matarla, porque ella recriminó sus engaños y le exigió terminar con todo. Esa mujer, que él amó tanto, se convirtió en su enemiga. No podía soportar su vocesita chillona, a toda hora, diciéndole qué hacer, qué pensar, qué sentir...

Fue cuando decidió matarla. Pero la muy taimada descubrió todo y huyó. Sí, se llevó a Andrés con ella, que era su único hijo. Les dejó solos, a él con Teresa y Carlos, como al principio de toda la historia. Entonces se separaron definitivamente, pues no podía tenerlos consigo huyendo todo el tiempo, escondiéndose y teniendo que trasladarse de un lado a otro para seguir en el negocio.

Esas fueron las últimas imágenes de sus hijos que llegaron claramente a su recuerdo. Después, sólo recordaba las reuniones en donde entregaba el producto de la venta y cómo cada vez se fue hundiendo y enredando en esa maraña de mentiras, números, billetes, paquetes, huidas y escondrijos.

Lloró de pena y rabia. Pena de sí mismo, por no haber tenido la voluntad de enfrentar la vida con entusiasmo y fortaleza. Y rabia en contra de la vida, que le dio y quitó a los que más amó. Volvió la cabeza y vio a Catalina, que seguía durmiendo, sudando y gimiendo. Sintió ternura por ella. Eran viejos los dos. O así se sentía él. Quiso cambiar el estado de ánimo, así que se levantó de la cama y buscó el paquetito blanco. Como siempre. Y para siempre.

Colocó el polvillo blanco encima del espejo, lo esparció parejamente y luego lo aspiró por la pajilla de vidrio que Catalina le regaló cuando se conocían. El cerebro se le aceleró y con él, el pulso. Volvió a la cama, esta vez buscando acercarse a Catalina... Pero el dolor se agudizó, haciéndolo llevar ambas manos al pecho, tratando de contenerlo. Apenas tuvo tiempo de recordar el rostro dulce de Marta, su amada Marta, su odiada Marta. Ella sonreía con alegría. Y él, entonces, supo que estaba pagándole todas las que debía.

martes, marzo 14, 2006

MUJERES


El pasado miércoles 8 de marzo "se celebró" el Día Internacional de la Mujer. En este país, además de unas cuantas felicitaciones -entre las pertenecientes al género y muy pocos hombres, aquellos que se atreven- cruzadas por correo electrónico, solamente se vio una manifestación para exigir igualdad, respeto y fin de la violencia en todas sus formas, dirigida a las mujeres de todas las clases sociales y de todas las edades. Un mal terrible que se ha popularizado aunque, si he de ser sincera, creo más que por la impunidad que porque alguien tenga un plan malévolo dirigido únicamente a las damas.

Después de la firma de los acuerdos de paz entre el Estado y los diferentes grupos guerrilleros que pelearon 30 años en estas tierras, las mujeres han empezado a asomar la cabeza y las asociaciones de femeninas artesanas que exportan al norte de América o a Europa, son cada vez más. Las historias de núcleos familiares matriarcales son infinitas y los jóvenes profesionales que han logrado terminar sus estudios debido al esfuerzo de su madres son cada vez más comunes. Esto no es lo raro o extraordinario, sino que las mujeres en mi país empiezan a tener voz... y voto.

Porque ser mujer no es sólo cuestión de género. Es más una manera de vivir, de pensar, de sentir, de actuar. Con los pies sobre la tierra, la mirada en alto y la voz firme. Las manos prestas para el trabajo, la mente ágil y el alma abierta. Ser mujer es ir hombro con hombro, paso a paso, día a día, compartiendo todo lo que la vida nos presenta, sea quien sea la persona que hemos elegido para compartirla, sin imposiciones ni rendiciones, sino con acuerdos y respeto mutuo.

Es estar conscientes de que no somos mejores ni peores, sólo diferentes. Pero que esas diferencias maravillosas nos regalan la oportunidad de convivir y experimentar una vida plena de sorpresas al principio, que se va asentando con el tiempo para dejarnos en una llanura de igualdad y sintonía.

El precioso regalo de la maternidad debe ser eso: una experiencia por la cual atravesar porque realmente la deseamos. Tenemos derecho a decidir, ¡pero debemos hacerlo valer! Es la única manera como nuestro rol de mujer y madre podrá ser pleno, satisfactorio y pletórico de amor. No un acto impuesto por la voluntad de seres ajenos a nuestros úteros, a nuestras vidas; tampoco el resultado de un acto desafortunado o de un accidente. Si ningún ser humano tiene derecho a decidir sobre los hígados, ojo o pulmones de nadie, entonces, ¿por qué vamos a aceptar que un tipo que vive en otro mundo, que es un intruso, pretenda ordenar lo que las mujeres del planeta debemos hacer con nuestros cuerpos?

Nadie ha llegado a la Tierra con la misión de sufrir. Todas tenemos la obligación de buscar la felicidad porque no se puede dar lo que no se posee; y una mujer triste vuelve gris su entorno.

Entonces, amigas, ¡seamos felices y hagamos felices a los que toquen nuestras vidas! Será la única manera de que nuestra presencia permanezca en las pupilas del mundo con luz y color.

lunes, marzo 06, 2006

MIENTRAS CONDUZCO


Transitar por una ciudad con millones de habitantes no es tarea fácil. Menos fácil si el transporte colectivo deja mucho que desear y el parque vehicular se ve aumentado anualmente, casi podría decirse que geométricamente. Las horas pico son insoportables y el desorden que provocan los desesperados es, en ocasiones, peor que los embotellamientos causados por la cantidad de automóviles, buses, motos, camiones, camionetas 4 X 4 -que cada día son más- y sus conductores se transforman en monstruos prepotentes y desconsiderados. Las bicicletas tienden a desaparecer, salvo los domingos, que en algunas áreas de la ciudad, se cierran avenidas amplias y rodeadas de áreas verdes para que adultos y niños lleven allí sus patines, patinetas, triciclos y bicicletas y puedan pasar un buen rato haciendo ejercicio al aire libre sin correr el riesgo de ser atropellados por algún conductor irresponsable.

Durante las largas jornadas matutinas para llegar a la oficina o de regreso a casa por la noche, inventaba ejercicios mentales para no quedarme dormida al volante mientras las largas filas en el tránsito se resistían a caminar. Tal y como mi tía Graciela solía hacer -y supongo que muchas otras personas- empecé por sumar los números de las "placas" (matrículas) de circulación de los automotores que llevaba al frente y probar suerte con ellos: si sale impar, me saco la lotería. Si sale par, llego antes de las 8.

Pero pronto ese ejercicio me cansó. Entonces probé suerte con las marcas. Siempre fue Toyota el nombre que prevaleció sobre las demás en los semáforos. En una proporción de 3 a 1.

Cuando fueron cambiadas las placas anteriores por las que ahora usamos, se incluyeron letras además de números en cada matrícula. Y no vocales, solamente consonantes. El juego entonces fue encontrarle sentido a las letras que van al final de cada número. Por ejemplo, en una matrícula que tenga el dato 456 CRY, no hay mucho para pensar, pero si es 456 TKT, el sonido me lleva hasta una marca de cerveza mexicana muy conocida por estos lares: la Tecate.

Por supuesto, a los pocos días había agotado mis recursos. Así que decidí jugar con la imaginación... y los ocupantes de los vehículos que se encuentran detrás mío. Los observo por los espejos retrovisores y según los vea conversando y gesticulando, esa será la historia que me imagine; probablemente no tenga mucho que ver con lo que en realidad sucede dentro, pero algunas veces no es difícil acertar. Como aquella mañana soleada en que venía un vehículo compacto rojo conducido por un tipo que sonreía con desprecio a la mujer que viajaba a su lado. En un momento dado, él levantó la mano y palmeó el rostro de ella con fuerza; pude ver aparecer en los ojos de la chica temor e indignación, mientras luchaba por contener los manotazos que seguían cayéndole en la cabeza mientras él reía ya, con descarada burla. El semáforo nos dio verde y a propósito aminoré la marcha, pensando en que si los golpes seguían, detendría la marcha para avisar a cualquier policía que, esperaba, encontrara cerca. Las palmadas se detuvieron, hasta que vi que mientras ella trataba de ver hacia afuera por la ventanilla, conteniendo el llanto, él la miraba de soslayo. Algo provocó que su brazo se extendiera con fuerza hacia el costado de la mujer, que se encogió asustada. Justo en ese momento, él le acarició es rostro, mientras se estacionaba para que ella bajara, mientras yo continuaba sobre la avenida en dirección al centro. ¡Fue una experiencia muy desagradable!

Por supuesto, han abundado las situaciones simpáticas, como cuando las personas van cantando y contoneándose felices en su asiento; o si van hablando por el celular con el "manos libres" activado y gesticulan, sonríen o dejan traslucir lo que la conversación les provoca. Y si llevan el teléfono en una de sus manos, el aparatito volará hacia el piso del automóvil si algún policía de tránsito aparece y se convierte en una amenaza.

Anoche vi a un (supuesto) padre que hablaba a una mujer joven (su hija), mientras otra mujer (la madre) escuchaba la conversación desde atrás, sin intervenir. Debía ser algo muy serio lo que conversaban, pues el rostro de la joven se ruborizó en un par de ocasiones, mientras recostaba la cabeza en el respaldo de su asiento; "el padre" la veía con calma pero con seriedad y su mano subía y bajaba con los dedos índice y pulgar juntos, formando un círculo que la chica veía con recelo. En algún momento ella sonrió, entornó los ojos y nuevamente se recostó, mientras hablaba serena. Luego abrió los ojos y miró al hombre con mucha ternura y respeto. Él devolvió la mirada, muy dulcemente y los tres sonrieron. Me gustó pensar que ella superó cualquier tropiezo, quizás de amor, quizás un hijo, de trabajo, por el amor que sus dos acompañantes le demostraron.

Este momento, que duró lo que me llevó circular por casi un kilómetro y un semáforo muy lento, me dejó un buen sabor en el alma. Fue una buena manera de terminar una larga semana...

viernes, marzo 03, 2006

PABLO


Hace algunos años, una de las muy esperadas presentaciones de este cantautor cubano se suspendió debido a que sufrió un accidente y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Fuimos muchos los que nos sentimos frustrados en ese momento, aunque continuamos escuchando sus temas con regularidad, asimilándolos con el mismo entusiasmo y asombro de la primera vez.

A principio de este mes, llegó por correo electrónico la primera comunicación de que se presentaría en nuestro país, lo que provocó una inmediata reacción entre sus seguidores -incluyéndonos- de tal manera que las entradas para el concierto fueron vendidas con celeridad.

Anoche salimos de nuestros trabajos directamente al centro de convenciones en donde se presentó y aunque llegamos con muy buen tiempo de anticipación, ya habían enormes filas de automóviles para entrar a los tres sótanos de estacionamiento. Ni hablar de la cantidad de personas que ya estaban sentadas, ansiosas pero muy compuestas, escuchando los primeros acordes del grupo que abrió el espectáculo. Cuando estos jóvenes guatemaltecos finalizaron su interpretación, inmediatamente salieron al escenario en penumbra los técnicos en sonido y demás involucrados en hacer que las cosas funcionen bien, para que Pablo Milanés apareciera vistiendo -como siempre- muy sencillamente, con paso tranquilo y pausado, hasta la silla en el centro del escenario en donde le esperaban el micrófono y su guitarra.

Durante el tiempo que duró la presentación -aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos- se sonaron los nuevos temas de su último CD, Como un Campo de Maíz. Más de seis mil personas entonamos sus éxitos más conocidos, en una explosión de emociones conocidas, de melancólicos recuerdos, de apasionados acordes. El poder de convocatoria de este fabuloso cantautor es impresionante, pues allí nos dimos cita muchas generaciones, todas amantes tanto de la música cadenciosa y vibrante como de las letras profundas, confrontativas a la vida misma o alegóricas y felices de sus composiciones.

Milanés canta al amor en todos sus estadios, en todas sus figuras y colores. Desde el arrebato del inicio de un romance, pasando por el amor filial, el profundo amor al lugar en donde se nace y vive, a las experiencias sociales que ha vivido o a la inevitable separación de dos amantes que llegaron al final del camino de su convivencia. Nada queda en el tintero de este sabio del sentimiento.

El final llegó intempestivamente, como en estos casos, pero la ovación ininterrumpida, de pie y acompañada de voces para que volviera, lo hicieron regresar -como también lo hacen todos los intérpretes- para cerrar la noche con "Yo no te pido", coreada y acompañada por miles de voces y palmas.

Su cumpleaños 63 fue celebrado anoche entre amigos. Todos ofrendamos nuestra atención y entusiasmo y Pablo nos regaló su entrega y profesionalismo. Fue una noche que perdurará en nuestros recuerdos.