sábado, noviembre 19, 2005

6 X 8... Y NO ES MULTIPLICACIÓN


El domingo pasado, en un hotel ubicado en las afueras de la ciudad, se presentaron dos excepcionales conjuntos de marimba, ambos de mucha calidad interpretativa. Tal y como se ha hecho tradición en este programa desde hace algunos años, al iniciarse el concierto con las notas dulces y nostálgicas del son San Bartolo, el maestro de ceremonias interpreta el poema "La Marimba", de Rudy Solares Gálvez, que en su primer verso, dice:

Cimbra marimba, tu canto
Melodías de cristal,
Y tiembla la cordillera
Cuando clama tu madera
De sonoro instrumental.

Quienes han escuchado en vivo la interpretación de una marimba, saben que las notas arrancadas por las delgadas y finas baquetas al teclado "pícolo", son cristalinas y alegres; mientras que las que surgen de los bajos, son profundas y sonoras. La mezcla de ambos sonidos hacen vibrar a los guatemaltecos, sobre todo aquellos que -como a cualquier otro ser humano le sucede con los recuerdos de su oriundez- han estado lejos del terruño y escuchan marimba en el exilio.

Continúa Solares Gálvez cantándole a la marimba:

Me han dicho que te labraron
En lejanos astilleros;
Que extrañas manos tallaron
Tu linaje, en los linderos
De Honduras o Yucatán;

Pero no, eso es mentira,
Ni eres hija de Lempira
Ni gloria de Yucatán.
Tu numen es de mi tierra,
Raíz maya, voz mengala,
Hormigo de Guatemala,
Que sembró Tecun Umán.

El origen de la marimba
El historiador Celso Lara, director del Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos en Guatemala, dice: "la marimba proviene de Indochina, se desarrolla en África y de allí viene a Guatemala a través de los esclavos negros que son traídos a América, a partir de 1595. Aunque no hay pruebas etnológicas ni arqueológicas de si existía la marimba en el mundo maya, sí había instrumentos que se asocian, como la chirimía".

http://www.tilingolingo.com/marim4-s.htm

Víctor Wotzbelí Aguilar, nacido en Huehuetenango en 1897, se trasladadó con su familia a Quetzaltenango, en donde hizo estudios musicales con los maestros Manuel Sandoval y Jesús Castillo, éste último autor de extraordinarias obras clásicas musicales para ser interpretadas con marimba.

Dice J. Eduardo Tánchez en "La Música en Guatemala, Algunos Músicos y Compositores", que Wotzbelí Aguilar gustaba de transformar el aire del son guatemalteco -triste y cadencioso- en "un movimiento rápido con acompañamiento similar al de la marcha escrita en compás de 6/8", siendo considerado "el compositor de música ligera que más ha penetrado en la conciencia del pueblo guatemalteco, por su estilo específico del uso del compás de seis octavos (comúnmente llamado seis por ocho), ya que en él parece estar cristalizado el espíritu del nativo fusionado con el conquistador". Este ritmo tiene características del son chapín, con acompañamiento rítmico y adaptaciones tonales de la música europea de aquella época, pero continúa siendo disfrutado en muchos eventos sociales actuales.

En este marco fue que participamos de esta fiesta musical guatemalteca. Terminada la primera parte fue servido el almuerzo con platillos típicos del occidente del país, para culminar la tarde con interpretaciones bailables que hicieron que todos los asistentes, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, nos levantáramos de nuestras sillas para deslizarnos por el entarimado de madera al compás de nuestro 6 X 8.

Pude admirar a personas de la tercera edad -y de la cuarta, como dice un viejo y querido amigo de la familia- buscando las manos de hijos e hijas, de parejas o nietos, para disfrutar intensamente del momento. Y a falta de hombres, muchas fueron las mujeres que acompañaron a sus madres, hermanas o amigas en esta danza maravillosa llena de añoranzas y recuerdos, pero también de aliento y esperanza por el futuro de nuestro país. Es así. Es más fuerte que nosotros. Es algo tan vital como el ritmo de nuestra sangre, como la cadencia de nuestros pensamientos. El 6 X 8 es la expresión viva de nuestra guatemalidad, de nuestra identidad.

lunes, noviembre 14, 2005

De vacaciones


En esta temporada del año, las vacaciones de fin de curso se hacen presentes en Guatemala. Junto con el final de la temporada lluviosa, llegan los "exámenes finales" escolares, que en esta nueva era no producen el terror que sentíamos en nuestros años de estudiantes, antes de que llegaran los punteos conformados por zona ganada durante todo el año lectivo, esto es, el porcentaje que representa el esfuerzo efectuado por los alumnos durante todo el año, dividiendo el punteo entre los trabajos en clase, las tareas para la casa y los resultados de las evaluaciones mensuales.

Los barriletes aparecen en el cielo gris guatemalteco que empieza a abrirse cuando el viento norte empuja las nubes con timidez en los primeros días de noviembre. También se pueden admirar los más bellos celajes cuando el sol se oculta. La temperatura empieza el descenso, los días se vuelven radiantes y las calles se llenan de niñas y niños corriendo, montando bicicleta, patinando, jugando fútbol...

Recuerdo claramente cuando nosotras llegábamos felices a las vacaciones. Nos reuníamos con amigas y amigos de la colonia en la que vivíamos, para compartir las actividades que íbamos inventando día a día. Desde las carreras en carretas de cojinetes, deslizándose pendiente abajo en las calles de Utatlán, hasta "los repasos", aquellas fiestecitas juveniles vespertinas a las que todos llevábamos nuestros longplays para animarlas y bailar incansablemente, nuestros días y noches transcurrían entre risas y alegrías, acercándonos cada vez más a las fiestas navideñas y de año nuevo, que nos traían la concreción de nuestros sueños infantiles y de adolescentes, al buscar los obsequios para familiares y amigos y recibir los nuestros, probablemente esperados durante todo el año.

Los recuerdos de nuestras vacaciones escolares son los más bellos. Atesoran el deber cumplido, el descanso largamente esperado y finalmente logrado, la oportunidad de compartir experiencias y momentos cálidos con nuestros amigos, conocer gente nueva e ir adquiriendo madurez. Es una lástima que actualmente los padres de familia se obsesionen con enviar a sus hijos a cursos de vacaciones para "mantenerlos ocupados" fuera de casa, en lugares seguros, eso sí, pero lejos de ellos, de sus hermanos y amigos. Las vacaciones son una fuente maravillosa de experiencias que debieran aprovecharse al máximo.

martes, noviembre 08, 2005


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DE PRINCIPIO A FIN

La vida es un universo de vivencias que están allí, en esta vidriera inmensa, que a veces elegimos para experimentar y, en la mayoría de los casos, nos tocan y arrastran sin haberlas pedido. Cada vida experimenta los mismos acontecimientos, aunque se reciban y procesen en tan diversas formas como seres existen.

El advenimiento de un pequeñísimo e indefenso nuevo ser a nuestras vidas, generalmente nos llena de alegría y entusiasmo, nos contagiamos de ternura y sensibilidad... siempre y cuando este bebé nazca en un ambiente cálido, sea esperado con alegría y amor y no se convierta -por esas cosas de la irresponsabilidad de su padre o madre- en motivo de angustia, desesperación o frustración.

De la misma manera, el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos nos va fortaleciendo y haciendo madurar con ellos; cada logro, por pequeño que sea, es también nuestro y sus conquistas y triunfos nos llenan de satisfacción y orgullo, pues también representan haber cumplido con nuestro deber de guías y amigos.

Por supuesto, es difícil enfrentar los temores, las dudas, las desidias. Nuestros propios demonios pueden, repentinamente, aparecer en los rostros que más amamos y entonces el arrepentimiento y los remordimientos pueden hacer presa fácil de nuestros días y noches.

A cada momento su propio afán. Vemos transcurrir los años, crecen nuestros hijos y llegarán los nietos -algún día- haciendo que el ciclo se complete nuevamente. De padres nos convertimos en abuelos y nuestros padres ven repetir en nosotros sus más lindos y cálidos momentos.

Y es allí que vemos cómo el final del camino de las vidas de los mayores en nuestras familias o amigos se van dando lugar, irremisiblemente. La toma de conciencia de esa realidad siempre llega acompañada de un dulzor-amargo, el agradecimiento a la vida por haber podido compartir momentos vitales, importantes y profundos o los livianos y diarios, sencillos... pero que unos y otros van formando el entramado que nos sustenta, que da fuerza y vitalidad a nuestras propias vidas.

Nada más triste que la partida de los ancianos cercanos. Aquellos que han llenado nuestros días de momentos serenos y plácidos, de los que hemos aprendido a través de los años cosas tan simples como observar las mariposas, quienes han hecho sensible nuestro corazón leyéndonos un poema de amor o han sido la luz que nos saque de las tinieblas de nuestras confusiones existenciales.

Son difíciles momentos, así se trate de un cambio de residencia, de país o el adiós definitivo. Debería quedarnos en el alma el archivo positivo al cual volver para revivir los instantes felices y desechar los amargos y duros que pudieran obstaculizar la despedida final y llenarnos de resentimientos que, indudablemente, nublarán nuestra propia existencia.

Rindo homenaje a los seres maravillosos que he encontrado en mi vida, a los ancianos que me han dado compañía desinteresada, amor filial y sabiduría a manos llenas.