sábado, julio 28, 2007

UNA INVITACIÓN


Hace una semana aceptamos la invitación que nos hicieran desde el Hotel Museo Casa Santo Domingo, en Antigua Guatemala, para pasar con ellos el fin de semana. Como les he comentado anteriormente, Antigua fue asentada en el Valle de Panchoy, en 1543; no pasa de los 32 mil habitantes y dista de la ciudad capital -Guatemala- 45 kilómetros, con un altitud de 1530 metros sobre el nivel del mar. Mejor clima, imposible. Está rodeada por los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango, lo que brinda a la ciudad un encanto difícil de igualar. Por donde quiera que se mire, la naturaleza asoma por encima de los techos de teja de barro de las casas, la mayoría de ellas de tres siglos de edad.

Sus calles empedradas nos llevan al pasado sin ningún esfuerzo y la multiplicidad de restaurantes, de todos los estilos y sazones posibles, nos permiten viajar con el paladar a cualquier rincón de la Tierra. En esta ciudad se han dado cita personas de los cuatro puntos cardinales que llegan como cualquier turista y que deciden permanecer en ella, viviendo y confraternizando con sus habitantes guatemaltecos y extranjeros, lo que provoca que Antigua sea una pequeña ciudad, sí, pero cosmopolita.

Volviendo a nuestros anfitriones, debo decirles que es imperativo que puedan disfrutar de la magia que este fantástico hotel regala a sus visitantes. Inaugurado en 1989 sobre las ruinas del Convento de Santo Domingo de Guzmán, hoy por hoy es en Guatemala un foco de atracción mundial, manteniendo un fabuloso ritmo de trabajo para brindar a los huéspedes y visitantes un nivel de atención absolutamente real. Cada habitación está concebida con exquisito gusto y los niveles de comodidad son excepcionales. Desde las almohadas de plumas que pueden ser solicitadas en la textura que más nos agrade, hasta la placidez de las noches rodeadas de la más hermosa vegetación, iluminados sus corredores, jardines y salones con exquisita discreción haciéndolas silenciosas y mágicas; todo este escenario permite encontrar el sueño extraviado en la ciudad con nuestras carreras y tensiones.

El restaurante de Hotel Museo Casa Santo Domingo ha sido calificado por la revista Conde Nast, en la Lista de Oro 2006, como el tercer lugar de Centro y Suramérica en la categoría de Food Score. Nuestra imaginación culinaria puede hacerse verbo en este estupendo restaurante. Les aseguro que quedarán absolutamente encantados. Y en septiembre 2006, la revista smartertravel.com nombró a Casa Santo Domingo, como le llamamos familiarmente, el lugar número seis en la lista de los diez hoteles más lujosos a nivel mundial.

El fin de semana transcurrió como un suspiro y toda la expectativa se transformó en satisfacción. Mejor, ¡imposible!

Conozca más de la ciudad de Antigua Guatemala en http://www.antiguaguatemala.info/

Y del Hotel Museo Casa Santo Domingo, en http://www.casasantodomingo.com.gt/espanol/index.html

Aunque para disfrutar plenamente de ambos, debe estar allí. ¡Anímese y venga a Antigua Guatemala!

Lo invito a compartir las fotografías de nuestra fantástica estadía, visitando el álbum de fotos en
http://picasaweb.google.com/carmen.palmierisarg/CASASANTODOMINGO/photo#s5090245539376598082

Hasta la semana que viene.

EL GRITÓN


De todos los seres pensantes es sabido que aquel que tiene fe en lo que dice, pleno conocimiento o sustentación de sus creencias y convencimiento de lo que considera verdadero, no tiene motivos ni razón para gritar.

El caso es que, en algunos lugares de América Latina -me confirma mi prima Ana María que es peruano- un niño ha venido presentándose por algunos años, recitando versículos de la biblia, repitiendo líneas a todas luces "guiadas" y sobreactuando su papel de "niño-prodigio-pastor-iluminado", lanzando gritos y prácticamente contorsionándose como en un escenario circense.

Lo más triste de este caso es ver, entre los asistentes a los servicios religiosos, a personas que aparentan criterio maduro, un nivel socioeconómico adecuado para tener la educación y formación que les impida fanatizarse, alzando las manos al cielo y gritando al unísono alabanzas a Dios por las palabras que el pequeño gritón les lanza con una mezcla de torpeza, cursilería, cinismo y falso humor. Este jovencito, que despotrica en contra de la evolución y niega a voz en cuello tener parentezco con el mono, bien podría revisar junto a sus "espíritus guías" cualquiera de las filmaciones de sus peroratas, con humildad y mente amplia, para modificar su estilo francamente simiesco.

Y es que esta humanidad, en su afán de encontrar el camino -o a sí misma- se aferra a lo que considere una tabla de salvación. De tal manera, cuando surgen "iluminados" que dicen lo que los demás anhelan escuchar, se convierten en "salvadores" de almas extraviadas, sin que éstas se detengan a analizar con cordura y utilizando la razón -maravillosa herramienta- si están o no en el camino correcto.

De tal manera, algunas sectas evangélicas consideran "pecado" que las personas hagan evidente su alegría cantando o bailando, frenando, anulando y diabolizando una de las expresiones más maravillosas que podamos encontrar en este nuestro planeta, la música.

Lo digo cada vez que puedo: antes de conectar la emotividad, hay que conectar la razón.

Véalo en http://es.youtube.com/watch?v=RnmBaWy4D

lunes, julio 23, 2007

ESTO ES, EN REALIDAD...


Hoy recibí un texto que cuenta la historia del Día del Amigo. Me pareció interesante cómo mientras su creador, Enrique Ernesto Febbraro, veía la llegada del hombre a la Luna, decidió que ese 20 de julio debía ser el inicio de la celebración a la amistad.

Y ese pensamiento me llevó a otro y ese a otro más, hasta remontarme a mi primera amistad de verdad, allá por los 60's, cuando mi ser atisbaba apenas a la vida, con esa linda mezcla agridulce de curiosidad y temor ante lo desconocido que, para ser sincera, era prácticamente todo. Nuestra vida en la Guatemala de aquellos años era casi como vivir en el interior, pues nuestro barrio quedaba en las afueras, rodeado de árboles y mucho verde, cosa que no es fácil de encontrar en la parte vieja de la ciudad. Allí, mientras iba y venía al colegio, conocí a una chica un año menor que yo. Muy delgada, con un tipo oriental precioso, llena de gracia y simpatía. Madeline se llamaba. Y poco a poco, en cada viaje de nuestro barrio al centro y del centro a nuestras casas, fue creciendo nuestra relación entre risas y llantos, alegrías y tristezas, secretos y descubrimientos. Todos los momentos compartidos, algunos realmente memorables, fueron tejiendo una red fuerte y cálida en donde sabíamos que estaríamos a salvo si, en algún momento, la vida nos obligaba a saltar al vacío.

Por esas cosas de la vida, después de graduarme -siendo yo un año mayor, lo hice antes que ella- y empezar a trabajar, nos alejamos un poco, no nos veíamos con frecuencia, pero nos reuníamos alguna vez para tomar un café y remojar en él los últimos acontecimientos de nuestras vidas. Luego ella se casó y nuestros tiempos se hicieron menos frecuentes. Hasta que un día, estando embarazada, encontré a su madre en el viejo supermercado del barrio y me contó que ella también estaba esperando un bebé y que nacería más o menos en la misma fecha que la mía.

Al llegar a casa llamé al número que me había dado su madre y a partir de ese momento, nos hablamos por teléfono todos los días hasta que me fui al hospital. Ella no llegó a vernos y cuando volví a casa la llamé para hacer los comentarios pertinentes. Allí me enteré que su bebé había nacido y también era una niña. Nuestras hijas se llevan tres días de diferencia.

Durante casi dos años, compartimos más que momentos. Nuestras bebés se reconocían y se buscaban, se convirtieron en inseparables. Cuando volví del Uruguay, volvimos a vernos con asiduidad y nuestras nenas ya esperaban el fin de semana para pasarlo juntas, ya en su casa, ya en la mía. Y así hasta la pre-adolescencia, en que las chicas tomaron diferentes rumbos, diferentes gustos... sin embargo Madeline y yo seguimos viéndonos, un par de veces al año nada más, pero disfrutando del reencuentro como si el tiempo no transcurriera.

Los motivos de risa son ahora diferentes, las preocupaciones otras -tal vez más serias y complicadas-, los sueños se han madurado, algunos son ahora realidades.

Lo más interesante de todo es que cuando la escucho reír y miro sus enormes ojos color café llenos de lágrimas de alegría, a la que veo es a aquella adolescente delgadita y feliz, con la que compartí chistes y anhelos debajo de un paraguas o sentadas en el autobús a casa, tantas veces como inviernos y veranos vivimos juntas, esperanzadas ambas en que la vida nos traería felicidad y amor. Y cuando la pena o el dolor tocó a nuestras puertas, sin mediar palabras supimos lo que hacer para ayudar o apoyar.

Finalmente, creo que esto es, en realidad, ser amigas.

sábado, julio 14, 2007

HÚMEDO PERFECTO


El otro día conversábamos unas amigas y yo respecto a nuestros propios recuerdos relacionados con los besos románticos. Sí, claro, incluye el primer beso que nos diera un jovencito como nosotras, en aquellos dorados tiempos.

Y es que aunque pareciera que el tiempo voló y se fue llevando con él las vivencias de hace... décadas, la verdad es que hay cosas que no se olvidan jamás. Recuerdos tan vivos, tan reales, que pareciera que al cerrar los ojos pudiéramos hasta sentir el aroma del lugar, la temperatura del instante, la emoción en el corazón.

Y es así que puedo revivir mi primer enamoramiento, a los catorce años. Desde la ventana de la cocina y mientras me preparaba el batido de leche y huevo de todas las mañanas antes de salir corriendo a esperar el transporte del colegio, atisbaba atenta hacia la acera del frente; o esperaba escuchar el batir del portón de la casa de "Chico", aquel adolescente tierno que vivía con sus padres a media cuadra y que con sus quince años y todas las tonterías propias de la edad, hacía latir mi ingenuidad por primera vez. Por supuesto que teniendo un padre tan rígido como el nuestro, las cosas no fueron fáciles. Debíamos recurrir a las visitas al supermercado del barrio para comprar un lápiz, un borrador o cualquier otra insignificancia, para tener la oportunidad de caminar juntos las pocas cuadras que nos separaban del -en aquel entonces- enorme almacén, dejando que nuestras manos apenas se rozaran mientras los ojos de ambos lanzaban chispitas de alegría.

La hermosa tarde del primer beso fue una como cualquiera. Nada tuvo de extraordinario, salvo haber cerrado los ojos para que sus labios apenas se posaran sobre los míos, haciendo que la orquesta celestial más hermosa jamás escuchada interpretara una sinfonía de amor... tal como coreaban los jóvenes cantantes del momento que acompañaban nuestro incipiente romanticismo con la misma proporción de cursilería que nosotros poníamos a nuestros momentos de alegría.

A los pocos meses falleció el padre de mi "noviecito" y junto con su madre, abandonó el barrio. Nos hemos vuelto a ver algunas veces durante estos muchos años y aunque nunca hacemos referencia a nuestro "noviazgo", intercambiamos una sonrisa cómplice y silenciosa.

Con el correr del tiempo, los besos cambiaron. De la dulce ingenuidad del primero, llegó el primero del amor intenso y apasionado de mi vida. Y otros besos, diferentes, también fueron probados. Algunos como preámbulo de momentos nuevos y maravillosos; pocos con el sabor dulce-amargo de la despedida. Y otros, más allá de todo, como parte del ritual maravilloso del amor humano.

Sin embargo, ninguno es tan maravilloso como el que se vive con intensidad y entrega, con la intención real de transmitir lo que se piensa y siente en el momento en que se da y se recibe. Aquel que, con toda la madurez de nuestra vida, tiene el sabor de la autenticidad y la autodeterminación, el que se experimenta con los ojos físicos cerrados pero abiertos los de la mente, el que se disfruta con libertad y conciencia, a la espera de que ese beso, húmedo perfecto, sea el mejor de nuestra vida.

Que sus vidas estén pletóricas de estos besos.

Nos vemos la semana que viene.

lunes, julio 09, 2007

EL CAPITAL NO TIENE PATRIA...


Por segunda vez en el año, nuestra ciudad se vio invadida por personajes de gran peso, venidos de tierras lejanas. Ojos oblicuos -achinados, decimos acá- y oscuros, ojos azules y cabellos rubios, barbas oscuras y pieles acaneladas... de todo un poco.

Pero la invasión fue pacífica y amable. Se desarrolló en la capital, Guatemala, la 119 Reunión del Comité Olímpico Internacional para designar la ciudad que será sede de las Olimpiadas de Invierno en 2014. Para participar en ella recibimos a varias personalidades, decía, que movilizaron miles de policías nacionales y de tránsito y al ejército para salvaguardar su seguridad, tomaron a todo el conglomerado hotelero de primera y segunda línea de la ciudad, rebosaron los restaurantes, caminaron alegremente por las calles de la Zona Viva y efectuaron -o apoyaron, según el caso- un intenso cabildeo para lograr la exitosa designación.

El presidente de Corea del Sur, Roo Moo-Hyun, fue el primero en llegar a suelo chapín, para apoyar la candidatura de Pyeong Chang, ciudad de ese país oriental. Vladimir Putin, presidente de Rusia, llegó procedente de EEUU, después de una reunión con el presidente de ese país; su intención: hacer que el esfuerzo de la ciudad Sochi fuera recompensado con su elección. También Salzburgo, en Austria, compitió por la designación, representada por Alfred Gusenbauer, canciller federal de ese país.

Finalmente, después de mucho trabajo y dos rondas de votación, Sochi se impuso a Pyeong Chang, para inmensa felicidad de los rusos, provocando lágrimas de desconsuelo en muchos coreanos, no sólo de la comitiva sino también residentes en el país, tanto de Corea del Norte como del Sur.

La fiesta estuvo lucida, la organización del evento total una maravillosa experiencia para los guatemaltecos involucrados y se cumplió con la meta estipulada. Sin embargo, para nuestro país, hubo otro tipo de ganancias. Los presidentes de Corea del Sur y Rusia, así como el canciller de Austria, sostuvieron reuniones no oficiales con nuestro presidente, Óscar Berger, habiendo llegado a algunos interesantes acuerdos.

ACUERDOS CON COREA DEL SUR
• Acuerdo para un préstamo de US$24 millones para desarrollo económico;
• Donación de US$10 millones para la creación de un centro de capacitación técnico;
• Se eliminó el requisito de visa para viajar entre ambos países.

ACUERDOS CON AUSTRIA
• Cooperación en capacitación turística.

ACUERDOS CON RUSIA
• Apertura de la Embajada de Rusia en Guatemala en enero 2008;
• Posibilidad de inversión de empresas rusas de gas y combustibles, incluyendo estudios para la instalación de una refinería;
• Interés en que una de las compañías de energía más grandes de Rusia construyan una planta eléctrica en territorio guatemalteco;
• Incremento del número de becas de post-grado -en Rusia- para guatemaltecos.

DATO INTERESANTE
El Congreso de la República aprobó reformas a la Ley de Inversión Extranjera, reconociendo en ella la igualdad de derechos entre los inversionistas guatemaltecos y los extranjeros. El único requisito es que estos países pertenezcan a la Organización Mundial del Comercio o que Guatemala haya firmado convenios para que se incorporen a dicha institución. Éste es el caso de Rusia.

La llegada de estas enormes misiones, con todo el personal involucrado en ellas, hace que nuestro país sea conocido. Tanto su naturaleza como nuestra capacidad para el trabajo de organización, apoyo y realización de eventos de esta magnitud, que involucra la calidad de la hotelería, restaurantes, transporte, aeropuerto, seguridad y más. Es una puerta inmensa al turismo que, hasta ahora, no nos llega de esos destinos.

Como dijo uno de los diputados oficialistas: "El capital no tiene patria. Entonces, que se mueva".

domingo, julio 01, 2007

RECICLAJE

La vida, ese maravilloso regalo, ese número premiado, la fantástica aventura de vivir, no siempre nos resulta "tan" buena como cuando estamos de buen humor, mirando a nuestro rededor y percibiendo que las cosas "están bien"...

Porque es fácil hablar con entusiasmo y positivismo cuando se está en lo alto, sentados en la cumbre, mirando hacia abajo con lejanía y comodidad, cierta alegría de no estar en el llano sabiendo que nos espera un camino empinado y difícil para emprender, el que tal vez no logremos remontar rápidamente o, quizás, nunca lo hagamos.

Por supuesto, cada paso, cada pensamiento, cada palabra convertida en sonido o en trazos sobre el papel -antes, ahora en la pantalla- tienen un peso en el desarrollo de esa misma vida. Nada nos es dado porque sí, a no ser la existencia. Un pedazo de plastilina puesta en nuestras manos inocentes e inexpertas, presionándonos todos los días y noches para irla moldeando, sin saber cómo, hasta lograr una figura que realmente nos agrade y valga la pena guardar.

Nadie nos ha enseñado la manera, pero nos ingeniamos para aprender a dar los primeros pasos, a balbucear las primeras sílabas, a ir creando en nuestro cerebro un banco de datos lleno de imágenes y sonidos nuevos que, poco a poco, se van convirtiendo en parte de nuestra misma existencia.

A no ser por los adultos que nos cuidaron, guiaron y enseñaron con amor cuando éramos niños (en la mayoría de los casos nuestros padres y madres empeñosos), las cosas hubieran sido más difíciles para nosotros. Nos fuimos dejando llevar por sus manos, por sus palabras y pensamientos, totalmente confiados en que su criterio estaba lleno de verdad y sabiduría. Hasta que un buen día, en la puerta de la adolescencia, descubrimos que no es así, que muchas veces nuestros conocimientos superaban a los de nuestros guías y nos sublevamos llenos de soberbia y vanidad. Y eso está bien, porque a no ser por ese tipo de descubrimientos probablemente nos quedaríamos sin ver más allá de la barda de nuestro jardín o de las copas de los árboles que circundan nuestro barrio.

Sin embargo, al pasar los años e ir adquiriendo la tan ansiada madurez emocional -ojalá-, nos descubrimos actuando, pensando y sintiendo como nuestros padres. A veces repitiendo los actos que, cuando jugábamos el rol de hijos, nos provocaron heridas y ofensas; nos escuchamos decir las mismas palabras que odiábamos que nos dijeran o pensamos de la misma manera que antes nos pareciera absurda.

Y es que nuestro amor paternal es reciclado. Quedan en nuestro corazón tan grabados los recuerdos durante el primer episodio de aprendizaje en nuestra vida, que es imposible que no hagamos uso de ellos cuando nos toca guiar a nuestros propios hijos. Por supuesto, trataremos de no repetir los errores de nuestros padres, haremos lo imposible por ser modelos de comprensión y amistad, pero por más que nos esforcemos, habrá algo que quedará en el corazón de nuestros hijos y que saldrá a flote en algún momento. Alguna mirada, aquella palabra, una acción reprochable...

Es entonces cuando, como en flashback, encontramos similitud entre nuestros momentos de hijos y de padres; tal vez reconozcamos que tal o cual acto, que nos parecía inaudito en nuestros progenitores, no lo fue tanto en nosotros, ya que lo provocó nuestra preocupación porque nuestros cachorros estuvieran bien, no cometieran un error o no pasaran por un mal momento.

Claro, después, a la distancia, tenemos que aceptar que "echando a perder, se aprende". Aunque el ingrediente mágico, el absoluto y maravilloso medicamento, el que alivia y cura las heridas, nuestro amor, nos ayude a todos a superar aquellos tropiezos.

Que tengan todos momentos de lucidez y amor, que iluminen sus días y noches.