domingo, diciembre 18, 2005

UN RECUERDO IMBORRABLE


Debo haber tenido unos cinco o seis años y estaba atravesando por un ataque de asma muy severo. A pesar de que afuera estaba haciendo mucho frío, estaba sudando y sentía mucho calor. La dificultad para respirar y el aire entrando apenas en mis pulmones producían un pitillo agudo que me asustaba porque significaba que tendría que luchar por mantener el ritmo de respiración, entre la tos y la congestión pulmonar que me provocaba altas fiebres.

Recuerdo claramente que pensaba esa noche que papá me había dicho, unas semanas antes, que Santa Claus me traería una hermosa muñeca bailarina que usaba un vestido con blusa de terciopelo negro y amplia falda de encaje rosado, zapatillas de raso rosadas también, además de medias blancas y ropa interior de encaje blanco. Su cabello dorado estaba recogido en un moño en la nuca, rodeado por una delicada redecilla de finos hilos negros que remataba en un listón rosado y sus enormes ojos azules con largas pestañas negras, se cerraban al acostarla. En el cuello llevaba una gargantilla de terciopelo negro, con una pequeña flor en el centro. Era "mi" muñeca, ¡la que había soñado por tanto tiempo! La ansiedad me quemaba, además de la fiebre, aquella Noche Buena.

Durmiendo a ratos, despertando sobresaltada y temblorosa a consecuencia de los medicamentos que tomaba para contrarrestar la fatiga producida por la dificultad para respirar, en un momento escuché las voces de mis familiares desde la sala, en el primer piso de la casona de mi abuela. Tenía deseos de bajar y estar con ellos, para esperar las 12 de la noche, hora en la que, seguramente, Santa Claus dejaría mi preciosa muñeca debajo del árbol; pero no podía bajar, tenía terminantemente prohibido abandonar la cama.

En una de esas muchas ocasiones en que abrí los ojos en la soledad de mi habitación, descubrí una imagen borrosa que estaba allí, sentada en una silla cercana a mi cabecera. Se trataba de un niño de poco más de 10 años, que recién había llegado del interior cuando un tío abuelo lo adoptó. Al verlo pareció tan asustado como yo, pero luego su presencia firme y atenta me transmitió tranquilidad. Me acercó un plato con la cena navideña que, por supuesto, no quise comer. Entonces desapareció de la habitación para volver a los pocos minutos acompañado de mis padres, quienes me contaron cómo había llegado Santa Claus a la casa para dejar mi hermosa bailarina, que fue depositada en mis brazos débiles por la fiebre. Mis padres me besaron y dejaron a Ángel -que así se llamaba aquel niño- haciéndom compañía mientras los dos devorábamos nuestras cenas.

Estas imágenes son las que primero acuden a mi mente cuando pienso en las navidades idas: estoy enferma y soy cuidada por un niño apenas mayor que yo, que fue atento, cortés y solidario. Y mi anhelo infantil hecho realidad a través del amor de mis padres.

¿Qué mejores mensajes puedo tener desde mi infancia?

Deseo que tengan todos ustedes una muy feliz Navidad, a pesar de las inconveniencias y obstáculos que la vida pueda presentarles. Que las experiencias valiosas sean las que perduren en sus corazones y en sus recuerdos.

LLEGANDO... LLEGASTE


En esta ciudad de 3 millones de habitantes, con una multiculturalidad (como gustan ahora decir los sociólogos guatemaltecos) asombrosa, en donde sufrimos el azote de la delincuencia juvenil organizada ahora llamada "maras"; en donde el narcotráfico tiene copados algunos barrios a donde no se va ni soñando; con la corrupción política en su más alto nivel histórico... también tenemos cosas lindas.

Hay fechas que nos unen, que nos animan, que nos transforman el pensamiento. Que hacen que nuestro cielo azul celeste nos parezca mucho más intenso, que el viento que atraviesa el valle colándose entre las montañas nos parezca más limpio y fresco, que nos hacen disfrutar de la vida, de los amigos, de la familia. Claro, como en todas las sociedades del mundo.

Pero sin temor a equivocarme, digo que cuando se aproxima el fin de año nuestras mentes predispuestas se rinden a su encanto y, así, como atados de pies y manos, nos dejamos llevar por la emoción que empieza en noviembre, cuando llegan los vientos fríos del norte y los campos se tiñen de amarillo por las "flores de Muerto", llamadas así porque para el Día de los Muertos son las que mayormente adornan las tumbas. Ese airecito frío, que te agarra desprevenida y te "tuesta" los labios, te pone el cabello liso y te resfría si no te cuidás, es el preámbulo a la temporada que está grabada en fuego en el recuerdo de muchas generaciones chapinas. Las vacaciones del fin de curso escolar coinciden con el fin de año, así que es muy normal ver las "palomillas" de patojas y patojos jugando en las calles o en los parques barriales, saliendo a la calle a volar barriletes, pasando el rato en los centros comerciales, tomándose una gaseosa en las refresquerías o yendo al cine por la tarde para estar de vuelta en sus casas al anochecer. La actividad dependerá de la edad de los niños.

Acá la vida empieza temprano, se aprovechan las mañanas y el tiempo "abunda". De tal manera que los comercios abren, en su mayoría, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche sin cerrar a medio día. Pero a fin de año se vuelan los horarios y es muy normal que los centros comerciales trabajen 14 horas continuas. Cuando los días se acercan a la Navidad, algunas cadenas de supermercados y tiendas por departamentos se mantienen abiertos hasta 24 horas. Sí, claro, a tal extremo llega el consumismo en estas fechas, que hay público para toda hora. Para los trabajadores de estos negocios es una manera de incrementar su ingreso para ayudarse con los gastos lógicos de las celebraciones.

Sin embargo, lo mejor de todo es de qué manera la ciudad se maquilla para las fiestas. Aparecen los adornos navideños en rojo y verde que decoran las avenidas más importantes durante el día y se iluminan con cientos de "foquitos" durante la noche, haciendo túneles de luces de colores y formas variadas que entusiasman al más frío de corazón.

Los árboles navideños se yerguen con vestidos nuevos, coloridos todos. Uno alto de 15 metros, que una marca de cerveza importante de este país patrocina, se levanta en uno de los cruces más transitados del sur de la ciudad y sirve de imán para que miles de chapines lo visiten durante los fines de semana, en que también se hacen conciertos al aire libre, actividades para los niños y se pueden compartir deliciosos antojos típicos muy consumidos en cualquier lugar del país.

La temporada de fin de año es preciosa. Independientemente de si se celebra la fecha cristiana o no, el ambiente sensibiliza a la mayoría y nos convierte en seres de buena voluntad. Nos hace llegar al umbral de lo que, probablemente, sea el paraíso.

sábado, noviembre 19, 2005

6 X 8... Y NO ES MULTIPLICACIÓN


El domingo pasado, en un hotel ubicado en las afueras de la ciudad, se presentaron dos excepcionales conjuntos de marimba, ambos de mucha calidad interpretativa. Tal y como se ha hecho tradición en este programa desde hace algunos años, al iniciarse el concierto con las notas dulces y nostálgicas del son San Bartolo, el maestro de ceremonias interpreta el poema "La Marimba", de Rudy Solares Gálvez, que en su primer verso, dice:

Cimbra marimba, tu canto
Melodías de cristal,
Y tiembla la cordillera
Cuando clama tu madera
De sonoro instrumental.

Quienes han escuchado en vivo la interpretación de una marimba, saben que las notas arrancadas por las delgadas y finas baquetas al teclado "pícolo", son cristalinas y alegres; mientras que las que surgen de los bajos, son profundas y sonoras. La mezcla de ambos sonidos hacen vibrar a los guatemaltecos, sobre todo aquellos que -como a cualquier otro ser humano le sucede con los recuerdos de su oriundez- han estado lejos del terruño y escuchan marimba en el exilio.

Continúa Solares Gálvez cantándole a la marimba:

Me han dicho que te labraron
En lejanos astilleros;
Que extrañas manos tallaron
Tu linaje, en los linderos
De Honduras o Yucatán;

Pero no, eso es mentira,
Ni eres hija de Lempira
Ni gloria de Yucatán.
Tu numen es de mi tierra,
Raíz maya, voz mengala,
Hormigo de Guatemala,
Que sembró Tecun Umán.

El origen de la marimba
El historiador Celso Lara, director del Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos en Guatemala, dice: "la marimba proviene de Indochina, se desarrolla en África y de allí viene a Guatemala a través de los esclavos negros que son traídos a América, a partir de 1595. Aunque no hay pruebas etnológicas ni arqueológicas de si existía la marimba en el mundo maya, sí había instrumentos que se asocian, como la chirimía".

http://www.tilingolingo.com/marim4-s.htm

Víctor Wotzbelí Aguilar, nacido en Huehuetenango en 1897, se trasladadó con su familia a Quetzaltenango, en donde hizo estudios musicales con los maestros Manuel Sandoval y Jesús Castillo, éste último autor de extraordinarias obras clásicas musicales para ser interpretadas con marimba.

Dice J. Eduardo Tánchez en "La Música en Guatemala, Algunos Músicos y Compositores", que Wotzbelí Aguilar gustaba de transformar el aire del son guatemalteco -triste y cadencioso- en "un movimiento rápido con acompañamiento similar al de la marcha escrita en compás de 6/8", siendo considerado "el compositor de música ligera que más ha penetrado en la conciencia del pueblo guatemalteco, por su estilo específico del uso del compás de seis octavos (comúnmente llamado seis por ocho), ya que en él parece estar cristalizado el espíritu del nativo fusionado con el conquistador". Este ritmo tiene características del son chapín, con acompañamiento rítmico y adaptaciones tonales de la música europea de aquella época, pero continúa siendo disfrutado en muchos eventos sociales actuales.

En este marco fue que participamos de esta fiesta musical guatemalteca. Terminada la primera parte fue servido el almuerzo con platillos típicos del occidente del país, para culminar la tarde con interpretaciones bailables que hicieron que todos los asistentes, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, nos levantáramos de nuestras sillas para deslizarnos por el entarimado de madera al compás de nuestro 6 X 8.

Pude admirar a personas de la tercera edad -y de la cuarta, como dice un viejo y querido amigo de la familia- buscando las manos de hijos e hijas, de parejas o nietos, para disfrutar intensamente del momento. Y a falta de hombres, muchas fueron las mujeres que acompañaron a sus madres, hermanas o amigas en esta danza maravillosa llena de añoranzas y recuerdos, pero también de aliento y esperanza por el futuro de nuestro país. Es así. Es más fuerte que nosotros. Es algo tan vital como el ritmo de nuestra sangre, como la cadencia de nuestros pensamientos. El 6 X 8 es la expresión viva de nuestra guatemalidad, de nuestra identidad.

lunes, noviembre 14, 2005

De vacaciones


En esta temporada del año, las vacaciones de fin de curso se hacen presentes en Guatemala. Junto con el final de la temporada lluviosa, llegan los "exámenes finales" escolares, que en esta nueva era no producen el terror que sentíamos en nuestros años de estudiantes, antes de que llegaran los punteos conformados por zona ganada durante todo el año lectivo, esto es, el porcentaje que representa el esfuerzo efectuado por los alumnos durante todo el año, dividiendo el punteo entre los trabajos en clase, las tareas para la casa y los resultados de las evaluaciones mensuales.

Los barriletes aparecen en el cielo gris guatemalteco que empieza a abrirse cuando el viento norte empuja las nubes con timidez en los primeros días de noviembre. También se pueden admirar los más bellos celajes cuando el sol se oculta. La temperatura empieza el descenso, los días se vuelven radiantes y las calles se llenan de niñas y niños corriendo, montando bicicleta, patinando, jugando fútbol...

Recuerdo claramente cuando nosotras llegábamos felices a las vacaciones. Nos reuníamos con amigas y amigos de la colonia en la que vivíamos, para compartir las actividades que íbamos inventando día a día. Desde las carreras en carretas de cojinetes, deslizándose pendiente abajo en las calles de Utatlán, hasta "los repasos", aquellas fiestecitas juveniles vespertinas a las que todos llevábamos nuestros longplays para animarlas y bailar incansablemente, nuestros días y noches transcurrían entre risas y alegrías, acercándonos cada vez más a las fiestas navideñas y de año nuevo, que nos traían la concreción de nuestros sueños infantiles y de adolescentes, al buscar los obsequios para familiares y amigos y recibir los nuestros, probablemente esperados durante todo el año.

Los recuerdos de nuestras vacaciones escolares son los más bellos. Atesoran el deber cumplido, el descanso largamente esperado y finalmente logrado, la oportunidad de compartir experiencias y momentos cálidos con nuestros amigos, conocer gente nueva e ir adquiriendo madurez. Es una lástima que actualmente los padres de familia se obsesionen con enviar a sus hijos a cursos de vacaciones para "mantenerlos ocupados" fuera de casa, en lugares seguros, eso sí, pero lejos de ellos, de sus hermanos y amigos. Las vacaciones son una fuente maravillosa de experiencias que debieran aprovecharse al máximo.

martes, noviembre 08, 2005


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DE PRINCIPIO A FIN

La vida es un universo de vivencias que están allí, en esta vidriera inmensa, que a veces elegimos para experimentar y, en la mayoría de los casos, nos tocan y arrastran sin haberlas pedido. Cada vida experimenta los mismos acontecimientos, aunque se reciban y procesen en tan diversas formas como seres existen.

El advenimiento de un pequeñísimo e indefenso nuevo ser a nuestras vidas, generalmente nos llena de alegría y entusiasmo, nos contagiamos de ternura y sensibilidad... siempre y cuando este bebé nazca en un ambiente cálido, sea esperado con alegría y amor y no se convierta -por esas cosas de la irresponsabilidad de su padre o madre- en motivo de angustia, desesperación o frustración.

De la misma manera, el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos nos va fortaleciendo y haciendo madurar con ellos; cada logro, por pequeño que sea, es también nuestro y sus conquistas y triunfos nos llenan de satisfacción y orgullo, pues también representan haber cumplido con nuestro deber de guías y amigos.

Por supuesto, es difícil enfrentar los temores, las dudas, las desidias. Nuestros propios demonios pueden, repentinamente, aparecer en los rostros que más amamos y entonces el arrepentimiento y los remordimientos pueden hacer presa fácil de nuestros días y noches.

A cada momento su propio afán. Vemos transcurrir los años, crecen nuestros hijos y llegarán los nietos -algún día- haciendo que el ciclo se complete nuevamente. De padres nos convertimos en abuelos y nuestros padres ven repetir en nosotros sus más lindos y cálidos momentos.

Y es allí que vemos cómo el final del camino de las vidas de los mayores en nuestras familias o amigos se van dando lugar, irremisiblemente. La toma de conciencia de esa realidad siempre llega acompañada de un dulzor-amargo, el agradecimiento a la vida por haber podido compartir momentos vitales, importantes y profundos o los livianos y diarios, sencillos... pero que unos y otros van formando el entramado que nos sustenta, que da fuerza y vitalidad a nuestras propias vidas.

Nada más triste que la partida de los ancianos cercanos. Aquellos que han llenado nuestros días de momentos serenos y plácidos, de los que hemos aprendido a través de los años cosas tan simples como observar las mariposas, quienes han hecho sensible nuestro corazón leyéndonos un poema de amor o han sido la luz que nos saque de las tinieblas de nuestras confusiones existenciales.

Son difíciles momentos, así se trate de un cambio de residencia, de país o el adiós definitivo. Debería quedarnos en el alma el archivo positivo al cual volver para revivir los instantes felices y desechar los amargos y duros que pudieran obstaculizar la despedida final y llenarnos de resentimientos que, indudablemente, nublarán nuestra propia existencia.

Rindo homenaje a los seres maravillosos que he encontrado en mi vida, a los ancianos que me han dado compañía desinteresada, amor filial y sabiduría a manos llenas.

domingo, octubre 23, 2005


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DE LOS PRECLAROS

En este lado del mundo en el que la influencia es directa del norte-norte -ya ustedes saben- lo que se lee, mira y escucha no siempre es lo mejor del mundo.

Debo reconocer que este asunto de Internet ha ampliado nuestro horizonte y nos ha permitido el acceso al inmenso mundo allá afuera de nuestra franjita de tierra, en la que somos casi contorsionados entre el norte que pareciera moverse para el oeste y el sur hacia el este, retorciendo y halando nuestra banda y con ella nuestras costumbres y tradiciones, nuestros pensamientos, prioridades, creencias y falencias.

Ese norte hala tanto, tanto, que ese poder de tracción se ha llevado -y seguirá llevando- cientos de miles de hombres y mujeres de pieles y cabellos oscuros, con ojos rasgados y profundamente negros, que han ido buscando un estilo de vida que no es el suyo, tal vez pensando recuperar lo que acá se perdió, hace 500 años, cuando eran amos y señores de este país verde esmeralda. Y, decía, con la fortísima influencia que tenemos -tallada en los huesos y grabada en los sueños- lo que aprendimos vino preconcebido y destinado a nuestras mentes, monitoreado y dirigido para que siguiéramos enfrascados en nuestra pequeña provincia, sin conocer todo el maravilloso universo de pensamientos que crecen como la hierba allá afuera.

Pero lo que ha de ser, será. Y llegó Internet para abrir brecha y formar redes de pensamientos y sentimientos; haciendo colmenas de intereses, grupos de discusión en los que todos podemos ir y venir sin dramas, aprendiendo y enseñando desde nuestro más íntimo rincón, aquel lugar en el que nos sentimos a gusto con nosotros mismos y nuestros visitantes virtuales.

Así, le damos cabida en nuestras pupilas a los pensamientos nuevos o viejos conocidos, seguimos la huella de las reflexiones de algunos seres especiales que antes de la virtualidad ya eran, ya tenían el poder de transmitir sus ideas claras y valientes, razonadas y pragmáticas, aquellas que dan luz en el camino de tinieblas del pensamiento joven, del que aún no se abre a las posibilidades diferentes a las que le acompañan desde su nacimiento. Fueron esas mentes las que también se hicieron fácil espacio en la red, ampliando la cobertura de influencia -esta vez, aceptada y no impuesta- en nosotros.

De esta manera tenemos la oportunidad de aprender, de comprender, de convivir con seres lejanos, otrora extraños, pero que se convierten en compañeros del desayuno diario, mientras se les lee entre sorbo y sorbo de café. Mientras, su verdad nos toca, nos enfrenta, nos abre los ojos. A veces, probablemente, no estaremos de acuerdo con ella, pero es fabuloso poder compartirla y rebatirla mientras devoramos las líneas negras que nos dejan más, mientras se van haciendo menos.

Eduardo Haro Tecglen ha sido una de esas figuras importantes. Claro, conciso, preciso. Para muchos, quizás, irreverente y grotesco; para muchos otros fue el balde de agua fría que se llevó muchas telarañas que mantenían atadas sus creencias y cerradas las ventanas de su mente a la luz de la verdad.

¡Qué pena que se haya ido! Sin embargo, seguirá siempre vigente porque el ser humano también lo será; siempre tendremos las mismas dudas que podremos aclarar, en parte, con las respuestas de Haro Tecglen. Gracias a él y a su valentía.

lunes, octubre 17, 2005


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Stan

Los daños causados por los embates de la naturaleza duelen. Y duelen más cuando suceden en nuestra propia tierra, cuando afectan a nuestra gente y vivimos la crisis con todos los sentidos. Una fuerza demoledora llegó en los primeros días de octubre a nuestras costas en el Pacífico, con el nombre de Stan. Este huracán fue adentrándose por el sur occidente del país en su paso hacia territorio mexicano, en donde ocasionó daños. También fue afectado El Salvador. Su fuerza fue mayor que la de Mitch en 1998.

Las lluvias provocaron que los ríos del país crecieran y se salieran de cauce, causando inundaciones dramáticas; este fenómeno al que estamos acostumbrados y se repite año con año en algunos lugares de la costa sur, ahora se multiplicó y apareció en todo el territorio azotado. Las montañas se desmoronaron, causando aludes y deslaves que cayeron sobre poblaciones enteras, habiendo dejado enterradas a comunidades enteras con 3 ó 4 metros de lodo y escombros sobre ellas.

La fuerza brutal del agua arrancó algunos puentes de sus bases, así como trozos de carretera; cientos de derrumbes sobre las vías de acceso de cualquier importancia limitaron el paso, y el rescate y ayuda de los damnificados se dificultó y retrasó ostensiblemente debido a que no se tenía acceso a las áreas de riesgo por carretera y los aviones pequeños y los helicópteros tampoco podían volar por el peligroso techo de nubes.

Paso a paso ha ido llegando la ayuda a cada comunidad, para encontrar dolor y muerte en muchas de ellas o en otras el desconsuelo por la pérdida de bienes materiales, por las cosechas arrasadas y por la desesperación de tener el agua lodosa hasta la cintura, aunque no se lamente pérdida de vidas humanas.

Seguir hablando del dolor, de las muchísimas imágenes que han circulado por la red o han aparecido en los reportajes de la televisión, sería redundante y morboso. Prefiero comentar acerca de algunas personas especiales, de seres humanos que por fuera y desde lejos se ven comunes y corrientes pero si se los analiza y observa detenidamente se ven diferentes. Son los héroes anónimos. Aquellas personas que al aparecimiento de la necesidad, de la emergencia, del dolor de su prójimo, accionan sin pensarlo dos veces y arriesgan su propia vida en la entrega a su trabajo.

Así, un único bombero voluntario en una comunidad, un hombre de más de 35 años que, a pesar de su poca instrucción ha pasado años de su vida entregado a la tarea de enseñar a sus coterráneos primeros auxilios; esa preocupación multiplicó entonces las posibilidades de salvamento en esta circunstancia que golpeó su aldea. Andrés* llora de angustia y pena cuando recuerda que no pudo sacar a tiempo a una niña que divisó en la penumbra de una casa arrasada, quien desapareció ante sus ojos a pesar de su tremendo esfuerzo por rescatarla. Durante más de cuatro días, casi sin dormir, estuvo trabajando en el rescate de damnificados y los pobladores de su aldea ahora lo llaman "nuestro héroe Andrés".

De la misma manera, don Mario*, el único carpintero de una comunidad, pasó toda la noche en un taller instalado emergentemente y fabricó 35 ataúdes que donó a los deudos de los fallecidos. Salió al día siguiente para ayudar al rescate de sus vecinos.

Sería muy largo enumerar los cientos de personas que abandonaron sus actividades normales para trasladarse a los cientos de centros de acopio que aparecieron en la capital de Guatemala, sobre todo, desde donde fueron distribuidos a los lugares afectados cargamentos de agua pura embotellada, ropa, comida, leche, biberones, frazadas, medicinas... El espíritu de solidaridad se hizo evidente y se unieron esfuerzos con la ayuda internacional que llegó a nuestros aeropuertos desde la lejana Europa, nuestra América toda y el Caribe. Efectivo para la reconstrucción de puentes, carreteras, escuelas y hospitales; y para ayudar a los afectados en la reconstrucción de sus hogares y a enfrentar la pérdida de las cosechas. También llegó valiosa ayuda médica, ropa, comida, perros entrenados en la búsqueda de sobrevivientes, medicamentos, ingenieros, tractores, gasolina.

La crisis apenas empieza a sentirse. Segun los datos oficiales, las lluvias han causado al menos 656 muertos, 841 desaparecidos, 381 heridos, 240.105 damnificados, 1.500,000 afectados directamente, 2 millones afectados indirectamente, 140,266 personas atendidas en albergues. Se cuentan 771 comunidades afectadas, más de 24 mil viviendas afectadas, más de 8 mil destruidas. Los puentes daños fueron 155, los destruidos 32 y las carreteras dañadas 130. Pero todos sabemos que las cifras nunca revelan la realidad. Y nuevamente nuestro pueblo, el más pobre y limitado, ha sido el que más sufrió pérdidas y dolor.

Creo que ésta debiera ser la oportunidad para empezar a trabajar en programas de fondo que vayan modificando la realidad de mi país. Este gobierno tiene la oportunidad (lamentablemente provocada por este terrible huracán) para cambiar la historia. Y nosotros, los guatemaltecos, para hacer de nuestra solidaridad momentánea, una manera de vida.

*Nombres ficticios

lunes, octubre 10, 2005


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VAL

Los recuerdos más felices de mi infancia están ligados a mi tío Paco y sus tres hijos, mis primos hermanos: Pancho, Tono y Pepe, hijos del único hermano de mi madre. Ellos fueron los hermanos varones que no tuvimos nosotras -mis tres hermanas y yo- y con quienes nos veíamos dos veces al año: para las vacaciones de Semana Santa y para las vacaciones de fin de año escolar, de octubre a enero. Entonces nosotras viajábamos hasta la costa sur, casi frontera con México, a la finca de mi abuelo, Dalmacia, en donde ellos vivían.

Todo cambiaba entonces para mí: el asma que padecí de los dos a los doce años desaparecía como por encanto, me sentía libre como un gato montés y amada y apreciada por mi querido tío, quien siempre procuraba darnos momentos felices, llenos de sana distracción.

Entre las variantes de esa distracción estaba un enorme cajón de madera, de más o menos un metro de altura, que a cada visita corríamos a revisar mi hermana Sandra y yo. Levantábamos la tapa y allí adentro estaba el tesoro, muy bien guardado por Pancho y Tono (que tienen más o menos la misma edad que nosotras dos, otra razón para llevarnos muy bien): eran todos los "chistes"* que nuestra imaginación podía ver materializados y guardados en el mismo lugar, esperando por nosotras. Mi tío se los compraba a los niños y ellos, conociendo nuestro gusto por leerlos, se preocupaban de tratarlos con cuidado para que, a nuestra llegada, pudiéramos disfrutarlos.

Teniendo unos nueve años, mis favoritos eran La Pequeña Lulú, Anita y Toby aunque debo reconocer que me gustaban mucho las brujitas que aparecían siempre en una historia secundaria de cada entrega. Cuando tenía unos 11 años, me incliné por Archie: no podía comprender cómo Verónica prefería a Carlos, siendo que el pelirrojo Archie era el protagonista de la historia; Torombolo me sacaba de quicio y aquel grandote come-hamburguesas me daba pena.

Ya de regreso a la ciudad, buscaba en las ediciones de nuestros diarios las tiras cómicas que publicaban siempre: Olafo, El Fantasma, Mandrake el Mago, Rip Kirby y El Príncipe Valiente. En la edición dominical, en un fascículo extra, venía cada historieta ¡en una página entera!, que le tomábamos prestado al diario antes de que papá lo tomara para leerlo. Muy secretamente fui interesándome más y más en Val, El Príncipe Valiente, y en su desarrollo; tal vez fuera porque, de alguna manera, identificaba su crecimiento, la búsqueda del amor, de la madurez en sus acciones y en la concretación de su vida de adulto, con la misma búsqueda que yo iniciaba camino de la adolescencia y juventud. Las imágenes detalladas, con los personajes dibujados casi como fotografías me parecían preciosas y la historia que empecé siguiendo por simple disfrute, llegó a ser la interrogante semanal más fielmente guardada en mi mente preadolescente. Me parecía una historia absolutamente creíble y digna de admiración y respeto.

Los recuerdos de la niñez, decía, los más gratos, están atados a los "chistes"* de nuestros primos, que con el tiempo fueron cambiando por revistas y libros, haciéndose cada vez más escasos. Llegó un momento en el que no vi más ninguno de ellos, aunque sus enseñanzas perdurarán para siempre en mi memoria.

*Nombre con el que se llama a los comics en Guatemala.

domingo, septiembre 25, 2005


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LAS DIFERENCIAS

La palabrita "clima" me tiene los cabellos de punta. En todos los diarios, telenoticieros, internet y cualquier otro medio, los problemas climatológicos han llenado páginas y páginas de los excesos de la Naturaleza, resultado probable de los abusos que nuestra raza ha cometido en los últimos decenios y que ahora están dando los frutos que nos merecemos.

Desde que el Niño hizo su aparición hace unos buenos lustros, la situación no ha dejado de empeorar. En esta franja del planeta se han movido las estaciones -se corrieron en su llegada- de tal manera que las frías épocas navideñas, con días azules y lumínicos, se han convertido en días grises y amenazantes de una lluvia que no termina de caer, pero que agudiza el frío en esa mezcla de climas.

Nuestras vacaciones de Semana Santa, otrora cálidas y radiantes, se han convertido en un juego de adivinanzas climáticas, porque no sabemos si usaremos traje de baño o suéter.

Estando nuestra ciudad rodeada de montañas se mantiene a cubierto de huracanes y ciclones lo que hace que el paso de ellos sólo sea sentido en forma de lluvia persistente. Así que ver las imágenes de los lugares afectados por fenómenos naturales violentos de ese tipo produce en nosotros una mezcla de ansiedad y agradecimiento con la vida, que nos ha permitido morar en este lugar privilegiado... sí, claro, tenemos terremotos, ¡pero no es lo mismo!

El pasado 26 de diciembre, mientras estábamos gozando de unos días de descanso en el lago de Atitlán, vimos la noticia del tsunami que afectó las costas de Tailandia, Indonesia, India, Sri Lanka y los países del sureste asiático. Pasaron muchos días antes de que olvidáramos las dantescas imágenes que dieron la vuelta al mundo, en donde miles de personas perdieron la vida sin apenas darse cuenta de lo que estaba sucediendo. En su mayoría, seres humanos pobres, muy pobres, habitantes de esas costas.

El sentimiento de miedo, frustración y desprotección que pudimos percibir a través de fotografías y videos, se ha repetido ahora con Katrina, pero en otros rostros. Con otro color de piel, con otra forma de ojos, con cabellos distintos. Tal vez la diferencia más notoria entre unas imágenes y otras sea que en las más recientes, se percibe una profunda desesperanza. Miradas de espantoso abandono, de impotencia absoluta.

Hace un par de noches vimos en un telenoticiero una entrevista a varios centroamericanos que vivieron la furia de Katrina en New Orleans. Ellos fueron filmados en el mismo lugar de los hechos, caminando con el agua hasta el pecho, buscando refugio seguro. Contaban, entrecortadamente, que llevaban cuatro días caminando en esas mismas condiciones y que las lanchas de salvamento que encontraron en su camino pasaban de largo a pesar de sus llamados de auxilio. Ninguna de ellas se detuvo para brindarles ayuda, ni tan siquiera para pedirles paciencia. Simplemente los veían, reconocían que eran latinos y seguían de largo.

Estas acciones son las más duras diferencias entre esta devastadora desgracia natural y otras muchas que se han dado en el planeta, a través del tiempo. La falta de humanidad, la ausencia absoluta de caridad, han convertido a los supuestos salvadores de vidas en monstruos de discriminación, rudos y fríos.

Es un imperio que se cae a pedazos de podredumbre. Y ni el dios que habita en la cabeza de su líder podrá evitar que el estrépito de su caída se escuche en todos los rincones de la Tierra.

lunes, septiembre 19, 2005


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LIBERTAD, 15 DE SEPTIEMBRE

Ayer estuvimos de fiesta. Fiesta cívica. Cumplimos 184 años de ser independientes. O de pretender serlo, más bien. De que nuestros "próceres" nacionales decidieron, sin sangre, independizarse de la corona española para no pagar más tributos. Y fue tan tranquilo el asunto que doña Dolores Bedoya de Molina, esposa de uno de los mencionados próceres, Pedro Molina, salió a dar gritos de libertad frente a su casa, en compañía de algunos niños que tiraron cohetillos para celebrarlo. Nada de sangre, dije. ¿Los indígenas de esa época? Ni fu, ni fa, ni enterados.

Sin embargo, todo el entramado social de esa época, con sus espantosos complejos, prejuicios, irresponsabilidades sociales y demás males, fue heredado, mantenido y "apapachado" por generaciones de guatemaltecos a los que les ha convenido quedarse detenidos en el tiempo, para seguir disfrutando de las ventajas de ser amos y señores no sólo de la fuerza económica sino, en muchísimos casos, de la vida misma de sus trabajadores y colonos.

Y hablando un poco de la situación socioeconómica de los guatemaltecos, hoy justamente fueron publicados los resultados de algunas investigaciones, mediciones y certificaciones efectuadas al país por instituciones de orden mundial. Helas aquí:

Índice de Desarrollo Democrático
La ONG argentina Poli-lat efectuó un estudio midiendo este indicador y Guatemala salió bastante mal, en el último lugar del ranking latinoamericano. La corrupción del gobierno anterior y la inestabilidad dentro del partido de gobierno son mencionadas como las dos grandes causas para esta falta de crecimiento. Yo diría, como dos de las muchas causas.

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD
La brecha entre ricos y pobres frena el desarrollo de Guatemala, según dice el informe sobre desarrollo humano. Y cuestiona el modelo económico agropexportador del país -azúcar, banano, café, principalmente- que ha mantenido durante décadas las diferencias abismales entre unos y otros, sobre todo en la costa sur-occidental del país, en donde están ubicados los grandes ingenios azucareros y las fincas productoras y exportadoras de café; y en el nor-oriente del territorio, con las grandes compañías norteamericanas cultivando y exportando bananos.

Certificación lucha antidrogas
A pesar de que las olas de agitación provocadas por los periodistas se hicieron sentir hace algunas semanas ya que se rumoraba que Guatemala no conseguiría la certificación, hoy leímos en los periódicos la decisión de Estados Unidos de otorgarla en el renglón de la no producción ni transporte de drogas a territorio norteamericano. Esta certificación, que este año especialmente no hizo mucha presión entre los legisladores que tienen pendientes cambios a las leyes relacionadas, fue anunciada ayer por Bush, previo a viajar nuevamente a New Orleans.

Otros datos interesantes de los acontecimientos, son: que en nuestros juzgados se están llevando 30 procesos por corrupción en el aparato estatal, todos a miembros de alta jerarquía del gobierno de Alfonso Portillo, incluido el llevado en su contra; y que el 76% del presupuesto del Ministerio de la Defensa Nacional está designado a sueldos del ejército de este país, ahora reducido por los acuerdos de paz.

Los cambios que en principio fueron superficiales, han tendido a profundizarse paulatinamente, pues ellos conllevan darle vuelta a una sociedad acostumbrada a los compadrazgos, palancas, contubernios y contactos que siguen dando más al que más tiene, manteniendo a millones de personas que debieran luchar por su superación, en el nivel de su supervivencia.

Cantar el himno nacional, participar de los desfiles cívico-militares, poner banderitas en las ventanillas de los automóviles, asistir al paso de las antorchas que llevan el fuego de la libertad... son todas actividades sociales y cosméticas para "taparle el ojo al macho" pero que no son, ni remotamente, las que concedan verdadera libertad a los habitantes de mi tierra. Sin embargo, es menester aceptar que, como mencionaba líneas arriba, se están dando algunos cambios que provocarán que, tarde o temprano, los desposeídos desde la época de la conquista española, vuelvan a sentirse libres y dueños de sus propias vidas.

viernes, septiembre 09, 2005


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EL SIERVO DE DIOS

Un tema redundante, difícil de enfrentar y complicado de encontrarle solución. Cada grupo de personas que profesa una religión de las muchas que existen sobre este planeta, piensa que su fe es la verdadera. Y aunque existen las excepciones -contadas, pero existen- en las que la madurez y la instrucción han provocado cambios en algunas de ellas, permitiéndoles abrir su mente y aceptar o, al menos, tolerar a otros grupos religiosos, el fanatismo en esta área de la vida humana todavía provoca muerte y odio.

En el nombre de Dios se han cometido -y se seguirán cometiendo- privaciones, exilios, perjurios, asesinatos y, por supuesto, genocidios. La palabra de Dios ha sido utilizada como justificación de crímenes espantosos, en los que se ha soltado la rienda a oscuros instintos.

Cansador y aburrido sería enumerar cada caso de estos en la historia de la humanidad. Tal vez cada uno de nosotros conozca alguno de ellos en el que ha estado involucrado alguien cercano; ya sea en el rol de víctima o victimario. Todavía recuerdo que no hace muchos años, los irlandeses católicos y protestantes se mataban entre sí por sus diferencias; que la guerra de Bosnia Herzegovina dejó miles de muertos serbios ortodoxos y musulmanes; y qué decir de las pérdidas de vidas provocadas por el odio entre judíos y musulmanes.

Se mata en el nombre de dios, sea éste el que sea. El Trinitario, el Único, el Absoluto. Se mangonea su nombre, se utiliza, se ensucia. Me pregunto lo que pensarán esos dioses -con los nombres por los que son llamados- acerca de cómo se les lleva y se les trae...

Y mientras más culto e instruido sea un pueblo, menos proclive será a dejarse liderar por fanáticos religiosos... ¿o no? Sin embargo, en el caso de Estados Unidos, sus ciudadanos llevaron al poder a uno de estos, un ser peligroso que pretende proyectar una imagen de hombre honesto y temeroso de Dios, pero que a la hora de la verdad guarda su pretendido cristianismo debajo de la tierra, olvidando totalmente los principios de la religión que ostenta, violando todos los códigos de decencia, moralidad, humanismo y servicio al prójimo. El mismo prójimo que votó por él al creerlo un ser iluminado que los guiaría por la vida hasta la parcela celestial y que hoy decepciona tanto sus mentes como sus corazones.

Ha demostrado un total desprecio por sus conciudadanos, al mantener su pausado y ya conocido ritmo de descanso y prolongar por cuatro días sus vacaciones -¡cuatro!- a pesar de que los destrozos y drama que dejó Katrina a su paso eran conocidos hasta en los rincones más escondidos de este mundo. Y por si eso fuera poco, mientras visitaba la base naval de Coronado en San Diego, públicamente tomó una guitarra y la tocó a los ojos y oídos de horrorizados norteamericanos que esperaban de él una respuesta rápida, casi como un reflejo, que demostrara solidaridad y apoyo; no esperaban a un juglar que cantara las desgracias ajenas o a un pusilánime que no sabe qué hacer en casos extremos. ¡Por favor!

Desde este rincón del mundo, en donde todavía las religiones tienen una cuota de poder compartida con la corrupta política, hemos visto con tristeza cómo los miles de habitantes de New Orleans han tenido que aguardar a que su todopoderoso gobierno se mueva para salvar sus ya precarias vidas, amenazadas por la naturaleza desatada y por el pánico de sentirse solos sobre la Tierra, sin asidero posible para enfrentar esta desgracia. Acá, en este pequeño país, sabemos lo que es sentirse pequeños, ínfimos, desprotegidos y endebles cuando nuestras vidas se han visto afectadas por fuerzas naturales desencadenadas y violentas, que en un segundo han transformado nuestras rutinas y nos han dejado, literalmente, mirando el cielo estrellado. Sin embargo, la reacción al resultado de cada catástrofe no se ha hecho esperar, tanto de propios como de extraños. El torrente de ayuda de todo tipo se recibido con la humildad que el caso ha determinado, la hemos aceptado y hemos salido avantes gracias a ella. A través del tiempo, la misma naturaleza nos ha dotado de conocimientos y temple para enfrentar sus embates, para acudir al llamado de los más afectados, de los desfavorecidos. Tal vez sea que esos mismos golpes nos han hecho madurar en este aspecto.

Nuestros ojos y sentidos han "visto" cosas inauditas que jamás pensamos ver. Las fuerzas de la tierra, del océano, del aire han golpeado fuertemente a nuestros congéneres en todo el globo y el resultado en muchos casos ha sido desgarrador. La tecnología nos ha permitido compartir cada momento de dolor en sitios antes desconocidos e inaccesibles. Pero nunca tanto ha afectado como la frialdad proveniente del egoísmo humano. Nunca habíamos visto a un líder norteamericano que haya manoseado la relación de las personas con Dios para disfrazar su irresponsabilidad y su desapego. Y el caso de New Orleans con el señor Bush, siervo de Dios, es el más evidente.

viernes, septiembre 02, 2005


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UN ALTO EN EL CAMINO

Un momentito cósmico, un parpadeo, un suspiro. Tal como la chispa que salta de la fogata brillando antes de caer a la tierra y apagarse, así fue mi tiempo compartido con Carlos McGough. Nos unió nuestro amor por Uruguay, sin haber nacido en él, nuestra debilidad por sus tradiciones, su cultura y su gente. Fue en Rodelú nuestro encuentro y fue la base de una amistad diferente. La primera vez que lo leí fue suficiente para sentirme impresionada por su talento; posteriormente me sentí cómoda con su afecto, guiada por su consejo sabio, protegida por su atención a mis vivencias. Fue así como aprendí a respetarlo, a admirarlo y a quererlo.

Se adelantó. Y no sólo eso. Avisó que lo haría.

Ahora, disfrutando de la paz que ha dejado para siempre su presencia en nuestras vidas, sonrío al recordarlo reír con su sonora carcajada y sigue invadiéndome el alma el dulzor de su voz al despedirse antes de terminar cualquiera de nuestras conversaciones telefónicas. Nunca nos vimos, queda pendiente para la próxima. Pero su presencia virtual fue suficiente.

Hasta la vista, querido amigo.

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EL CORAZÓN COLECTIVO

Hace algunos años, muchos diría, tuve el primer contacto con el folklore latinoamericano. No sabía nada del tema, no me había interesado jamás y, es más, me parecía desagradable, chocante y de mal gusto cualquier cosa que tuviera que ver con los nativos tanto de mi país como del resto de América Latina. Todo en mi adolescencia había sido rock, los Beatles eran mis héroes (de qué o porqué, me pregunto ahora) y no éramos -mis contemporáneos citadinos y yo- más que el resultado de la invasión visual que inició con el cine y se profundizó con la televisión, alentada por la radio y las revistas que llegaban directamente del norte cercano o un poquito más arriba en el mapa. Padres, abuelos, amigos y maestros fomentaban esta manera de pensar y sentir, haciéndonos vivir en un mundo extraño e irreal. Extraño y foráneo, claro; irreal, porque no era el nuestro. Ese mundo propio, interior, que estaba un poco más afuera de nuestra área cercana de acción, que existía y latía fuerte sin esperar a que nadie lo aceptara o reconociera, viviendo desde siempre sin importarle nuestro desprecio o nuestra negación a su existencia.

Esa identidad que cuando fui adolescente no comprendí, probablemente hasta negué en la búsqueda de ella misma, cuando prefería escuchar ritmos muy ajenos a nuestra realidad o paladear sabores importados, quizás avergonzándome de los colores de nuestros trajes típicos, de la raza de nuestros antepasados o al escuchar hablar los más de cuarenta dialectos con los que todavía hoy se comunican mis coterráneos, la encontré paulatinamente a través de la música cuando tuve el primer contacto, decía al principio, escuchando folklore sudamericano.

Con los años, viviendo fuera de mi país, descubrí que extrañaba terriblemente su paisaje, tan arraigado en mis pupilas, mientras recorría las carreteras de Uruguay, disímil totalmente en su geografía con Guatemala... como distinto es en muchas otras cosas que van desde su visión de la vida hasta la cocina.

Cada país tiene lo propio. Y no es otra cosa más que el conocimiento de ese mismo país, de nuestro terruño o del lugar en donde nos toque vivir, lo que nos hace amar sus raíces -las nuestras o las que adoptamos- las que nos hacen identificarnos con los millones de seres con los que compartimos el tiempo y el espacio en el que vivimos.

Por supuesto, todavía existen circunstancias en mi país que me hacen sentir pena o vergüenza, pero todas ellas tienen que ver con el proceder de los que se dicen "civilizados" y "educados", hombres y mujeres corruptos, desleales y deshonestos, que no saben amar su tierra.

Sin embargo, me siento orgullosa de mis raíces latinoamericanas y cada vez más, hago míos los compases de un corrido, de un tango, de una cumbia o una zamba, tanto, como los de nuestra guarimba. Me encanta comer lo que las personas comunes y corrientes buscan al medio día en las ciudades de América Latina, encontrar similitudes en sus leyendas, en sus pieles, ojos y cabellos y me doy cuenta que, muy tristemente, a pesar de ser muy parecidos, todavía nos falta descubrirnos y aceptarnos, unirnos y trabajar juntos para crecer y fortalecernos.

Probablemente sea una utopía. Pero quizás no. A lo mejor mis nietos puedan vivir la fuerza de América Latina unida, identificada consigo misma, bailando los ritmos que suenan desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego, mientras todos aprendan a comer chile o a tomar mate. Un maravilloso sueño de raíces profundas, morenas o claras, mezcladas para olvidar las desconfianzas y odios que mentes extrañas han sembrado en nuestro corazón colectivo.

miércoles, agosto 24, 2005


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LO NUESTRO

Durante nuestra niñez, mis hermanas, primos y yo pudimos experimentar la cercanía con el campo y sus encantos debido a que, durante las vacaciones de fin de curso, viajábamos hacia la costa sur de mi país para pasar los dos meses más esperados en nuestras mentes y almas de niños.

Cada fin de año -las vacaciones de clases son de noviembre a enero- gozábamos del maravilloso clima de esa temporada, que es cuando no llueve y la temperatura baja unos cuantos grados en todo nuestro territorio; en Coatepeque, situado en el sur-occidente de Guatemala, se mantiene a unos 28° C durante el medio día, aunque en las madrugadas bien puede bajar hasta unos 12. Mi alegría era doble pues para esos años mi padecimiento de asma mejoraba notoriamente con el cambio de ambiente, ya que la polución en esos parajes es inexistente aún hoy, amén de que la presión de las clases y cumplimiento de horarios desaparecía por completo.

Todos estos componentes abrieron mis ojos mentales hacia cosas que, probablemente, muy pocos niños de la ciudad podían conocer. Fue así como se instalaron en mi memoria los aromas maravillosos de la flor del árbol de la cruz, que crecía a la par de la iglesia; también el de las vainas de tamarindo recién cortadas, allí nomasito al alcance de nuestras manos, mientras sentados sobre el pasto y a la sombra de las enormes ramas, comíamos la pulpa dulce-ácida de la fruta hasta lograr que nuestras lenguas se cortaran. Casi ningún aroma es más fuerte en el recuerdo que el de la tierra mojada, empapada después de un fuerte aguacero de un par de horas y que, al escampar, nos acompañaba en la carrera entusiasta hacia la carretilla de helados que aparecía infaltablemente todas las tardes a eso de las cinco.

Otros recuerdos, como el del ganado volviendo de los potreros para ser guarecido en el toril; el de un coco recién cortado por Pedro, abierto a golpe de machete y bebido con avidez infantil; o el aroma de la flor de corozo, entre dulce y pegajoso.

Los desayunos familiares -típicamente chapines- están presentes también, con su rimero de tortillas de maíz amarillo, pequeñas y suaves, acompañando huevos frescos revueltos, frijoles colados, crema y queso fresco...

Habiendo nacido dentro de la tradición católica, celebrábamos la fiesta de la Virgen de Candelaria el 2 de febrero de cada año. Además de participar un poco a regañadientes en los rituales religiosos, disfrutábamos del baile de la Conquista, una tradición que todavía se vive en algunos lugares de la república aunque no con tanta frecuencia como en aquellos años. Los compases de la marimba, sazonados con el "shic, shic" de los chinchines*, resuenan fuerte en los oídos de mi alma.

Estos y muchos más son los ingredientes que forman parte de mi identidad, la que fui reforzando a través de las verdes y altas montañas, meditando en las orillas de Atitlán, corriendo sobre la arena negra y calentísima de las playas del Pacífico... A pesar de las fuertes influencias foráneas, que han bombardeado nuestras mentes a través de radio, tv y revistas, nada mejor que las vivencias, las experiencias directas atadas a dulces recuerdos para cimentar el amor por lo nuestro.

* maraca o sonaja hecha de un tipo de calabaza pequeña pintada de negro con adornos de colores.

domingo, agosto 14, 2005


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LA CLAVE

No es fácil. Nunca lo ha sido y jamás lo será. Por más que leamos, hablemos, indaguemos, hay algo allí, dentro del pecho que no responde racionalmente. Tenemos el temor a lo desconocido tan metido en la piel, tan arraigado en nuestra mente, tan aferrado "al corazón", de generación en generación saltando con nuestra memoria colectiva, que no logramos erradicarlo.

Curas, brujos, pastores, todos tratan de convencernos que del otro lado nos espera algo mejor, siempre y cuando hayamos sido buenos en éste; pero si nuestra conciencia se remueve incómoda, el temor se hace más grande porque pensamos que a lo mejor no nos va tan bien cuando partamos.

Independientemente de lo que podamos pensar, sentir o creer de nuestro propio paso "al otro lado" - desconocido y envuelto en una tremenda nebulosa- sí podemos identificar lo que sentimos cuando el adiós de un ser amado se aproxima.

Y la lucha entre la razón y la emotividad es constante, permanente, sobre todo si está sufriendo una enfermedad larga o dolorosa, si sus capacidades están limitadas o han desaparecido, si su vida dejó de serlo para transformarse nada más en una existencia dependiente, tal vez sin ninguna respuesta a los estímulos exteriores, una permanencia forzada por los medicamentos, equipo médico y el egoísmo de los parientes.

Sin embargo, existen otros casos. Los que llegan al final sin enfermedad física visible, probablemente sólo el deterioro lógico de la edad. Los que conservan la mente lúcida, que solamente tienen olvidos que primero asombran a los demás pero que después se van aceptando mansamente. Los ancianos que se van apagando, como una vela, momento a momento; los que piensan que ya lo vivieron todo, que su tiempo terminó y sólo esperan el final.

Y aunque el amor debiera ser lo que guiara nuestros días y relación con ellos, a veces la soberbia o egoísmo nos endurece, haciéndonos pretender que nuestros viejos respondan de la misma manera en que solían hacerlo cuando fueron jóvenes, cuando ellos nos enseñaron y formaron para que fuéramos lo que hoy somos.

Tomarles la mano, hablarles calmadamente, detener nuestra prisa diaria y dedicarles unos minutos de conversación, mirarlos a los ojos y sonreír... ¿qué nos detiene? Es justamente lo que ellos están esperando, lo que desean, lo que necesitan. Saber que sus vidas no han transcurrido en vano, que el amor que nos dieron tiene respuesta, que cuando pasen a donde sea que vayan no estarán solos. Que nuestro amor les hará menos difícil el momento, que su recuerdo dulce acompañará nuestros días y noches de desvelo.

El amor es la clave. Y ese amor que hoy les demos, será el mismo que recibiremos cuando llegue nuestro momento.

lunes, agosto 08, 2005


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FUMO O NO FUMO

Empecé a fumar a los 17 años. En aquella época hacerlo era, según nuestra visión, una señal indiscutible de "madurez", de tener mundo, de ser autodeterminadas. Además, nadie nos había dicho que podíamos enfrentarnos, con el tiempo, a unas cuantas complicaciones en la salud y jamás atamos que el cáncer del que fallecían nuestros amigos, parientes y conocidos, podía ser provocado por el cigarro (como les llamamos acá a los cigarrillos).

Mi padre siempre nos contó la historia de cuando mi abuelo le dijo, siendo papá adolescente, que si quería fumar lo hiciera al ganarse sus propios quetzales (nuestra moneda) para comprar su vicio. De esa misma manera lo hice yo: el primer paquete de cigarros lo compré al recibir uno de mis primeros sueldos y me sentí muy satisfecha cuando mi padre me vio encender un Diplomat con mirada entre benevolente y triste, haciéndose de la vista gorda cuando mi pulso tembló mientras su encendedor se acercaba a mi cigarro.

Nunca llegué a comprar un cartón completo (paquete de 20 cajillas), porque mi consumo no pasó de unos 2 ó 3 cigarros a la semana... salvo mientras duró mi exilio, que fumaba dos cajillas diarias, en maravillosa compañía de mis amigos lacacinos. No sabía que estaba en uno de los países considerados como de más alto índice de fumadores pero tampoco me preocupó mucho la noticia cuando la leí en una Selecciones del Reader's de 1982.

Tuve temporadas largas en que mi organismo sencillamente repudiaba el tabaco y me alejaba de él sin mayor esfuerzo. Cuando volvía a la carga era porque había estado en alguna reunión social y entre risas y conversaciones o, tal vez, alguna discusión interesante, alguien me había extendido un cigarro y yo, sin más, lo aceptaba sin pensarlo mucho.

Decidí dejar de fumar cuando noté que a cada cigarro que fumaba, aparecían pequeñísimos derrames en los dedos de mis manos. Y allí empecé a buscar información.

Con el tiempo, haber dejado de fumar me devolvió la agudeza del olfato, los sabores se volvieron fuertes y profundos y el humo de los otros fumadores, compañeros antiguos, empezaron a serme molestos.

De ser una fumadora activa, me convertí en una fumadora pasiva... y no me agrada. Comparto totalmente la idea de que cada quien se mata con su propia mano, pero no acepto morirme por mano de los demás.

Por eso apoyo las leyes antitabaco. Por eso me siento bien cuando me entero que en tal o cual restaurante, cafetería o local de fiestas, no se puede fumar. Me gusta que no se pueda hacer en las oficinas -públicas o privadas-, en los supermercados, farmacias, cines o cualquier otro lugar en donde se reúnan niños y adultos que no desean ver amenazada su salud por el egoísmo y la irresponsabilidad de gente que, como yo hace algunos años, sólo desea satisfacer su gusto inmediato sin preocuparse por su propia salud o la de sus semejantes.

lunes, agosto 01, 2005


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De tanto ver, sentir, oler y escuchar, damos por hecho y por sentado que todo lo que nos rodea, todo lo que experimentamos y enriquece nuestras vidas, existe de la misma manera en cualquier otra parte del mundo. A menos que la curiosidad nos obligue a que analicemos, indaguemos o investiguemos, no podremos aprender que el mundo está rebozante de experiencias para regalarnos y que, así viviéramos mil años, descubriendo una nueva cada día, no nos alcanzaría el tiempo para vivirlas todas.

Hace veinte, treinta o cuarenta años, durante la adolescencia, no podíamos ni imaginar todo el maravilloso mundo que había fuera de las fronteras de nuestros barrios o colonias; cada persona que conocíamos nos parecía fabulosa -salvo algunas tristes excepciones- pero nos impactaba mucho más si llegaba a nuestro círculo alguien con un acento diferente, con ojos azules o cabello color paja.

La música que escuchábamos era la que nos llegaba por las emisoras locales; claro, toda debidamente elegida por el gusto del mandamás de la disquera dominante, por lo que desconocíamos la riqueza que podía haber en los gustos armónicos de otros países que no fueran nuestros vecinos del norte.

Cuando un amigo, pariente o conocido volvía de algún viaje al exterior, escuchábamos embelesados sus cuentos acerca de lo que había visto, comido o escuchado; con toda nuestra imaginación tratábamos de acercarnos a la realidad vivida por el viajero, a sabiendas de que probablemente nunca conoceríamos a ciencia cierta la realidad que nos relataba.

Muy pocas personas sabían que en Uruguay se toma mate, que en Bogotá se come bocadillo beleño -trocitos de queso campesino con dulce de guayaba- o que en Guatemala se comen tamales negros (con salsa dulce de chocolate).

Las modas de estación llegaban a nuestras ciudades siempre con retraso y las películas en el cine ¡ni hablar!

Ésta es una de las maravillas del tiempo que nos ha tocado vivir, a pesar de que ya vivimos más de la mitad de nuestras vidas. La tecnología nos ha permitido acortar distancias, ver con ojos nuevos lo que existe desde siempre, lo que antes sólo imaginábamos ahora lo disfrutamos desde la comodidad de nuestra sala, a colores y con sonido surround.

Si en algún momento nos asalta una duda, no tenemos más que conectarnos a internet y el buscador nos desplaza muchas opciones para aprender y dilucidarla. Las noticias que antes probablemente no llegaban sino por el "boca en boca", ahora ocupan las páginas de casi todos los diarios del mundo, haciéndonos partícipes de la alegría, el terror o la tristeza.

¡Y cuánto más conocerán nuestros hijos o nietos! Como en los sueños de Bocha, probablemente serán colonizadores de otras galaxias y nosotros, desde sus recuerdos -o en otra dimensión- disfrutaremos de cada nueva conquista del maravilloso género humano.

miércoles, julio 27, 2005


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TRES

Esta semana que termina nos trajo buenas noticias. Para nosotros -acostumbrados a valorar la vida en nada después de más de treinta años de guerra, a ver cómo se escurren los días trabajando sin salir de la miseria y llevando a cuestas algunos usos y costumbres que han servido de lastre- los acontecimientos que vivimos en estos días nos alertan y enseñan que ellos pueden marcar la diferencia.

UNO
Alfonso Portillo, el presidente más corrupto en la historia de nuestro país, que entregara el mando a Óscar Berger -el actual presidente- vive en México desde hace más de un año, gozando de las prerrogativas que le otorga su estatus de ex-primer mandatario de un país vecino. Salió huyendo en cuanto los ganadores llegaron al poder y empezaron a "destaparse las ollas" y saltaron de ellas grillos, sapos y culebras. La buena noticia es que una juez ordenó la captura de este bicho. Mientras tanto, el Ministerio Público finaliza el expediente para solicitar a México su extradición y poderlo traer al país para que enfrente la responsabilidad de sus actos delincuenciales. La corrupción es un terrible mal que socava nuestras instituciones y la impudidad es el otro brazo que nos asfixia. A ver si con este paso logramos iniciar el proceso de desintoxicación.
http://www.prensalibre.com/pl/2005/julio/20/index.html

DOS
El actual gobierno está empeñado en cambiar las cosas. Ir más allá del trabajo cosmético y profundizar en los motivos que nos han mantenido en los albores del siglo pasado en lo que a alfabetización se refiere. Deberá atenderse la educación bilingüe en cada región del país (con los diferentes dialectos y lenguas); invertirse en tecnología y ciencia; descentralizarse la educación; y aumentarse el presupuesto del Ministerio, de tal manera que podamos todos -mujeres y hombres, jóvenes y viejos, citadinos y campesinos- tener acceso a la tecnología y a la educación que hagan crecer a nuestro país y logremos salir del agujero en el que hemos estado durante siglos.
http://www.prensalibre.com/pl/2005/julio/22/119364.html

TRES
Hace casi 10 años, 30 familias que formaban el Sindicato Agrícola de Trabajadores Independientes en Génova Costa Cuca, Quetzaltenango, en el occidente de nuestro país, llegaron a una conclusión: debían cambiar su forma de trabajo y con ello sus vidas, pues siendo asalariados simplemente jamás saldrían de la pobreza. De esa cuenta, formaron un comité que hizo gestiones ante los organismos gubernamentales correspondientes para adquirir una finca rural. Dos años después lograron concretar la compra, habiéndose sumado más familias al proyecto, para totalizar 131. Les fue concedido un crédito con 5 años de gracia y un interés del 5% anual sobre saldos a partir del sexto año y concedió un subsidio a cada una de las familias para que pudieran comprar insumos para sus propiedades. Uno de los líderes convenció al grupo de campesinos para que, con una parte de este subsidio, amortizaran la deuda inicial; con otra parte de ese aporte formaron el capital de trabajo con el que adquirieron 10 mil semillas de planta de mango y 28 mil 500 plantas de limón persa (una variedad jugosa y no excesivamente ácida, muy apetecida), para que la producción de ambas frutas se exporte; además, construyeron un puente para cruzar un río que atraviesa la propiedad y adquirieron 15 cabezas de ganado que proveen leche para consumo así como para la elaboración de quesos que venden al menudeo; sembraron maíz para consumo y venta; iniciaron un proyecto de apicultura y también el de riego por microaspersión. Finalmente, al conocer que el Ministerio de Agricultura ofrece incentivos forestales, sembraron 31 hectáreas de árboles. En el área humana, se dividieron el trabajo por comisiones, para que todos participen de la responsabilidad y beneficios del mismo. Cada familia aporta una pequeña cantidad mensual que va a un fondo común para sufragar gastos médicos de la comunidad o, incluso, atender los de decesos de sus miembros. San Benito, una comunidad que está demostrando que querer es poder, está marcando el paso junto con otras de desplazados por la guerra y que actualmente han sido reinsertados a la vida de la nación.

Por supuesto. Es verdad, nos falta muchísimo por andar, pero hemos iniciado el camino. La conciencia ha sido creada y somos muchos los guatemaltecos que sabemos que para crecer, debemos recordar y hacer partícipes a todos los habitantes del país, incluyendo el último rincón de nuestro territorio para compartir la riqueza natural y humana que nos ha sido concedida.

sábado, julio 16, 2005


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LAS RESPUESTAS

Me miro en el espejo en cuanto me levanto de la cama. La piel del rostro, profundamente pálida, me asusta. Las ojeras descomunales, que parecen golpes, no ocultan la desazón de mi mirada. El cabello ondulado y alborotado -quizás lo único agradable que queda- me empequeñece el rostro, del que sobresale la aguileña nariz.

Debajo de la camiseta que uso para dormir, se notan los pechos caídos casi sumidos debajo de los hombros abatidos por el peso de mis dudas y desconcierto. No logro sincronizar la vida con mis creencias.

Apenas doy un paso, abro la ventana y el sol entra a raudales. El calor y la cortina de motitas bajando despacio hasta el piso me roban la atención por un momento... van bajando, suavemente, como plumas minúsculas, hasta que se confunden con el piso antes de posarse. Busco el sol para calentarme, hoy amaneció frío. Y mientras tanto, miro por la ventana. Una mujer joven lleva de la mano a una niña de unos cinco años, que la mira feliz y embelesada. Me sonrío con nostalgia...

Entonces recuerdo a mi padre, alto y grande -más grande en mi memoria de niña- con aquellas manos fuertes, callosas y manchadas de nicotina, que tan bien sabían acariciar como dar golpes. Y cosa extraña, de los golpes no me acuerdo, sólo de mi mano guardada, cubierta y cobijada por la suya, en muchos momentos de mi vida. Recuerdo mi confianza ciega, con los ojos bien cerrados, que sufrió la primera resquebrajadura a mis 18 años, cuando busqué su apoyo para evitar que el resto de la familia hiciera trampa a mi abuelo -pobre viejo- en el resultado de la rifa de un radio que mi hermana púber quería para ella. Yo estaba segura que mi padre daría razón a mi indignación... y se la dio a mi madre. Me pregunté, entonces, si el nexo de la cama era más fuerte que la honestidad y me respondí que en ellos sí lo era. ¡Qué despertar a mi ingenuidad adolescente!

Y ahora, con muchas décadas más de tiempo encima de la espalda, sigo preguntándome lo mismo: ¿la honestidad no tiene peso? ¿Sigue siendo un radio más importante que la verdad y los principios? Parece que sí. Él no está más. Ella sí... y las demás también. Y siguen jugando a la rifa del radio cuyo ganador nunca lo verá porque siempre inventarán otra razón para robárselo.

Camino rodeando la cama, tocándola en su tibieza de amanecida con apenas las puntas de los dedos. Y durante el tiempo que tardo en llegar a la puerta, sigo mirándome reflejada en el espejo, cada segundo más cansada y mustia...

Anoche soñé al pobre viejo de mi abuelo, sí, lo soñé conversando con mi abuela. Ella nunca defraudó mi confianza porque siempre supe de lo que era capaz. No imaginé inocencia en donde no la había, yo conocía muy bien hasta dónde llegaban sus tentáculos. Sí, como un pulpo. Pero también sabía que aunque esos tentáculos te agarraran -o llegaran hasta donde cualquiera que ella buscara se escondiera- te podía sujetar y sofocar un poco, pero nunca pasarían de aquel apretón que era nada más para meterte miedo.

Me veo a mí misma en el espejo como a mi abuela-pulpo, con los brazos largos pero inútiles. Como fuera del agua, asfixiándome entre la putrefacción que me rodea y la inutilidad de mi vida. Ahora me confronto: ¿sirvió de algo desear imponer la honestidad a toda esta gente?

Llego hasta la puerta, doy un paso más y tomo el picaporte. Está tan frío como yo. Honestamente frío. Me pesan los brazos. Me pesan las piernas. Siento que la carne del rostro se me escurre de los huesos. El aire falta a mis pulmones. Jadeo, jadeo... Me doy vuelta tratando de alcanzar la pequeña frazada que usé anoche sobre los pies para ahora poder cubrirme la espalda.

Se me congela el aliento cuando vuelvo a verme, pálida y ojerosa, con los brazos-tentáculos extendidos a lo largo del cuerpo, con un rictus amargo de honestidad fallida. Los ojos fijos me miran vacíos, mientras yo, de pie, siento la carne que termina de deslizarse de los huesos, antes de volverme liviana y etérea, fundiéndome con la claridad que entra por la ventana. Las motitas de luz se posan entonces sobre el charco que fue mi esencia, mientras me libero del dolor y todas mis preguntas obtienen respuestas... que ya no importan.

sábado, julio 02, 2005


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LA IMAGEN... ALGO VITAL

Lo primero que aprendemos cuando queremos vender un producto, sea el que sea, es que debemos promocionarlo bien, hacerlo conocido y, sobre todo, publicitar su imagen; si ésta no es muy buena, entonces deberemos crearle una o modificar la que ya tiene para que vuelva "vender", esto es, trabajar una campaña publicitaria de recordación con el fin de reposicionar la marca cuando ésta ha perdido fuerza.

La religión católica, ese gran producto que su productor (valga la redundancia), la iglesia, viene ofreciendo cada vez más a marchas forzadas, está atravesando por un momento realmente crítico. La experiencia de haber perdido el monopolio del que gozaron siglos atrás no fue suficiente para que se humanizaran y bajaran del pedestal en el que hasta hoy insisten en mantenerse, provocando cada vez más desertores en sus filas.

El producto que la iglesia católica nos ofrece (la religión) y que nos otorgaría el beneficio único de la salvación del alma, ha dejado de ser atractivo para muchos seres humanos de hoy, pues no son suficientes ya sus sacramentos, rituales, el trabajo y entrega de sus ministros y mucho menos el alejamiento y la incongruencia, que cada vez es más evidente, entre lo que predican y practican.

Juan Pablo II era algo así como el beneficio único con el que contaba la iglesia católica para sentirse respaldada, unificada y medianamente asegurada. Vamos a convenir en que fue un personaje excepcional, carismático, brillante y que supo vender su imagen y la de su iglesia de tal manera que, según percibo, está siendo mucho más valioso ahora que cuando estaba vivo, ya casi moribundo apareciendo y desapareciendo por el balcón, para mantener vivo el interés y la fe del mundo católico.

Al morir Karol Wojtila, el más grande líder católico de los últimos siglos, muy probablemente la iglesia se vea disminuida, mucho más, al perder el lazo que hacía que muchas conciencias y mentes se volvieran hacia él, buscando la guía y la fortaleza que necesitaban.

Es entonces que se busca reforzarla haciendo permanecer la imagen de Wojtila como Juan Pablo II, llevándolo a los altares a toda máquina, sacando milagros hasta por debajo de las piedras para que esa magia, ese Poxipol espiritual se mantenga vigente y sirva para evitar el éxodo total.

Por supuesto, también en las sucursales de algunas pequeñas diócesis se revitalizan imágenes de líderes locales caídos en circunstancias violentas, utilizan el recuerdo que puedan albergar los feligreses tanto del ministro perdido como de las experiencias compartidas, propician la beatificación de estos personajes y hacen que ello provoque sentimientos de pertenencia, sin importar lo que pueda no gustar a los fieles de la misma organización.

Nadie recuerda en esos momentos que estos mismos líderes, personas reales de carne y hueso, fueron eso. Que como humanos tenían su lado oscuro también. Que sus obras "buenas" tenían de contrapartida sus equivocaciones y errores, sus sesgos y fanatismos. No eran santos. Fueron, sí, personas comprometidas y entregadas, profesionales en su ramo, ministros leales a su fe, aunque eso no significara, en algunos casos, serlo con sus seguidores.

Estamos por ser testigos del impacto que la publicidad bien manejada puede lograr. Nos venderán santos modernos que brotarán de muchos lugares conocidos o perdidos en las listas de ingresos del Vaticano, para gloria de Dios... o de una de sus ya muchas iglesias esparcidas por este planeta.

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DERECHO A SABER

Comiendo en un restaurante de la ciudad el domingo pasado, vi de lejos a una pareja amiga de hace décadas. Me habría gustado saludarlos y preguntarles por sus familias: la de ella, la de él y la de ambos. Pero no se dieron las circunstancias y me conformé con verlos sonrientes, mientras saludaban a los comensales de una mesa en la parte exterior del lugar.

Si no conocés su historia podrías pensar que es gente normal, que siente y vive como vos o como yo. Pero no es así. Yo conozco su historia.

A finales de los 70's, durante la represión militar, Rita* y yo trabajábamos juntas. Ninguna de las dos teníamos más de 28 años, pero ella ya estaba casada con Nin* y tenían un hijo de un año. Tenía, además, dos hermanos y una sola hermana, Helena*, que era pareja de José*, ambos estudiando la carrera de ingeniería y próximos a cerrar el pénsum.

Los padres de Rita vivían en la misma colonia que mis padres, así que yo conocía muy bien la calle y el entorno de donde fueron sacados una noche entre gritos, patadas y golpes. El pelotón del ejército llegó a su calle y, sin mediar palabra, irrumpieron en su casa y los dos padres angustiados fueron llevados a la fuerza sin que se pudiera saber nunca con certeza el lugar de su destino.

Esa noche, Rita y Nin se enteraron que Helena y José tenían varios días de desaparecidos. Y también supieron que él era perseguido por el ejército, sospechoso de tener vínculos con la guerrilla. Al poco tiempo de desaparecidos sus padres, Rita supo que su hermana y cuñado estaban a salvo en México, que habían logrado huír como tantos otros miles de personas que en esos años dejaron sus existencias acá para salvar sus vidas del otro lado de la frontera.

Durante los meses que siguieron a la desaparición de sus padres, Rita no descansó ni un minuto para tratar de encontrarlos. Recorrió hospitales públicos y privados, puso la denuncia en los juzgados respectivos, habeas corpus mediante, indagó en cárceles y cuarteles, pero nunca fue aceptado por ningún ente del gobierno que ellos tuvieran algo que ver en esta detención. Durante esta primera etapa de búsqueda llegaron a ella muchos rumores: algún detenido en cuarteles o cárceles oficiales o clandestinos, gente que había logrado salir de allí con vida, les contaba que había visto a sus padres, que habían compartido el patio, la celda, los gritos, el dolor o el hambre. En una ocasión le contaron que vieron a su madre subir a un autobús en la ciudad, con aire ausente, llevando una bolsa con verduras; una persona más le contó que sabía que, en algunos centros de detención clandestinos utilizaban a mujeres que habían secuestrado y a las que habían lavado el cerebro, como cocineras y limpiadoras del lugar. Nunca se pudo confirmar ningún dato.

Durante años, Rita se acostó a dormir con la esperanza de que, al despertar al día siguiente, todo hubiera sido un mal sueño. O mientras iba por las calles de nuestra ciudad, buscaba la mirada de sus padres en los rostros de la gente con la que se cruzaba. Si la llamaban por teléfono, esperaba escuchar sus voces del otro lado, pidiéndole que los fueran a buscar... Nunca sucedió nada de esto.

Han pasado 30 años. Rita y Nin son ya abuelos. Y aparentemente, felices. Pero Rita no ha podido cerrar el círculo de la desaparición de sus padres. No pudo llorarlos muertos, siempre los ha llorado con la esperanza de encontrarlos. No tiene un lugar a donde visitar sus restos, no existe una fecha escrita en un obituario... Vive con la desesperación DE NO SABER.

Rita y Nin, como el resto de familias guatemaltecas que vivieron esta terrible experiencia, tienen derecho a conocer la verdad. Esa verdad escurridiza entre los dedos de América Latina, porque la mitad de esas manos tapa las bocas de los que saben o se tapa los oídos para no escuchar la verdad que los pondrá de frente al espejo, que les azotará el rostro y los despertará del sueño de los justos.

*Nombre ficticio

domingo, junio 19, 2005


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COBARDÍA

Cobardía

Más de cincuenta años con la carga. Esa dolorosa y pesada, fétida y filosa, que se estrella día a día en su rostro, que rasga su entraña y el núcleo mismo de su alma.

Y por ese mismo y negro sentimiento, se ha hecho fuerte. Con los pies bien puestos sobre la tierra, con la cara adusta y la mirada fija, penetrante y valiente. Ha recubierto suspiros con gritos, el mínimo asomo de tristeza con rabia penetrante, la melancolía con el razonamiento.

Hasta acá, habiéndoselo preguntado, imaginado y soñado mil veces, no ha logrado encontrar la razón. Y como están las cosas, ya no importa encontrarla. Porque el afán de hacer que la vida marche bien, de mantener la cordura y la alegría en ella han sido infructuosos. Siempre ha chocado con su hipocresía, su mentira y su avaricia. Una avaricia nueva y terrible, porque no es sólo la del dinero y el poder, sino también la de la tranquilidad y la armonía. Ella le ha robado todo: su libertad, su paz interior y la alegría de haber sido como siempre quiso ser y fue, pero no lo es más.

Día a día recibe la bofetada del odio y el desprecio a su origen, disfrazados de recuerdos dolorosos.

Cuando por las noches cierra los ojos al posar la cabeza en la almohada, abandona todo el daño en la puerta del sueño y se entrega al descanso, deseando no volver nunca más -no mientras exista ella- no mientras sus ojos la vean con rencor y odio contenidos, disfrazados de disciplina y orden.

Y por las mañanas, al levantarse y ver su rostro gris en el espejo, se pregunta porqué no tiene el valor de largarse al fin del mundo, a vivir como quiere, como sabe que será feliz: lejos de todo y de todos, olvidando y haciéndose olvidar, llevando nada más el rostro dulce y transparente de su ángel de la guarda.

Alguna noche llevará consigo el odio y el rencor hacia el descanso, para levantarse con el valor de irse para siempre.

sábado, junio 18, 2005


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ANTES Y DESPUÉS

Alguna vez leí que, ante la inminencia del ataque virulento de una gripe, lo mejor era prepararse para dejarse abatir por ella pero consintiéndonos y cuidándonos a nosotros mismos durante el tiempo que durara el proceso. Y eso fue exactamente lo que me decidí a hacer cuando el jueves de la semana anterior, se me hicieron presentes los primeros síntomas. Un leve dolor de cabeza que fue incrementándose acompañado de dolor de espalda, articulaciones y fiebre, me convenció de que no era un resfrío lo que estaba por padecer. Así que tomé 1 gramo de acetaminofén y me fui a dormir, con la esperanza de amanecer mucho mejor.

Al final del día y de la semana laboral, el viernes de noche siempre pinta bien. No esta vez. Para mí, ver llegar las manecillas del reloj a las 6:00 de la tarde me hicieron buscar la salida ávidamente, para llegar a casa a cenar algo frugal y alcanzar la cama para abandonarme a la invasión... A las 8:00 de la noche tenía fiebre, temblaba de frío, me dolía hasta el pelo y quería descansar. Antes de hacerlo, tomé otro gramo de acetaminofén con dos vasos de agua y, cubierta casi hasta la coronilla, traté de dormir. Este proceso se repitió no recuerdo cuántas veces durante el fin de semana, con espacios de lucidez y apetito lo suficientemente largos para poder tomar una ducha o comer algo liviano antes de volver a la cama, aunque no siempre a dormir: pude terminar de leer La Batalla de Trafalgar de Pérez-Reverte, trabajé un poco en el semanario, vi otra vez Thelma y Louise con mi hija y disfruté muchísimo -por enésima vez- de Los Puentes de Madison.

Para el domingo de noche, los síntomas habían cedido en intensidad y había aparecido un par nuevo: la congestión y secresión nasal. A pesar de mi vegetarianismo y ya en el límite de la desesperación, rogué por un caldo de pollo que devoré más con intenciones curativas que gustativas y que hizo alguna diferencia en mi estado gripal... cosa que conseguí, además, engullendo el consabido gramo de acetaminofén cada cuatro horas.

Para el martes, decidí a salir a trabajar y estuve durante la mañana en la oficina atendiendo los asuntos pendientes. Pero para el medio día volvió la fiebre con los dolores de cabeza y extremidades, haciéndome volver a casa y buscar nuevamente la cama, en donde repetí la aventura de la enorme siesta vespertina, de la que desperté mucho mejor y con deseos de una deliciosa taza de té Earl Grey que bebí gustosa, sobre todo porque mis sentidos del olfato y el gusto habían resucitado.

Probablemente piensen que exagero, pero les prometo que es verdad: un estado de gripe tan virulento como éste no lo había experimentado desde hace, quizás, 15 años. Los resfríos y catarros comunes son otra cosa, que se presentan anualmente con sus molestias de dos o tres días y que soporto sin mayores consecuencias. Y es que esta vez se trata de una epidemia que está afectando a muchos habitantes de mi país, pues estamos en nuestra temporada lluviosa y ésta siempre viene acompañada de problemas de salud que afectan el sistema respiratorio o el digestivo. Dicen que ahora se trata de "la gripe africana". Y yo pienso que nuevamente estamos culpando a los pobres africanos de nuestros más grandes males de salud...

¡En fin! Que de ésta no me muero. Pero seguramente quedará grabada en mi memoria como una marca: antes y después de padecer la gripe africana. No se la deseo ni a mi peor enemigo... ¿o sí?

Encontré una página muy interesante con información acerca de la gripe, diferencias con el resfrío común, la vacuna y las preguntas frecuentes acerca del tema.
http://www.infogripe.com/infogripe/home.htm

sábado, junio 11, 2005


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Un David chapín

Esta semana, los noticieros del mundo -sobre todo de temas informáticos- tuvieron en sus encabezados esta noticia, más o menos: "Microsoft robó idea a programador guatemalteco".

Carlos Armando Amado, un programador guatemalteco, patentó en 1990 una idea que permitía enlazar los programas Excel y Access utilizados por Microsoft, a quien intentó vender su idea en 1992; en esa oportunidad, la transnacional no demostró interés (aunque ciertamente, sí le interesó) pero luego incorporó el software, sin autorización de Amado, a varias versiones de Access. El juez sentenció a Microsoft a pagar a Carlos Armando Amado una indemnización de 8,9 millones de dólares por haber usado ilícitamente su programa.

La indemnización de 9 millones de dólares corresponde a un cálculo porcentual de las ganancias percibidas por Microsoft con el software en cuestión, escribe Associated Press. El dictamen establece que Microsoft no infringió la patente inscrita por Amado mientras asistía a la Universidad de Stanford, aduciendo que no fue deliberada su copia (?).

Me pregunto: si esta situación se hubiera dado en algunos países de Latinoamérica... ¿el resultado habría sido el mismo? Me temo que no. Es más, tratándose de un monstruo del tamaño de Microsoft muy probablemente ni siquiera habría llegado a prosperar la demanda. Y es que el poder -en nuestros países, con frecuencia- corrompe, compra voluntades y anula juicios claros.

Son ventajas de los países desarrollados o del primer mundo, que tienen desligados los poderes o, por lo menos, en la mayoría de los casos sucede así. De esta manera, un pequeño David chapín le pegó una pedradita al Goliat de la informática, haciéndole un pequeño abollón de 8,9 millones de dólares que para Bill Gates no significará mucho en materia económica, pero mucho para Amado. Lo que sí es verdad, es que cada vez es más evidente la suciedad y ética inexistente en que este hombre ha "trabajado", ahora que salen a luz sus "travesuras".

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¿Insuperable?

Me fascina pensar de qué manera una misma circunstancia, una misma persona, un mismo instante, afectan de distinta manera a cada persona, tocando su mente y emotividad y enriqueciendo su vida de forma diferente.

Ya ven ustedes, Clint Eatswood es héroe de multitudes. Fue y sigue siendo la imagen a emular en las fantasías de muchos hombres cuando desenfunda su revólver en cualquiera de los roles que ha desarrollado a través de su carrera. Impactó nuestras jóvenes mentes cuando llegó a las pantallas en filmes como Por unos Dólares Más, La Muerte tenía un Precio y Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo, en estos western diferentes a lo que habíamos digerido desde niños, en donde todos los buenos eran limpios, prolijos y arios; y los malos eran los feos y sucios. ¡Clint se hizo inolvidable!

Harry el Sucio y sus secuelas hicieron palpable lo que siempre sospechamos: los policías (tal vez no todos) tienen un comportamiento violento, son rebeldes y si nos descuidamos, hacen justicia por su propia mano. Y Harry hace lo que en muchos momentos nosotros quisiéramos hacer... tal como Bocha nos comenta en su editorial de hoy.

Play Misty for Me fue la primera película suya que recuerdo claramente en detalle. Ya en mis veintes, tenía más conciencia de lo que veía y la locura de Jessica Walter en su obsesión por Clint me alarmó. Mis amigos DJ's de ese tiempo en esta ciudad, también tenían fans...

A través de los años y de la pérdida de su cabellera castaña y de la tersura de su piel, Clint aparecía siempre con nuevos regalos para sus seguidor@s. Sin embargo, el cambio de género, de estilo, de espacio que de verdad me impresionó fue en Los Puentes de Madison, con otra de mis íconos: Merryl Strep. Cuando vi en cartelera que estos dos gigantes compartían créditos, no lo dudé y fui a la sala de cine para disfrutar la película. Y no sólo la disfruté, lo sigo haciendo. La hice una de mis favoritas y el sentimiento que ellos plasmaron en sus imágenes y que me conmovieron en la primera oportunidad en que la vi, sigue moviéndome cada vez que vuelvo a verla. Creo que en esta producción Clint pasó de ser un héroe de varones al ideal maduro de mujeres igualmente maduras...

Sé que las interpretaciones de Clint han sido muchas y fabulosas. Y probablemente muchos de ustedes no estén de acuerdo conmigo, pero ¿qué puedo decir para justificar esta debilidad? Me encantó en Cowboys del Espacio. Probablemente porque en ese filme se asume la madurez -tirando a mucha- de los cuatro fantásticos intérpretes: Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, James Garner y el mismo Clint.

El último maravilloso regalo lo tuvimos este año con One Million Dollar Baby, que ya está formando parte de nuestra incipiente filmoteca familiar. No recuerdo haberme sentido más conmovida -¡en años!- como ser humano, como madre, como mujer, como con esta joya. Creía que Mystic River ya era su mejor trabajo como director, pero no fue así.

No sé qué más nos tiene reservado Clint, pero estoy segura que lo próximo a ver, experimentar y vivir, será mejor, mucho mejor. Su calidad interpretativa, su profundidad como director y su extraordinaria calidad humana así nos lo promete. Se superará a sí mismo.

sábado, mayo 21, 2005


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INOCENCIA

Elsa tenía 17 años. Era pequeña, con el cabello negro y liso, dientes blanquísimos y ojos castaños que se esforzaban por ver claramente por la miopía que ella desconocía padecer y que la obligaba a entrecerrarlos para enfocar la vista. Tenía la piel gruesa y oscura, lozana y firme. Los senos pequeños e infantiles contrastaban con el resto de su cuerpo, bien formado y curvilíneo, al que no se le movía ni un miligramo de grasa. Elsa no sabía que era dueña de estos encantos y se dedicaba nada más que a trabajar afanosamente, gustosa de haber encontrado una casa en donde no habían hombres.

Recordaba la vez anterior, un par de años antes, cuando la enviaron sus padres a la ciudad para que trabajara y les enviara dinero; la tía Chabela la ubicó en una linda casa, con gente de pisto. La mujer que vivía allí era una vieja loca que cocinaba unas sopas rarísimas a las que ponía dentro ruedas de grasa que olían rancio y que sabían a comida de chuchos. A veces, cuando estaba sentada en la sala mirando la tele, la mujer parecía perderse dentro de la pantalla, dejar volar el pensamiento por la ventanita de colores... Varias veces Elsa vio aparecer un charco debajo de los pies de la mujer y que se hacía cada vez más grande mientras se inundaba la casa con el fuerte olor a amoniaco. Y luego, cuando llegaba la hija, encontraba a la vieja orinada y abandonada en el sillón, perdida en la pantalla, mientras la gritaba a ella por no haber evitado que se orinara.

El viejo era otra cosa. Ese tenía el cerebro en su lugar. Y aunque no salía ya a ningún lado, recordaba muy bien en dónde dejaba olvidados los anteojos o si tal o cual día debía poner la televisión para ver algún programa que le interesaba. Recordaba bien que había otra mujer trabajando en la casa y no se metía con ella.

A Elsa la contrataron como ayudante de la cocina y la otra mujer era quien se encargaba de la limpieza y del lavado y planchado de la ropa. El viejo lo sabía bien, pero insistía en llamar a Elsa a su dormitorio diciéndole que revisara si había ropa sucia por algún lugar. La primera vez que ella entró a la habitación a buscar la ropa inexistente, sintió algo extraño cuando se agachó para ver debajo de la cama y el viejo se le acercó, mirándola con esos ojos verdes como escupitajo y tan asquerosos como uno. Las manos se le fueron detrás de las nalgas de Elsa cuando ella se levantó del piso... pero la patoja era fuerte y rápida y supo correr fuera del cuarto antes de que el viejo terminara de agarrarla.

Esa noche lloró y lloró durante mucho rato antes de quedarse dormida y por más que la mujer que limpiaba trató de sacarle el motivo de su llanto, permaneció callada. Sólo quería salir de allí.

Cada día que transcurría en esa casa debía secar los orines de la vieja o escapar de las manos largas y sucias del viejo, que siempre insistía en usar el mismo pretexto de la ropa sucia para atraerla a su dormitorio. Eso le molestaba más que la mujer incontinente.

Esperó a que llegara la fecha de pago y aprovechando que al día siguiente le tocaba libre, metió en su pequeña bolsa sus pocas pertenencias y pidió a la tía Chabela que la llevara de vuelta a su casa, de donde partió al día siguiente para la finca en donde vivía su familia. Cuando llegó sin aviso, su madre la recibió temerosa y sólo fue suficiente una mirada para que comprendiera porqué Elsa estaba de vuelta. El padre estaba cosiendo un pantalón en su pequeño taller de sastre y cuando la vio entrar y le preguntó la razón de haber abandonado el trabajo, Elsa empezó a explicarle pero no pudo terminar su historia: él tomó su cabello largo y negro y de una patada la tumbó sobre la mesa de pino que servía de comedor. Allí descargó su rabia pues el dinero que le entregó no le pareció suficiente. Además, estaba bebido...

Así que ahora estaba allí en la ciudad, de nuevo. Se cuidó mucho de llegar a una casa en donde hubieran hombres. Esta casa estaba bien. Tres mujeres y ninguna se quedaba como ausente mientras se orinaba sentada en la sala.

Sin embargo, Elsa no sabía porqué la otra, la que vivía enfrente y las visitaba con frecuencia, la veía con la misma mirada del viejo de los ojos de escupitajo...