domingo, abril 06, 2008

ELLA NO


A pesar de lo que puedan pensar o creer, soy feminista pero no fanática. Creo firmemente que el sexo no determina las diferencias en cuanto a remuneración, oportunidades de estudio, de trabajo, de progreso. Creo que tanto hombres como mujeres tenemos inteligencia y que el nivel de ésta no es determinado por el género de cada quien, sino por otros componentes que están lejos de tener que ver con los órganos reproductores.

Desde que empecé a trabajar a los diecisiete años, hace ya algunos lustros, me he desempeñado en trabajos que hemos desarrollado tanto hombres como mujeres, pero... claro, el pero es que a ellos siempre les pagaron más que a nosotras, a pesar de que en algunos casos los resultados eran abismales a favor... y no de ellos. La filosofía de la que hacían gala los ingleses con los que trabajé en los 70's nos exigía no usar pantalones y las camisas de los muchachos sólo podían ser blancas o celestes. Sin embargo, esa época de prohibiciones y terribles diferencias que fomentaron los ideales de la época sesentera, también adheridos al deseo de vivir haciendo uso de la libertad que los variopintos "gobiernos" dictatoriales que tuvimos en el país nos negaban, se fue transformando.

Con el tiempo, el aprendizaje, la capacitación y los cambios mundiales, también llegó el momento de ver por el bienestar -ya "en democracia"- hacia dentro de mi vida. Trabajé en empresas de las que hoy no recuerdo el nombre o me he obligado a olvidar el del "gerente" (como en el caso del que pretendía que yo "atendiera" a los visitantes de su empresa distribuidora de radios de comunicación y otros tantos artículos en la misma rama, pero que en realidad era la fachada de un vendedor de armas muy bien conectado con los gobiernos de ese entonces). Con los años, trabajé en una empresa en la que pude desarrollarme profesionalmente, con un gran campo para aprender, aunque las inconsistencias para sustentar las diferencias en retribuciones por género, continuaban.

En otras latitudes, creo, las mujeres han sabido luchar por su espacio, por tomar las oportunidades y mantener sus derechos. Han llegado alto, altísimo, tanto, que las hay "dirigiendo destinos" en sus países (alguna digiriendo, más que dirigiendo); hay otras que han dejado la vida en el intento. Y una más que está peleando duramente por llegar a ser presidenta.

Pero, sinceramente, por ella no votaría yo. Una acción suya me golpeó fuertemente hace ya muchos años, cuando su marido era quien ostentaba poder y fuerza. Tengo muy presente su actitud cuando el problema de la infidelidad descubierta llenó de escándalo y vergüenza las páginas de todos los diarios del mundo occidental. Siempre me pregunté qué habría hecho yo estando en su lugar, siendo la compañera del mandatario más importante del planeta. Y la verdad, creo que habría hecho casi lo mismo. Y en el casi está la diferencia.

Los norteamericanos tienen una manera muy especial de calificar la honestidad de sus gobernantes. Hacen públicas sus hojas de vida, todo el mundo las revisa, las analiza, las critica. Y si ésta está blanca como la nieve, se convierte en un líder. Hasta acá, todo va bien. Con millones de pares de ojos que los siguen a todos lados, los líderes son muy cuidadosos de los pasos que dan. A sus conciudadanos no les preocupará demasiado si son deshonestos en las finanzas, si no tienen ética, si la vida de los seres humanos no tiene valor a sus ojos. Pero que no los vayan a agarrar en un escándalo sexual, ¡porque allí se termina todo!

Lo que no he logrado descubrir es qué es lo que realmente les molesta. Porque de todas las historias de esa índole que hemos conocido, siempre la esposa ha aparecido a su lado, mancillada en su orgullo, herida en su dignidad, destrozada en su ser. Se supone la persona más amada por cada hombre "cachado en pecado", su compañera de vida, madre de sus hijos y bla, bla, bla. A nadie parece importarle lo que ellas han sufrido, la vergüenza que pueden haber sentido ante sus vecinos, familiares, amigos. No importa REALMENTE lo que sucede adentro de cada una de ellas, lo único que importa es demostrarle al mundo que las mujeres siempre están dispuestas a perdonar, para que sus hombres puedan levantar la mirada lavada con el perdón. Y continuar en sus roles.

Me pregunto: ¿qué pasaría si la dama en cuestión llega a la presidencia de su país y, haciendo uso de su igualdad, tiene un affaire que se descubre y provoca el mismo escándalo que el de su marido? No lo dudo: al día siguiente, estaría dimitiendo... obligada, claro está. Como pienso que fue obligada a mantener su postura "digna" cuando el asunto Lewinski. ¿Por qué no se elevó por encima de sus pies, con toda su estatura de dama y terminó con esa payasada? ¿Qué ejemplo de dignidad y autodeterminación puede darle a sus conciudadanos? ¿Cómo podrá exigir la verdad en su periodo presidencial, si no ha sido su emblema? ¿Pretenderá que las norteamericanas la imiten viviendo una mentira en sus vidas de pareja como ella la vivió? ¿Qué ejemplo de vida pretende que sigan? Los norteamericanos, dueños de la verdad, ejemplo de vida -todo eso, claro, según ellos-, país de justicia y libertad, ¿elegirán a Hillary?

No, no. Creo que, esta vez, a ella no.

sábado, marzo 29, 2008

NUEVAMENTE, CERRANDO CÍRCULOS


Alguna vez he comentado lo que me gusta el texto de Paulo Coelho, Cerrando Círculos. Una verdad de vida tan impresionante, que apabulla y al mismo tiempo es como si descorrieran las cortinas y entraran raudales de luz y comprensión.
En nuestro afán de ser permanentes, de mantener nuestra hegemonía y no perder vigencia, nos aferramos con uñas y dientes a cosas, personas, circunstancias, tiempos... Sin darnos cuenta que hagamos lo que hagamos, el cambio nos llevará por delante si no nos convertimos en dúctiles juncos para movernos con el viento que sopla. Después de que mi hermana y sus hijos vinieron de visita, quedó un tremendo vacío. Claro, los días que transcurrieron entre los dos momentos más importantes, su arribo y su partida, se fueron como agua entre los dedos. Las visitas, las llamadas, las salidas, los viajes planeados, las comidas compartidas, los recuerdos, las noticias, las sorpresas, los descubrimientos, las tristezas, las alegrías, finalmente la vida, nos dejó un cargamento de sentimientos que habríamos querido mantener apareciendo ante nuestros ojos, tocando nuestras pieles, sonando en nuestros oídos sin parar. Pero había que cerrar círculos, había que cerrar puertas para abrir otras y el momento de separarnos llegó. No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Y allá fueron ellos, hacia sus vidas de siempre, dejándonos acá con las nuestras. Sin embargo, estoy segura, algo cambió en todos, dentro de nuestras mentes y corazones. Las experiencias compartidas no pasan en vano. Y es que la misma vida nos va preparando para los cambios definitivos, los que aunque no queramos habrán de presentarse. Los años que transcurren y se llevan la lozanía de nuestras pieles, la brillantez de nuestros cabellos, la firmeza de nuestras carnes. Y vamos quedando, sin siquiera darnos cuenta, como una deformación de nuestros veinte años, vistos claro, sólo por fuera. Porque la vida bulle dentro de nosotros, en nuestras mentes y espíritus, siempre ávidos de conocimientos y "momentos". Los años se acumulan en nuestras arrugas, pesan en nuestras espaldas, enredan nuestros pies y vuelven torpes a nuestras manos, pero lo interior, lo intangible, cada día brilla más. De esa manera, vemos que los que amamos van llegando a su tiempo, que se confunden a veces, vuelven sobre sus pasos de niños y se apagan paulatinamente, muy a pesar nuestro. Las voces otrora fuertes y claras, que supieron susurrar frases tiernas y suaves si era necesario, que nos cantaron dulces canciones infantiles o leyeron para nosotros increíbles y fantásticas historias, ahora dependen de nuestra lengua para hacerse entender, de nuestros oídos para ser entendidos, de nuestra mano para sentir apoyo. Y se van yendo, decía, muy a pesar nuestro. El círculo de la vida que se cierra, irremisiblemente... Sin embargo, en otro círculo precioso, la vida que inicia, que mueve voluntades, el horizonte nuevo y compartido, las puertas que guardan sueños y anhelos, se abren y el amor se entroniza para formar nueva vida. Y así, hasta que transcurra y cierre nuevamente su ciclo. Y en el medio, nosotros, viendo que se nos van los que nos sustentaron, viendo que se inicia otras alegrías y que, probablemente, veamos a nuestros frutos dar, así mismo, más frutos para concretar y culminar nuestro propio círculo. Que ojalá nos sea permitido llegar a nuestro fin viendo felicidad y amor a nuestro lado, de la misma manera en que nosotros debiéramos prodigarlo a los que nos anteceden. Porque nada que no hayamos dado nos será dado.

sábado, marzo 08, 2008

EL DÍA DE LA MUJER


Ser mujer es maravilloso. Basta verse al espejo para darse cuenta que la vida nos ha sonreído, dándonos muchas cosas lindas para alegrarnos los días.

La suavidad de la piel, el brillo del cabello, la sonrisa tierna al mirar el rostro amado, el torso pleno en la sensualidad o para dar cobijo al hijo que crece dentro; la espalda fuerte y las piernas firmes, para soportar el peso de tantas cosas que hay que echarse a cuestas durante nuestra existencia.

Y el descubrimiento del poder, esa maravillosa facultad para hacer que sucedan "cosas" o para ejercer el liderazgo de nuestro grupo de vida. Cómo no sentirnos felices si, además de tener el poder de hacer que la vida sea posible a través nuestro, también tenemos una infinita capacidad de amar, de escuchar y de comprender. Un sexto sentido que nos ayuda a resolvernos la vida y la de lo más cercanos y la deliciosa dicha del amor, ¡el éxtasis de sentirnos enamoradas y saber que alguien se siente igual de nosotras!

Cual el dios Shiva, con dos pares de brazos y manos, atendemos muchas tareas simultáneamente, así como diferentes roles de nuestra vida: madres, esposas, hijas, amantes, hermanas, profesionales, amigas, vecinas... ¡Y todavía nos queda tiempo para danzar!

Lo más importante es reconocernos como alegría y belleza, aunque nuestras pieles estén ya surcadas por arrugas y nuestros cabellos estén blancos. La risa franca, el beso tierno, la palabra de aliento, la caricia tibia, el oído atento, la mano fuerte, el vientre cálido, los senos plenos, todo lo que a través de nuestra vida vivimos, damos y somos, resumido en nuestra maravillosa condición de mujer.

Si no estamos felices con lo que somos, ¿cómo vamos a dar felicidad a nadie más? Y ¿cómo vamos a enseñar a nuestras hijas a sentirse orgullosas de su femineidad si lejos de sentirlo nosotras mismas, se ven reflejadas en una persona gris, rodeada por una nebulosa, llena de amargura y frustraciones?

La vida nos pone obstáculos, es verdad. Nos hace tropezar. Nos apaga la luz. Nos quita el sonido. Pero en nuestras manos y bocas está el exigir nuestro lugar sobre la Tierra. Y si alguien o algo nos pone difícil el camino, demostremos que ser mujer tiene su peso y su valor y luchemos por -como aprendimos a decir en mi generación- sentirnos realizadas.

No necesitamos de un día al año para sentirnos felices por ser mujeres. Necesitamos, sí, la vida entera para celebrarlo.

sábado, febrero 02, 2008

LLEGARON...




La ley laboral de cualquier país que se jacte de serlo, contempla un periodo determinado de días de descanso para sus trabajadores. No importa si estos se dedican al trabajo agrícola, administrativo, pedagógico, del hogar o cualquier otro; no importa el género, lo importante es tomarse unos días de descanso, cambiar de ambiente y dejar vagar la mente y descansar al cuerpo para recargar las pilas y retomar las actividades después de ese recreo.

En ocasiones no tenemos planes específicos para salir a disfrutar o, aunque tengamos los deseos de hacerlo, hay "circunstancias" que no nos lo permiten, pero podemos encontrar en nuestra comunidad, la que recorremos diariamente con la prisa rutinaria, lugares y momentos dignos de redescubrir.

En Guatemala, a pesar de los artículos de prensa indicando que estamos viviendo en un estado casi fallido, en donde no podríamos salir ni a la puerta de la calle sin caer abatidos -que por supuesto, no es cierto- encontré muchas cosas por hacer en estas vacaciones que se aproximan y que, quiera o no, me dejarán fuera de la oficina por algunas semanas.

Para empezar, les contaré que esperamos la llegada de mi hermana Sandra, que vive en Toronto desde hace dieciocho años y que nos llena de expectativas; llegará con sus dos hijos para pasar con nosotros unos días llenos de actividad emocional, para hacer recorridos por los recuerdos y reencontrarse con la ciudad que dejó atrás cuando tuvo que emigrar, para reunirlo todo en momentos para atesorar y llevar consigo.

Pensamos viajar a la costa sur para que conozcan Xetulul y Xocomil, dos parques de diversiones impresionantes que pueden ustedes visitar en http://www.irtra.org.gt/. Cuenta con cuatro estilos y conceptos de hotel, a saber: colonial, mediterráneo, boungalows y un cuarto, tematizado, el más novedoso. En los cinco restaurantes encontraremos igual cantidad de opciones gastronómicas y las piscinas y juegos harán que los dos días se pasen volando.

Después iremos más al occidente, a visitar a nuestra familia materna; posteriormente subiremos al altiplano occidental, para quedarnos a visitar el asombroso lago Atitlán, el lugar más mágico y maravilloso que conozco. Les invito a ver algunas imágenes de esta belleza natural en http://www.guate360.com/galeria/categories.php?cat_id=14.

Las calles de la ciudad también nos verán pasar. Iremos a visitar el Palacio Nacional (http://html.rincondelvago.com/palacio-nacional-de-guatemala.html), la Catedral Metropolitana (http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=339852), el Portal del Comercio (http://luisfi61.blogspot.com/2007/04/el-portal-del-comercio.html), Casa Mima con muchas escenas del pasado puestas en pie (http://www.amgicom-guatemala.org/MU-casamima.htm); todo esto formando el rompecabezas del recuerdo, pero también visitaremos los nuevos centros comerciales, modernos y desafiantes en su tamaño y temática, que proporcionan a los jóvenes lugares de reunión y esparcimiento, con sus salas de cine, cafeterías, cafés internet, tiendas de ropa, zapatos, libros, música y muchas otras cosas más. También podrán visitar las pistas de patinaje, asistir a conciertos musicales, carreras de motos, partidos de fútbol o béisbol o, simplemente, relajarse en casa.

De cualquier manera, nada desbancará los gratos ratos familiares compartidos, acompañados de un buen café chapín y unas deliciosas champurradas -panes dulces, tostados y crocantes- cuya receta pueden ver en http://www.enmicasa.com/artman/publish/article_337.shtml. Por supuesto, comerán frijoles volteados con tortillas y queso, sazonados con un buen chirmol de chiltepes, que seguramente serán mejor saboreados si se acompañan con nuestra deliciosa Cerveza Gallo, absoluta y definitivamente, ¡la mejor cerveza del mundo! http://www.cerveceriacentroamericana.com/gallo.html.

Muchas expectativas para pasar hermosos momentos, tanto de los que vuelven a su terruño como de los que aguardamos ansiosos para abrazarlos y hacerlos, otra vez, sentirse en casa. ¡Nada nos detendrá!

sábado, enero 26, 2008

GANAR - GANAR


Fue al final de mi adolescencia, mientras iniciaba mi vida laboral, cuando a través de una conversación con mi padre, decidí pertenecer al sindicato del banco en donde trabajaba. Corrían los años '70 y la situación politíca en mi país no era la mejor, la guerrilla había iniciado sus operaciones en 1963 y el gobierno elegido democráticamente iniciaba sus operaciones militares de esta guerra que todavía no se había declarado abiertamente.
Con el pasar de los años y el incremento de la violencia, los ideales juveniles convertidos en conciencia social me tuvieron trabajando en el sindicalismo bancario de mi país durante diez años, todos ellos llenos de aprendizaje y satisfacciones, aunque al final del camino hayan habido tribulaciones, riesgos y angustias.

Haber trabajado en el sindicalismo (porque a pesar de lo que pensaban muchísimas personas, sí se trabajaba en aquellos días) fue una hermosa experiencia. A la par de cumplir con mis labores diarias en el horario de aquel tiempo (de 8:15 a 18:00, con dos horas para el almuerzo) que podía exigirme tiempo después de la salida por la tarde o los fines de semana, también tuve oportunidad de viajar al exterior para entrenarme y adquirir los conocimientos necesarios para desempeñar un papel eficiente en lo que todo sindicalista que se respeta anhela llegar a hacer: negociar un pacto colectivo de condiciones de trabajo. Fue así que, en 1979 concretamos la negociación del convenio que abarcaba a los trabajadores (sindicalizados o no) de dos bancos del sistema. Fue un interesante intercambio de conocimientos, en los que viví, no me contaron, las posiciones que nuestros patronos mantuvieron duramente hasta que el Ministerio de Trabajo intervino como mediador concretándose la firma seis meses después del inicio de esta última etapa. Para entonces, la muerte andaba pisando los talones de los dirigentes del país y después de que uno de mis compañeros fue ametrallado saliendo de su casa a las 7:00 de la mañana y los demás sufrieron persecuciones y acosos por la entonces policía judicial y el ejército, me enviaron por dos vías mensajes para que abandonara el país, cosa que hice en enero de 1982, cuando mi hija tenía un poco menos de un año. Por mi parte jamás milité en la guerrilla, nunca tuve nexos con ningún partido político pero sí trabajé para eliminar los abusos y explotación que se daban en aquellos días; hice frente a las injusticias, tal y como lo continúo haciendo en todos los ámbitos de mi vida.

Al volver a mi país continué sin involucrarme en ningún movimiento, previendo cualquier retorno del peligro. Me costó mucho encontrar un trabajo serio y bien remunerado y fue en 1985 cuando me llamaron de una embotelladora de Coca-Cola en mi ciudad; esta empresa estuvo cerrada por más de 18 meses después de que el sindicato tomó las instalaciones para evitar que fuera cerrada y perder sus puestos de trabajo y todas las prestaciones correspondientes. El libro Años de Sudor y Lucha, escrito por Miguel Ángel Alvizúrez, captura la historia de los trabajadores de esta fábrica que, en el transcurso de unos pocos años tuvo tres propietarios que jugaron con el trabajo, el esfuerzo y la vida de sus empleados.

Cuando empecé a trabajar con los nuevos dueños de esta embotelladora estaba lejos de saber que con los años estaría laborando, otra vez, en el área humana. Pero esta vez, del otro lado de la mesa. Habiendo transcurrido ocho años después de mi exilio, el contacto con los trabajadores -sindicalizados o no- volvió a darme enormes alegrías y satisfacciones. Por supuesto que tuvimos jornadas de discusiones e intercambios de opinión, pero pude experimentar las enormes diferencias que existen entre un sindicalismo de cuello blanco y uno obrero. Son totalmente disímiles. Los problemas que surgen, tratándose de que son generados por seres humanos, tienen las mismas raíces, eso sí. Pero ya en la práctica, se enfocan y manejan de manera muy diferente.

Ahora, a la distancia, después de más de veinte años, puedo revivir ambas experiencias (como sindicalista y como patronal) sin involucrar sentimientos, sin sentir el corazón salirse por la boca por el miedo, sin la satisfacción de haber cumplido con mi trabajo y mi obligación laboral, sin la emoción de haber alcanzado un logro que nos daría una mejor vida a todos.

Por supuesto, en ambos lados existen los seres entregados a sus ideales y conscientes de su realidad. Y también los aprovechados y sinvergüenzas. Lo que sí tengo claro es que ninguna de los dos lados -empleadores y trabajadores- puede pretender imponer su voluntad ciegamente sobre la otra. Ambas se necesitan, ambas viven la una de la otra y ambas deberían utilizar la empatía para facilitarse la toma de decisiones.

Es muy agradable ver que hay muchos grupos en Guatemala que trabajan conjuntamente para no matar a sus propias gallinas de los huevos de oro, sino todo lo contrario, para hacerlas más eficientes y triunfadoras. Es lamentable que el sindicalismo oficial, el que existe dentro de las instituciones de Estado, sea de la era cavernaria, en donde lo único que se anhela es exterminar al contrario, al que se visualiza como enemigo.

Y lo peor de todo, que pareciera que la historia empieza a repetirse en América Latina. Ojalá que podamos ajustar nuestros anhelos con las políticas económicas y sociales y lograr salir adelante con dignidad y valentía. Pero eso no se hace masticando odio ni resentimiento. Se hace con inteligencia, se busca a través de una relación en la que ambos bandos ganen.

Ganar-ganar. Esa es la receta.

sábado, enero 19, 2008

El canche


Pensaba escribir largo y tendido acerca de la situación política de mi país. El cambio de gobierno se dio el pasado lunes 14 y el partido Unión Nacional de la Esperanza (nombre más manipulador imposible) asumió el periodo próximo, de cuatro años. Nuestro actual presidente se declaró social demócrata y empezó su mandato nombrando el gabinete de gobierno, lógicamente. En menos de una semana han habido nombres que van y vienen, los sindicatos protestan, amenazan con paros, gritan y aparecen otra vez con todo el poder recuperado... y el presidente cambia de opinión y "desnombra" a los ya nombrados. Los ministros dicen sí, dicen no y a mí me parece que esta película ya la vi. Por ese motivo decidí no "hacer más bilis" y ejercitar paciencia y tolerancia, así como esperar resultados de esta aventura y emitir juicio al final de estos cuatro años.

Entonces les comparto esta pequeña historia urbana.

Hace algunos meses, dos o quizás tres, comentamos mi hija y yo que en un cruce importante y congestionado, generalmente, a pocas cuadras de casa, en donde el tráfico es pesado sobre todo a las horas pico, al ponerse en rojo el semáforo, aparecía saltando casi como de la nada, un joven diferente. Midiendo más o menos un metro ochenta, atlético, de cabello y barba rubio-rojizos, ojos azules y tez blanca, llamó inmediatamente nuestra atención.

El "canche" -como llamamos acá a las personas rubias y blancas- se para frente a la fila de vehículos que rugen esperando el verde, haciendo todo tipo de gesticulaciones, piruetas y malabares. Es ágil, simpático, cómico y hábil y tiene muy bien medido el tiempo: de un minuto con 30 segundos que dura cada rojo, utiliza 60 segundos en su performance y los 30 restantes en acercarse a las tres primeras filas de tres vehículos en fondo, para recoger "aportes".

En una ocasión lo escuché hablar y me di cuenta que su acento era del lejano sur. A la primera ocasión que tuve, cuando se acercó a recoger la moneda que despaché a través del poco espacio que quedó al bajar mi vidrio de piloto, le pregunté de dónde venía. Es verdad, lo retrasé unos 20 segundos, pero me contó que vino al país con un grupo de teatro italiano a dar funciones en el interior de mi país, a los niños de escasos recursos. Estando en esas conoció a una chica, se enamoraron y ella ahora está esperando un hijo suyo que nacerá en febrero.

Me contó la historia con el rostro lleno de alegría, lleno de luz e ilusión. "Así es que por eso estoy acá", me dijo. ¿Y de dónde viene?, le pregunté. "Soy argentino, de Buenos Aires", respondió. En ese momento cambió el semáforo y él, alegremente mientras corría, levantó el brazo y me gritó un "¡Adiós, seño!", colocándose en la bocacalle a mi izquierda, iniciando su acto de malabarismo.

A los pocos días volví a verlo y le pregunté si amargueaba, pues tenía un paquete de hierba en casa que un amigo me regaló, pero que no consumí porque pasar por todo el ritual del cebado para mí sola no me hace mucha gracia. Por supuesto que lo agradeció y un par de noches después llegué al cruce y le toqué la bocina; en seguida se aproximó a mi auto, sonriente, para recoger -esta vez- el paquete ofrecido. Me lo agradeció, sonriente, antes de correr al otro lado.

Pasaron muchos días y mi hija y yo no vimos al canche para nada. Anoche, viniendo a casa un poco más tarde que de costumbre, me tocó el semáforo en rojo. Entonces lo vi, colocando las esferas de colores en su cabeza, de allí para sus hombros, del derecho al izquierdo, del izquierdo al derecho y de allí para sus manos, mientras su rostro hace muecas divertidas y su larga cabellera atada detrás de la nuca, brilla bajo las luces de neón.

Apenas toqué la bocina de mi auto y él, que venía corriendo de vehículo en vehículo mientras saludaba con inclinaciones de cabeza y su mejor sonrisa, me gritó: "¡Ya voy, seño!" Yo había quedado en quinta fila y creí que no le daría tiempo para llegar antes del cambio de luz, pero llegó derrapando hasta mi ventanilla, extendiendo su mano hacia el vidrio completamente abierto, mientras me decía: "¡La hierba está muy buena!" Corrió a su siguiente esquina con los bolsillos llenos de monedas, tintineando mientras se golpeaban unas con otras en su carrera.

El verde llegó y los autos arrancaron prestos. Viré hacia la izquierda, mientras la figura del canche quedaba atrás, empequeñeciéndose, mientras las esferas volaban ordenadamente arriba de su cabeza.

Y me pregunto: ¿qué hace a un porteño salir de su ciudad hacia una ciudad como la mía, aventurando tanto, pasando penas y riesgos? ¿El mismo motivo que hizo que los vikingos salieran en su drakkar, buscando nuevas costas? ¿Sería la misma ambición de Colón por llegar a una tierra llena de dinero y oportunidades? ¿El ansia de descubrir nuevos mundos, como los astronautas? La misma razón, la curiosidad, la necesidad de nuevos horizontes. Probablemente buscaba llegar más al norte, pero por ahora, lo detiene el nacimiento de un hijo que tal vez no estaba en sus planes.

Como sea, me gustaría poder decirle a sus padres que está bien. Y que como yo, estoy segura, muchos chapines citadinos, cuando paramos en el semáforo de Calle Martí y 7a. avenida, buscamos al canche con la mirada, para entregarle, junto con la moneda que separamos para él, nuestra esperanza porque su vida llegue a puerto seguro.