sábado, marzo 08, 2008

EL DÍA DE LA MUJER


Ser mujer es maravilloso. Basta verse al espejo para darse cuenta que la vida nos ha sonreído, dándonos muchas cosas lindas para alegrarnos los días.

La suavidad de la piel, el brillo del cabello, la sonrisa tierna al mirar el rostro amado, el torso pleno en la sensualidad o para dar cobijo al hijo que crece dentro; la espalda fuerte y las piernas firmes, para soportar el peso de tantas cosas que hay que echarse a cuestas durante nuestra existencia.

Y el descubrimiento del poder, esa maravillosa facultad para hacer que sucedan "cosas" o para ejercer el liderazgo de nuestro grupo de vida. Cómo no sentirnos felices si, además de tener el poder de hacer que la vida sea posible a través nuestro, también tenemos una infinita capacidad de amar, de escuchar y de comprender. Un sexto sentido que nos ayuda a resolvernos la vida y la de lo más cercanos y la deliciosa dicha del amor, ¡el éxtasis de sentirnos enamoradas y saber que alguien se siente igual de nosotras!

Cual el dios Shiva, con dos pares de brazos y manos, atendemos muchas tareas simultáneamente, así como diferentes roles de nuestra vida: madres, esposas, hijas, amantes, hermanas, profesionales, amigas, vecinas... ¡Y todavía nos queda tiempo para danzar!

Lo más importante es reconocernos como alegría y belleza, aunque nuestras pieles estén ya surcadas por arrugas y nuestros cabellos estén blancos. La risa franca, el beso tierno, la palabra de aliento, la caricia tibia, el oído atento, la mano fuerte, el vientre cálido, los senos plenos, todo lo que a través de nuestra vida vivimos, damos y somos, resumido en nuestra maravillosa condición de mujer.

Si no estamos felices con lo que somos, ¿cómo vamos a dar felicidad a nadie más? Y ¿cómo vamos a enseñar a nuestras hijas a sentirse orgullosas de su femineidad si lejos de sentirlo nosotras mismas, se ven reflejadas en una persona gris, rodeada por una nebulosa, llena de amargura y frustraciones?

La vida nos pone obstáculos, es verdad. Nos hace tropezar. Nos apaga la luz. Nos quita el sonido. Pero en nuestras manos y bocas está el exigir nuestro lugar sobre la Tierra. Y si alguien o algo nos pone difícil el camino, demostremos que ser mujer tiene su peso y su valor y luchemos por -como aprendimos a decir en mi generación- sentirnos realizadas.

No necesitamos de un día al año para sentirnos felices por ser mujeres. Necesitamos, sí, la vida entera para celebrarlo.

1 comentario:

Ana Luz Quiñónez dijo...

Carmencita, felicitaciones por el artículo tan bien logrado.. El cierre, magistral! Apegándome a tu concepto y solidaria a él, celebraré con alegría y entusiasmo, día a día, la dicha de ser mujer!

Un abrazo, Ana Luz Quiñónez