sábado, abril 16, 2005

DESERCIONES

Primera parte del siglo XXI. Desde los últimos 25 años del pasado siglo, en este país -como sé que ha sucedido en otros tantos- la migración de católicos a sectas evangélicas establecidas, mantenidas o inventadas en nuestra sociedad, ha sido de cientos de miles. Sin contar las diferentes sectas orientales y nativas, descendientes de los mayas.

Los factores que han incidido en esta deserción pueden ser muchas: curiosidad por conocer otros ritos, conveniencia económica -en el caso de algunas iglesias evangélicas, que ayudan a sus miembros concediéndoles oportunidades de trabajo y crecimiento económico-, decepción, experiencias negativas, en fin, muchas otras a listar. Sin embargo, creo que había un nexo, una situación que hacía que los aún católicos se mantuvieran unidos, además de la fe que, en muchos casos, debemos reconocer, no es todo lo fuerte que la Iglesia quisiera. Y esa circunstancia, absoluta y clara, era el extraordinario liderazgo y la mística que emanaba de la personalidad de Karol Wojtyla. Algo así como sentirse orgullosos de pertenecer a una iglesia liderada por un ser especial, con el que no cuenta ni había contado ninguna otra secta o religión en la historia moderna del planeta. Puede ser que su muerte se convierta en otro motivo de deserción para los católicos actuales.

Si el próximo papado sigue la línea de Juan Pablo II, muy probablemente no habrán cambios beneficiosos para los desposeídos del planeta, pero si cuenta con un líder que la mantenga unida, esto será irrelevante. Si no lo consigue, será evidente que es una iglesia elitista, incoherente entre lo que dice cada domingo desde los altares y púlpitos, y lo que realmente hace. Incongruente, además, con la enorme población femenina urgida de lograr respeto y oportunidades de vivir mejor, cuando se le insta a mantener un comportamiento de obediencia a los varones de sus familias, se le prohíbe decidir sobre su maternidad y su propia vida, coartando su deseo de libertad y autodeterminación.

Los diferentes pueblos del mundo viven una relación inversa entre su desarrollo y el poder que las religiones ejercen sobre ellos. Pero en esta franja de tierra que habitamos todavía son importantes para muchas personas que creen a pie juntillas en lo que sus guías espirituales plantean; es verdad que los medios de comunicación abren ojos y oídos -y claro, mentes- a otras verdades, como que cada vez es más usual encontrar personas practicando ritos simbióticos entre el catolicismo y las religiones mayas.

Modernizarse, probablemente, sea el verbo que se necesite llevar a la práctica. Enfrentar con valentía los cambios por los que la raza humana ha atravesado; trabajar en la apertura de criterios con relación a la sexualidad, el control de la natalidad y eliminar el manoseado y mal llevado celibato, un estilo de vida de mentira, madre de muchos males hacia adentro y hacia afuera de su propia estructura. Si el próximo papa no humaniza y flexibiliza su administración y guía, creo sinceramente que estaremos siendo testigos del principio del fin de este imperio.

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