sábado, mayo 14, 2005

CONSUMISMO Y LEALTAD

El 10 de mayo se celebra en Guatemala el Día de la Madre. Es decir, es el día comercial para celebrar un hecho natural, transformándolo en una apotéosis de consumo que lleva a muchas personas a meterse en serios problemas económicos para adquirir bienes y regalarlos a su madre, su pareja, su abuela, tías y cuanta madre tengan cercana.

Nos han llevado al lavado de cerebro general cuando nos ofrecen enormes ofertas para que compremos electrodomésticos que "ayudarán" a las madres a hacer mejor y más rápido su trabajo. Es decir, se piensa que el trabajo principal de las madres es limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar... Y tenemos el cinismo de regalar a nuestras madres una lavadora para que no se canse tanto al lavar, una cocina para que la comida salga a tiempo, una licuadora para que las mezclas sean mejor efectuadas. Es verdad que les "alivianamos" la carga, que les simplicamos el trabajo, que les facilitamos la vida... ¿Pero no es eso un hecho que debiera darse espontáneamente, sin presiones de fechas especiales u ofertas excepcionales, porque TODA la familia se verá beneficiada con estas compras?

Las madres también son amigas, amantes, trabajan fuera de la casa y son profesionales en lo que hacen; tienen intereses intelectuales, viven intensamente sus emociones, aman, ríen y son felices o no, independientemente del hecho de tener hijos -propios o adoptados- y probablemente les entusiasme más recibir una flor con amor que una lavadora enorme, blanca y fría para que sea más eficiente en su trabajo doméstico.

El consumismo no nos deja ver con claridad, nos envuelve y arrastra hasta los comercios que inundan los medios con ofertas nunca antes vistas. ¡En fin...!

Este año, como regalo del día de la madre, fuimos invitadas mi madre y yo a un concierto. Ignoro si por el sur del continente se le conoce y sigue como en este hemisferio, pero acá se ha hecho un culto a sus cuatro décadas de interpretación de canciones románticas, habiéndose convertido en un casi participante del inicio de muchísimos romances o en quien, en su voz, trasladó palabras de dolor, desamor, frustración y tristeza cuando los lazos se rompían. El Príncipe de la Canción -como se conoce a José José- a pesar de sus más de 40 años en el medio y de que el daño que provocó en su organismo con el alcohol es más que evidente, nos regaló una noche inolvidable, llena de recuerdos, añoranzas y canciones. Me impresionó el recibimiento del público cuando apareció en el escenario, tal y como sucede en su país natal, México, a través del tiempo y a pesar de sus desaciertos y enfermedad.

Es, probablemente, porque es un caballero, un hombre que se ha dado incondicionalmente a sus fans, porque se preocupa por el prójimo y tiene la cabeza muy bien puesta encima de los hombros y sabe que la gloria es temporal, que no sería nada sin la lealtad, amistad y cariño que ha sabido provocar en los que todavía hoy, muchísimos años después de haberlo escuchado por primera con El Triste, todavía vibramos con su voz y sus canciones.

Una noche inolvidable. Un regalo excepcional. Las madres que lo recibimos, lo agradecemos.

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