lunes, agosto 01, 2005

De tanto ver, sentir, oler y escuchar, damos por hecho y por sentado que todo lo que nos rodea, todo lo que experimentamos y enriquece nuestras vidas, existe de la misma manera en cualquier otra parte del mundo. A menos que la curiosidad nos obligue a que analicemos, indaguemos o investiguemos, no podremos aprender que el mundo está rebozante de experiencias para regalarnos y que, así viviéramos mil años, descubriendo una nueva cada día, no nos alcanzaría el tiempo para vivirlas todas.

Hace veinte, treinta o cuarenta años, durante la adolescencia, no podíamos ni imaginar todo el maravilloso mundo que había fuera de las fronteras de nuestros barrios o colonias; cada persona que conocíamos nos parecía fabulosa -salvo algunas tristes excepciones- pero nos impactaba mucho más si llegaba a nuestro círculo alguien con un acento diferente, con ojos azules o cabello color paja.

La música que escuchábamos era la que nos llegaba por las emisoras locales; claro, toda debidamente elegida por el gusto del mandamás de la disquera dominante, por lo que desconocíamos la riqueza que podía haber en los gustos armónicos de otros países que no fueran nuestros vecinos del norte.

Cuando un amigo, pariente o conocido volvía de algún viaje al exterior, escuchábamos embelesados sus cuentos acerca de lo que había visto, comido o escuchado; con toda nuestra imaginación tratábamos de acercarnos a la realidad vivida por el viajero, a sabiendas de que probablemente nunca conoceríamos a ciencia cierta la realidad que nos relataba.

Muy pocas personas sabían que en Uruguay se toma mate, que en Bogotá se come bocadillo beleño -trocitos de queso campesino con dulce de guayaba- o que en Guatemala se comen tamales negros (con salsa dulce de chocolate).

Las modas de estación llegaban a nuestras ciudades siempre con retraso y las películas en el cine ¡ni hablar!

Ésta es una de las maravillas del tiempo que nos ha tocado vivir, a pesar de que ya vivimos más de la mitad de nuestras vidas. La tecnología nos ha permitido acortar distancias, ver con ojos nuevos lo que existe desde siempre, lo que antes sólo imaginábamos ahora lo disfrutamos desde la comodidad de nuestra sala, a colores y con sonido surround.

Si en algún momento nos asalta una duda, no tenemos más que conectarnos a internet y el buscador nos desplaza muchas opciones para aprender y dilucidarla. Las noticias que antes probablemente no llegaban sino por el "boca en boca", ahora ocupan las páginas de casi todos los diarios del mundo, haciéndonos partícipes de la alegría, el terror o la tristeza.

¡Y cuánto más conocerán nuestros hijos o nietos! Como en los sueños de Bocha, probablemente serán colonizadores de otras galaxias y nosotros, desde sus recuerdos -o en otra dimensión- disfrutaremos de cada nueva conquista del maravilloso género humano.

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