sábado, febrero 11, 2006

CUANDO UN AMIGO SE VA...


El mundo está lleno de conflictos. Esta semana encontré un par de buenos temas para desarrollar y ya tenía en mente el bosquejo de lo que escribiría. Temas candentes, temas que "venden". Pero como nadie es dueño de nada, mucho menos del destino, esta mañana recibí una llamada de mi querido amigo de siempre, "Caluco", que me avisaba de la partida definitiva del "Chimpa".

Se detuvo el tiempo, mi mente quedó en blanco, veía sin ver, tocaba sin saber en dónde detener las manos. La noticia pegó en mi cerebro y quedó rebotando de un recuerdo a otro, por los treinta y seis años de amistad profunda, de respeto mutuo, de asombros y admiración reverente por la sabiduría de René.

Lo conocí cuando empecé a trabajar, apenas de 17 años, en el antiguo Banco de Londres y Montreal, ahora desaparecido. Era el encargado del "departamento" de Relaciones Públicas, con apenas dos personas: él y su secretaria. Siempre fue motivo de bromas este hecho.

En aquellos años, el sindicalismo se vivía de otra manera. Era la época de la dictadura militar en Guatemala, así que los movimientos sociales tenían un impulso fuerte desde adentro del corazón. René había sido fundador del sindicato en el Banco y conocía muy bien de qué manera se manejaban las cosas, tanto de un lado como del otro. Con los años, cuando tuve la suerte de compartir con él la experiencia de una negociación de pacto colectivo -ambos por el sindicato-, pude comprobar que su mesura y equilibrio superaba nuestro entusiasmo juvenil; durante mi tiempo en el sindicalismo, él fue guía, consejero y amigo verdadero. "No hay que matar a la gallina de los huevos de oro", nos decía. Y tenía mucha razón. Los logros que obtuvimos estuvieron coronados por el gana-gana y ambas partes trabajamos con ahínco por conseguirlo.

A pesar de que los dos dejamos de trabajar en el Banco -él se jubiló y yo me fui a vivir al Uruguay- mantuvimos contacto fuera de allí. En nuestro pequeño grupo de amigos de toda la vida, su presencia era reclamada con fervor. Poseedor de un fabuloso sentido del humor, salpicaba nuestras tertulias con anécdotas que, contadas miles de veces, siempre arrancaban carcajadas sanas y eufóricas como la primera vez.

Mi aprendizaje de vida está lleno de sus palabras. Tenía una opinión valiosa y bien fundamentada para compartir en cada ocasión, desde la más simple hasta la más complicada. No sabía ser egoísta.

El "Chimpa", nuestro querido amigo, era un archivo impresionante de recuerdos. Le tocó vivir momentos importantes de la historia del país y sus relatos oportunos y vivaces fueron semilla y motivo de reflexión. Siempre recordaré su famoso: "Mi medida es cinco" y en todas las tertulias compartidas, jamás lo vi tomarse más de cinco tragos; mantuvo su estilo por los 80 años que vivió y nunca lo vi dar espectáculos desagradables o perder la compostura.

Fue un caballero en todo el sentido de la palabra. Su sinceridad y franqueza eran reconocidas, pero hasta el día de hoy, no he conocido a nadie que se haya sentido irrespetado o violentado por René. Y ese fue su mejor instrumento para lograr que la melodía de su vida siempre sonara bien.

Y hoy, esta mazorca se ha empezado a desgranar... Chimpa, hasta la vista.

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