viernes, agosto 13, 2004

Es importante, pero no suficiente

En la última semana de junio, en la ciudad de México, Distrito Federal, se llevó a cabo una marcha multitudinaria en contra de la delincuencia que azota ese país. Esta convocatoria reunió entre 350 y 400 mil manifestantes, aunque la Secretaría de Seguridad Pública del D.F. dio 50 mil como la cifra de participantes. Se buscó seguridad, desaparición de la impunidad y exigencia a las autoridades de ayuda concreta para la erradicación de este mal que ya se extiende por toda América Latina.

Cuando en Guatemala el Presidente Berger tomó posesión del Poder Ejecutivo, encontró -hablando nada más de seguridad ciudadana- un cuerpo de policía pobre en número, carente de recursos y minado por la corrupción. Debido a que los índices de delincuencia no han bajado sino todo lo contrario, fueron sustituidos el Ministro y los dos Vice-ministros de Gobernación (del Interior) y el Jefe de la Policía Nacional. Unido a estos cambios, se inició un programa conjunto entre miembros de la policía y el ejército para la vigilancia en las áreas de mayor incidencia delincuencial, de día y de noche. Aunque en un principio se rechazó la medida por algunos miembros de la sociedad civil, se flexibilizaron posturas y, finalmente, se aceptó que el ejército participara activamente en el mantenimiento del orden y la paz social, ya que su papel de "defensor" de la soberanía hacia afuera de nuestras fronteras es prácticamente nulo por ahora. Es ya el momento que sean productivos constructores de acciones concretas y positivas.

Esta semana han sido convocados todos los actores de la sociedad guatemalteca para llevar a cabo marchas iguales a la de la ciudad de México en varias ciudades de nuestro país, el viernes 13. Sin embargo, creo que el problema no se resolverá con patentizar nuestra urgente necesidad de orden, seguridad y justicia. Acá debemos provocar, generar y atravesar fortalecidos por los cambios que esto implica.

Necesitamos una policía eficiente, jueces incorruptibles que apliquen las leyes con entereza y justicia, un sistema penitenciario a toda prueba en donde los delincuentes paguen su deuda social pero también aprendan a ser seres útiles y productivos; pero esto no lo es todo.

No podemos exigir honradez si nosotros mismos no la practicamos al evadir el pago de nuestros impuestos; si no denunciamos los robos o asaltos a nuestras casas o negocios porque pensamos que de nada sirve y provocamos con eso que la impunidad continúe campeando. Si somos los primeros en incitar a la corrupción pagando "mordidas" para no cumplir con nuestras obligaciones ciudadanas o para no sufrir alguna sanción o corrección por infringir la ley. Si usamos nuestros "conectes" en el gobierno, tanto a favor nuestro como de nuestros amigos o parientes -dependiendo de qué lado de la calle nos encontremos- para evadir responsabilidades o sacar ventajas. Si volvemos la vista hacia otro lado mientras otros cometen alguna fechoría. En fin, si hacemos las de los tres monos, aquellos mal llamados sabios: ver, oír y callar.

No podemos exigir que nuestro pueblo crezca, se desarrolle y progrese, si hacemos uso de la "Ley del Embudo" (grandote para mí, chiquito para vos) en cada acto de nuestra vida ciudadana, si no enseñamos a nuestros hijos a amar sus raíces, a sentirse orgullosos de haber nacido en su país, si discriminamos a nuestros compatriotas por ser diferentes, por tener menos, por saber menos.

Queremos un lugar mejor para vivir, pero NO HACEMOS NADA PORQUE ASÍ SEA. Levantarnos por la mañana, salir a trabajar y cumplir con lo mínimo que se espera de nosotros, volver por la noche y sentarnos a ver televisión para vivir en un mundo de ilusión y fantasía, no es trabajar por mejorar nuestra patria sea ésta México, Uruguay o Guatemala. No se fortalece nuestra identidad si rechazamos comer nuestros platos típicos, detestamos nuestras músicas o nos burlamos de las personas que visten sus ropas autóctonas, diferentes de las que nosotros gustamos vestir. Exigimos que nos den, pero no damos nada a cambio.

En la medida que nos sintamos orgullosos de nuestro suelo, de nuestras costumbres, de nuestra identidad, en esa misma medida estaremos dispuestos a luchar por vivir en el mismo pero, también, diferente país.

Debemos trabajar por aumentar nuestra autoestima cívica. Una marcha en contra de la delincuencia puede ser el principio. Aparentar estar unidos puede ser importante, pero no es suficiente.

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