domingo, septiembre 12, 2004

Tiempo

Hace tiempo ya, treinta años largos y llenos de vivencias, vivíamos una época oscura en la historia guatemalteca. Entonces, entre las carreras de la semana, una tarde se pasó la voz y nos invitaron a conocer a un grupo de músicos que cantaban folklore y protesta; siendo jóvenes y transgresores como éramos, nos unimos a un mar de gente que a cielo abierto y despejado, esperaba expectante a que se presentaran. Venían de lejos, muy lejos, de Argentina, y su música y letras eran de muchos cantores del enorme sur, que nos regalaron en ese pequeño concierto que nos hizo sentir más fuertes, unidos y decididos.

Y como el tiempo es implacable, pasó raudo y veloz y pasé sin escucharlos más que en los discos de vinil, pero en los 80's volví a saber de ellos. Llegaron de vuelta a mi país y volvieron a usar su magia para reunir a miles de personas en otro concierto al aire libre.

Esta semana, vi la publicidad en los diarios. Y se me ocurrió invitar a mi hija para que me acompañara. Ella creció escuchando su música. Casi sin tiempo para conseguir las entradas, nos apresuramos y encontramos ubicación cercana al escenario. Entre mucho alborozo, aplausos y alegría, iniciaron el concierto. El Quinteto Tiempo, que ha permanecido fiel a sus inicios, nos llevó de la mano por el largo, largo camino en el tiempo, habiéndonos hecho recordar no sólo el primer encuentro, sino los temores, frustraciones y dolor que se vivió en esos días. También los sueños, ilusiones y anhelos, algunos de los cuales - a través del tiempo- hemos logrado realizar.

Una de las situaciones interesantes es que ahora llegaron auspiciados por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, conjuntamente con la Secretaría de Justicia de Argentina; y su viaje actual por América Central está también auspiciada por los organismos más representativos del quehacer en búsqueda del bienestar de los centroamericanos. Ya no nos preocupamos de ser "fichados" por acudir a escucharlos.

Fue algo casi mágico lo que vivimos. Reencontré la emoción con algunas interpretaciones antañonas que me dieron oportunidad de retrospeccionar en mí misma para verificar que a veces sacrificamos nuestros anhelos por otras comodidades, por algunas responsabilidades pero que, finalmente, el tiempo mismo nos brinda la medicina para sanar heridas o tristezas. Ese mismo tiempo que se nos escapa entre los dedos -¡treinta años!- a veces nos transforma, nos moldea, nos lleva de la mano o nos saca del camino. Reconocí que aquella sangre joven, rebelde, atrevida, transgresora, ahora es más razonable, medita, analiza y piensa. Creo que esa es la diferencia: que antes me dejaba llevar por lo que sentía, ahora es a la inversa, pienso más antes de actuar. Pero a veces, como esa noche, abro el dique a las emociones y vuelven a salir mi voz y mis sentimientos a raudales, para decir lo que es una verdad irrefutable: a pesar de que vivimos un tiempo aparentemente diferente, que las tres décadas transcurridas se han llevado consigo muchas vidas, muchas ilusiones y han propiciado cambios, el fondo de la protesta sigue siendo la misma porque las cosas, en verdad y de fondo, no han cambiado. Y no hablo de política, hablo del egoísmo y avaricia de nosotros, los seres humanos comunes y corrientes, que por mantener nuestro estatus y comodidades hemos olvidado -o pretendido olvidar- lo que nuestra sangre joven sabía y conocía muy bien. Y en ese "olvido" o ver hacia otro lado, hemos dejado que la injusticia y el abuso continúen campantes sin ningún costo.

Lo importante, creo, es no terminar nuestros días sin haber hecho el esfuerzo por cambiar las cosas. "Por dar vuelta al viento, como la taba..." Así como el Quinteto Tiempo nos enseña.

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