lunes, marzo 21, 2005

Una piedra en el zapato

La quincena que recién termina estuvo sazonada por acontecimientos violentos en toda la República. Con una llegada derrapada y tardía previa a la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre Centro América y República Dominicana con Estados Unidos, algunas organizaciones sindicales y campesinas organizaron manifestaciones de repudio en contra del TLC, las que iniciaron el martes 8 de marzo y se prolongaron hasta esta semana. En el interior del país se bloquearon carreteras, como medidas de hecho, y en la ciudad capital hubo marchas -a las que fueron otorgados los permisos correspondientes que marca la ley- que ya en la práctica se transformaron en turbas feroces que se enfrentaron a la policía, en un frenesí de violencia y desorden. En el departamento de Huehuetenango, después de un encuentro violento, hubo dos campesinos fallecidos y algunos heridos de ambos lados.

En la ciudad, la primera manifestación se llevó a cabo frente al Congreso de la República, el martes 8, en donde los diputados estarían sesionando para firmar la ratificación. Los manifestantes trataron de ingresar por la fuerza al Palacio Legislativo, pero las fuerzas policiacas lograron vedarles el ingreso. En su recorrido por el centro histórico de la ciudad, quemaron llantas y las mismas barricadas plásticas que la Policía Nacional había colocado en las calles aledañas al Congreso.

En el correr de los días, las manifestaciones siempre se transformaron en desórdenes. El Centro Histórico siguió siendo escenario de trifulcas entre turbas que agredieron a los policías con piedras y bombas molotov, y estos respondieron con bombas lacrimógenas y agua teñida de azul, que sirvió para efectuar arrestos de los dirigentes sindicales partícipes en los hechos y que firmaron como responsables de la manifestación en el momento de hacer la petición a Gobernación Departamental.

Cuando se acercaba la fecha para la ratificación, el cardenal católico Quezada Toruño dio declaraciones a la prensa nacional, en donde invitaba a los católicos a oponerse al TLC, pues traería más miseria a los guatemaltecos y se perderían fuentes de trabajo. A finales de la semana pasada, viendo que la situación se estaba volviendo incontrolable, declaró que el gobierno había presentado mecanismos para evitar efectos negativos para los guatemaltecos; así que sus declaraciones anteriores, irresponsables y azuzadoras a todas luces, quisieron ser cubiertas con estas últimas a pesar de que ya en los púlpitos de las iglesias, desde muchas semanas antes, se "invitó" a protestar en contra de la ratificación. Finalmente, Quezada Toruño se ofreció para mediar entre el gobierno y los líderes campesinos, indígenas y sindicales, para lograr un acuerdo. Sin embargo, a finales de esta semana, la postura de los grupos sociales se endureció, llegando al rompimiento del diálogo.

Por otro lado, la coordinación y ejecución de los disturbios fueron muy similares a los que se dieron el famoso "jueves negro" -24 de julio de 2004- y por el que están siendo juzgados dirigentes del Frente Republicano Guatemalteco, partido que tuvo el poder en el gobierno pasado y que ha sido reconocido como el más corrupto de todos los gobiernos que hemos tenido en este país; se incluye a Efraín Ríos Montt, quien también ha sido requerido por genocidio en España.

Un último ingrediente se ha sumado a los análisis de los disturbios y es la probable participación de uniones o sindicatos de trabajadores norteamericanos que están propiciando que nuestras organizaciones sindicales presionen para evitar lo inevitable: el Tratado ya se firmó, se ratificó, fue publicado en el Diario Oficial y ahora se deberá empezar a trabajar para bienestar de la mayoría.

Algunos periodistas efectuaron entrevistas a manifestantes tanto en la ciudad capital como en el interior, preguntándoles porqué estaban en contra del TLC. Las respuestas fueron contundentes: todos dijeron temer que hubiera más pobreza, pero ninguno de ellos supo siquiera de lo que se trataba el Tratado. Algunos, incluso, dijeron que no sabían porqué estaban manifestando, que ellos sólo habían sido llevados -o traídos a la capital- por los líderes campesinos o sindicales, pero en la más absoluta ignorancia. Y esa ha sido la historia de nuestro pueblo.

No hay verdad absoluta. El Tratado puede ser beneficioso para unos y para otros, o puede no serlo. En mucho dependerá de nuestra disposición y preparación para enfrentar el reto que conlleva entrar al mundo industrializado y competitivo. Nosotros deberemos trabajar todavía más, porque la mayoría de guatemaltecos no han tenido la educación y formación académica necesaria para lograr un mejor nivel de producción. Nuestros industriales y empresarios están dispuestos a trabajar tesoneramente por lograr el éxito en esta empresa y el gobierno está totalmente comprometido con ello. La pregunta es: ¿estarán dispuestos a compartir las ganancias y mejoras con equidad? Guatemala necesita fuentes de trabajo, necesitamos que nuestra gente tenga acceso a la educación, la salud, a mejorar su nivel de vida y creer que existe un mundo mejor. Hasta hoy, todas estas posibilidades han sido vedadas por omisión, falta de interés o políticas definidas. Y nuestra realidad debe cambiar. Lo merecemos todos.

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