sábado, julio 02, 2005

LA IMAGEN... ALGO VITAL

Lo primero que aprendemos cuando queremos vender un producto, sea el que sea, es que debemos promocionarlo bien, hacerlo conocido y, sobre todo, publicitar su imagen; si ésta no es muy buena, entonces deberemos crearle una o modificar la que ya tiene para que vuelva "vender", esto es, trabajar una campaña publicitaria de recordación con el fin de reposicionar la marca cuando ésta ha perdido fuerza.

La religión católica, ese gran producto que su productor (valga la redundancia), la iglesia, viene ofreciendo cada vez más a marchas forzadas, está atravesando por un momento realmente crítico. La experiencia de haber perdido el monopolio del que gozaron siglos atrás no fue suficiente para que se humanizaran y bajaran del pedestal en el que hasta hoy insisten en mantenerse, provocando cada vez más desertores en sus filas.

El producto que la iglesia católica nos ofrece (la religión) y que nos otorgaría el beneficio único de la salvación del alma, ha dejado de ser atractivo para muchos seres humanos de hoy, pues no son suficientes ya sus sacramentos, rituales, el trabajo y entrega de sus ministros y mucho menos el alejamiento y la incongruencia, que cada vez es más evidente, entre lo que predican y practican.

Juan Pablo II era algo así como el beneficio único con el que contaba la iglesia católica para sentirse respaldada, unificada y medianamente asegurada. Vamos a convenir en que fue un personaje excepcional, carismático, brillante y que supo vender su imagen y la de su iglesia de tal manera que, según percibo, está siendo mucho más valioso ahora que cuando estaba vivo, ya casi moribundo apareciendo y desapareciendo por el balcón, para mantener vivo el interés y la fe del mundo católico.

Al morir Karol Wojtila, el más grande líder católico de los últimos siglos, muy probablemente la iglesia se vea disminuida, mucho más, al perder el lazo que hacía que muchas conciencias y mentes se volvieran hacia él, buscando la guía y la fortaleza que necesitaban.

Es entonces que se busca reforzarla haciendo permanecer la imagen de Wojtila como Juan Pablo II, llevándolo a los altares a toda máquina, sacando milagros hasta por debajo de las piedras para que esa magia, ese Poxipol espiritual se mantenga vigente y sirva para evitar el éxodo total.

Por supuesto, también en las sucursales de algunas pequeñas diócesis se revitalizan imágenes de líderes locales caídos en circunstancias violentas, utilizan el recuerdo que puedan albergar los feligreses tanto del ministro perdido como de las experiencias compartidas, propician la beatificación de estos personajes y hacen que ello provoque sentimientos de pertenencia, sin importar lo que pueda no gustar a los fieles de la misma organización.

Nadie recuerda en esos momentos que estos mismos líderes, personas reales de carne y hueso, fueron eso. Que como humanos tenían su lado oscuro también. Que sus obras "buenas" tenían de contrapartida sus equivocaciones y errores, sus sesgos y fanatismos. No eran santos. Fueron, sí, personas comprometidas y entregadas, profesionales en su ramo, ministros leales a su fe, aunque eso no significara, en algunos casos, serlo con sus seguidores.

Estamos por ser testigos del impacto que la publicidad bien manejada puede lograr. Nos venderán santos modernos que brotarán de muchos lugares conocidos o perdidos en las listas de ingresos del Vaticano, para gloria de Dios... o de una de sus ya muchas iglesias esparcidas por este planeta.

No hay comentarios.: