martes, marzo 14, 2006

MUJERES


El pasado miércoles 8 de marzo "se celebró" el Día Internacional de la Mujer. En este país, además de unas cuantas felicitaciones -entre las pertenecientes al género y muy pocos hombres, aquellos que se atreven- cruzadas por correo electrónico, solamente se vio una manifestación para exigir igualdad, respeto y fin de la violencia en todas sus formas, dirigida a las mujeres de todas las clases sociales y de todas las edades. Un mal terrible que se ha popularizado aunque, si he de ser sincera, creo más que por la impunidad que porque alguien tenga un plan malévolo dirigido únicamente a las damas.

Después de la firma de los acuerdos de paz entre el Estado y los diferentes grupos guerrilleros que pelearon 30 años en estas tierras, las mujeres han empezado a asomar la cabeza y las asociaciones de femeninas artesanas que exportan al norte de América o a Europa, son cada vez más. Las historias de núcleos familiares matriarcales son infinitas y los jóvenes profesionales que han logrado terminar sus estudios debido al esfuerzo de su madres son cada vez más comunes. Esto no es lo raro o extraordinario, sino que las mujeres en mi país empiezan a tener voz... y voto.

Porque ser mujer no es sólo cuestión de género. Es más una manera de vivir, de pensar, de sentir, de actuar. Con los pies sobre la tierra, la mirada en alto y la voz firme. Las manos prestas para el trabajo, la mente ágil y el alma abierta. Ser mujer es ir hombro con hombro, paso a paso, día a día, compartiendo todo lo que la vida nos presenta, sea quien sea la persona que hemos elegido para compartirla, sin imposiciones ni rendiciones, sino con acuerdos y respeto mutuo.

Es estar conscientes de que no somos mejores ni peores, sólo diferentes. Pero que esas diferencias maravillosas nos regalan la oportunidad de convivir y experimentar una vida plena de sorpresas al principio, que se va asentando con el tiempo para dejarnos en una llanura de igualdad y sintonía.

El precioso regalo de la maternidad debe ser eso: una experiencia por la cual atravesar porque realmente la deseamos. Tenemos derecho a decidir, ¡pero debemos hacerlo valer! Es la única manera como nuestro rol de mujer y madre podrá ser pleno, satisfactorio y pletórico de amor. No un acto impuesto por la voluntad de seres ajenos a nuestros úteros, a nuestras vidas; tampoco el resultado de un acto desafortunado o de un accidente. Si ningún ser humano tiene derecho a decidir sobre los hígados, ojo o pulmones de nadie, entonces, ¿por qué vamos a aceptar que un tipo que vive en otro mundo, que es un intruso, pretenda ordenar lo que las mujeres del planeta debemos hacer con nuestros cuerpos?

Nadie ha llegado a la Tierra con la misión de sufrir. Todas tenemos la obligación de buscar la felicidad porque no se puede dar lo que no se posee; y una mujer triste vuelve gris su entorno.

Entonces, amigas, ¡seamos felices y hagamos felices a los que toquen nuestras vidas! Será la única manera de que nuestra presencia permanezca en las pupilas del mundo con luz y color.

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