domingo, abril 16, 2006

IDENTIDADES


Alguna vez, en una visita a América del Sur y mientras platicaba animadamente con un grupo de amigos, alguien me preguntó si era mexicana. Expliqué que no, que era guatemalteca. Centroamericana, sí, pero guatemalteca. Y es que, me dijeron, el acento con el que hablo parece de México, como si los centroamericanos y mexicanos, todos, habláramos de la misma manera.

De la misma manera, los habitantes del sur de México y Centro América tenemos puntos de coincidencia. En nuestras historias tenemos un ingrediente en común: los pueblos mayas. Y aunque en la actualidad las etnias descendientes de esa impresionante cultura han modificado sus costumbres y usos, algunos rasgos nos hacen similares. Para los visitantes extranjeros, probablemente los rasgos físicos sean los más comunes. O tal vez el sabor de los alimentos preparados en México sean similares a los preparados en Honduras, por ejemplo. Pero no lo son. Cada país tiene identidad propia, cada grupo étnico conserva en su memoria colectiva las riquezas que lo han hecho ser, hoy por hoy, lo que es.

He visitado algunos lugares de Argentina y Uruguay, conozco también personas nacidas en ambos países. Y sé muy bien, ahora sí, cuáles son las enormes diferencias. Existen, son reales y profundas. No digo que unos sean mejores que los otros. Simplemente digo que son distintos. Y en esas diferencias baso mis preferencias.

Creo que cada pueblo va tejiendo la red en donde mantiene unidas sus tradiciones, pero también por donde escapan aquellas que dejan de ser útiles o productivas. O las que, por alguna razón, llegan a desechar porque ancla o retrasa los cambios o adecuaciones al mundo actual, a la vida moderna que proporciona mejor nivel de vida, mejor educación y mejor adaptación al progreso. Claro, como nada es totalmente bueno ni totalmente malo, cada paso dado en un sentido, también es dado en el otro. El progreso también trae situaciones negativas que habrá que tratar de combatir o mantener bajo control. Siento que la actitud de los pueblos hacia esos cambios son los que van formando su vida diaria, su propia identidad.

Uruguay, visto desde fuera, sin estar influenciada por el día a día, sin la presión de las circunstancias, sin tener que tomar partido de ningún tipo, sigue siendo para mí el mismo maravilloso país en el que decidí vivir hace más de dos décadas. Me impresionó muy positivamente el nivel de vida de sus habitantes -tanto de la ciudad como del interior- y cómo, a pesar del progreso y la modernidad de aquel tiempo, todavía estaban vigentes valores que en algunas otras sociedades empezaban a desmoronarse. El respeto por la familia y por los amigos, la importancia de ser leales y demostrarlo, el valor de defender sus puntos de vista con planteamientos y razonamientos fundamentados, la paz y tranquilidad que se respiraba en sus calles a cualquier hora del día o de la noche, fueron ingredientes que me influyeron para considerar vivir en ese bellísimo país, que podría brindarnos lo que tanto necesitábamos.

Esa identidad propia, esa manera de ser uruguaya, única en el planeta, es lo más valioso que encontré allá. No son suizos, italianos, finlandeses, chilenos, españoles o argentinos, aunque muchas personas de estas nacionalidades hayan aportado en su momento sus propias culturas al afincarse en su tierra. Ustedes son el resultado de una maravillosa mezcla de principios llevados desde tierras lejanas, mezcladas con los que ya existían en su territorio. Son el resultado de experiencias fuertes y duras, de errores y aciertos, de buenos y malos sentimientos que provocaron acciones buenas o malas, que tejieron la red en donde se sustenta la "uruguayidad" de hoy.

Una cultura propia, sin ser parecida a ninguna otra a pesar de puntos coincidentes, a pesar de cercanías, a pesar de lazos históricos. El carácter de una nación que asombró durante décadas al mundo por su visión de un mundo mejor para propios y extraños, que en algún momento perdió pie pero que tiene conciencia plena que debe recuperar su lugar de guía y líder.

No son iguales o parecidos a nadie. Son, uruguayos, eso mismo: habitantes de un país único, un país grande y emprendedor, que tiene un destino que debe retomar. Un papel de líderes que el resto del mundo reconoció en el pasado y que está ansioso por devolverles. El momento histórico está dado, las circunstancias también. Es el momento de unirse en una voz y dar el primer paso para reencontrar su destino.

1 comentario:

Nestor dijo...

Vaya mundo paradójico este: He llegado hasta este blog leyendo "Equinox",una revista virtual que recibo en mi casilla y que publica material tuyo.
He aquí que me encuentro con una voz que nos alienta a unirnos en una voz y dar ese primer paso...
No se parecen en nada a las palabras de EQUINOX.No creo necesario exponer aquí los porqué.
Simplemente,quería dejar testimonio de mi pasada por este blog,decir que me agrada mucho el material,y que estaré atento de aquí en mas.
Saludos
Nestor