lunes, agosto 14, 2006

URGE UN CAMBIO


No sé si será parte de la naturaleza humana o si sólo será un rasgo de mi personalidad, pero hay ocasiones en las que me resisto a aceptar que puedo estar equivocada y, mucho menos, a profundizar en mí misma para encontrar las razones de mis errores.

Entonces me vuelvo analítica... con los demás. Los colores de las casas de mis vecinos jamás aventajarán el color de la mía, los árboles de la cuadra de casa no serán tan frondosos como el que está en mi patio (aunque esté viejo y muriendo), las libras de más con las que vivo en mi organismo seguramente desaparecerán más fácilmente que en mis contemporáneas y las arrugas de sus rostros todavía no han aparecido en el mío... porque mi piel es mejor que las otras.

Y muy coincidentemente, veo que los analistas políticos asumen -algunos de ellos- actitudes similares: nuestros problemas nacionales siempre son producto de los males de los partidos contrarios, de los países circundantes, del tiempo que vivimos. Desde la comodidad de las columnas periodísticas, todos despotricamos en contra de los demás y acusar al prójimo de los males del país es muy fácil, porque siempre serán los partidos contrarios los responsables, jamás el motivo de nuestra simpatía.

Si en algún momento votamos por un proyecto político y éste salió mal, entonces nos autocalificamos de haber estado dementes, de pérdida momentánea de la razón o de contagio colectivo de un caso especial de amnesia; en todo caso, jamás asumimos una actitud de corresponsabilidad porque éste no funcionara. Es que es mucho más cómodo sentarnos a descansar mientras los demás trabajan, tratando de cambiar las profundas raíces del comportamiento de los latinoamericanos.

Porque es verdad, tenemos rasgos similares. Desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego, por más o menos habitantes de pieles oscuras y cabellos lacios y ojos negros que tengamos entre nuestros connacionales, las situaciones se repiten con una frecuencia que nos asusta. Los países que se autonombran diferentes por el hecho de contar con un bajo porcentaje de indígenas en sus poblaciones ya no pueden decir que la ignorancia, la enfermedad o la pobreza que existe se deba a ese factor... pero lo dicen; tampoco se debería culpar de corruptos a los políticos de carrera, probablemente parte de partidos rancios y antiguos en cada sociedad, porque los nuevos políticos, los más jóvenes, en algunos casos también han encontrado en la corrupción una forma fácil de vida. El pasado brillante y de avanzada de algunos de nuestros países latinoamericanos quedó atrapado en una red invisible y pareciera que las mismas enfermedades sociales nos aquejan a todos.

Niñez explotada, juventud sin futuro, sociedades todas afectadas por vicios y enfermedades, no nos escapamos de los males de este momento. Y si a eso sumamos que vivimos el resultado de la falta de conciencia de nuestros antepasados en materia de economía, ecología, salud y educación, podríamos hablar de ser todos un solo pueblo unificado por males comunes.

Sin embargo, creo que la raíz de esto puede ser nuestra actitud de conformismo y comodidad, que probablemente es la herencia que hemos decidido dar a nuestros hijos para evitar que ellos vivan y experimenten lo que a nuestras generaciones tocó: querer cambiar nuestras realidades, desear vivir de una mejor manera, anhelar cambios de fondo que nos proveyeran de mejores ambientes para desarrollarnos pero que provocaron pérdida de vidas, de nuestros seres amados y de nuestra propia esperanza.

Muy probablemente los procedimientos que utilizamos para provocar esos cambios no fueron los correctos, los indicados o los más oportunos; quizás no obtuvimos respuesta a nuestros anhelos porque la fuerza en contra fue mucho más fuerte y destructiva; tal vez no estaba en nuestras solas manos efectuar ese cambio. El hecho es que nuestro miedo de entonces ha provocado nuestra negligencia y apatía de hoy, habiéndonos convertido en "ladradores profesionales", guardando nuestra comodidad y seguridad detrás de nuestras pc's, pero muy probablemente imposibilitándonos anímicamente para salir a trabajar con nuestros compatriotas, en el lugar y espacio más necesitados, provocando que sea nuestro ejemplo el que arrastre la negatividad que vemos en cada par de ojos que encontramos diariamente desde que nos vemos por la mañana en el espejo, pasando por nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo, clientes, proveedores y demás personas con las que tenemos contacto.

Si empezáramos por cambiar un poco, paso a paso, nosotros mismos, venciendo el miedo a ser diferentes, que decidiéramos sacar nuestra cabeza por encima del mar de mediocridad que nos rodea, tal vez, sólo tal vez, iniciaríamos la revolución que necesitamos.

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