sábado, octubre 27, 2007

ES TUYA


Ves esa fotografía en una revista, la tele o en internet. Te llama la atención el lugar, tal vez soleado, quizás nevado y gris. Ves las montañas o las olas en la playa. El sol. Personas sonrientes, mirando al cielo. Y están sonriendo a pesar de que el viento les arrebata el cabello y se los vuela. Tal vez envueltas en pieles, con las narices rojas y los ojos casi cerrados por el frío. A lo mejor se cubren la cabeza con un sombrero de palma, llevan inmensas mochilas sobre la espalda y usan shorts y botas para soportar los largos y penosos caminos selváticos.

No importa, te llamó la atención la imagen, te gustó el colorido, te pareció interesante el lugar. Y entonces se te ocurre -¿por qué no?- visitar ese lugar. Lejano, lejanísimo... O no, tal vez a un par de horas de tu ciudad, tan cercano que no te había interesado visitarlo antes.

Y te ponés a investigar.

El tiempo de camino. El precio del transporte. ¿Hay hoteles para quedarse? Viene el asunto de la plata, si es mucha, si es poca, si te alcanzará lo que tenés ahorrado, si tendrás que esperar un poco...

Y así, va tomando forma, va madurando la idea, vas armando el rompecabezas. ¡Un viaje! No importa a dónde ni qué tan lejos, lo maravilloso es viajar.

Decidís la mejor fecha de acuerdo con el clima, contando las monedas, tomando en cuenta tu tiempo de vacaciones. Tu viaje será para descansar, tal vez... ¡O para ir de compras! ¿Para conocer el lugar que has soñado visitar? No importa.

¿Tenés maletas? A lo mejor será preferible llevar una pequeña. O una grande, pero vacía, para que te quepa lo que comprarás en el viaje. Quizás una mochila sea suficiente, porque no vas de "shopping" ni de visita social, sólo a aventurar...

Entonces, ya decidida la razón de tu viaje, tomás acción: reservás los boletos y el hotel y armás los recorridos. Te ofrecen tours guiados. Son más baratos y completos, te dicen. Pero no, es mejor hacerlos a tu ritmo, a tu gusto, siempre resultarán mejores. Sólo hay que tomar valor y arriesgarse.

Tenés todo el plan armado. Vas solo, vas acompañado. Y empezás a contar los meses. Y seguís ahorrando. Y después, los meses se convierten en semanas. Y seguís contando. Luego son sólo días los que quedan. Seis, cuatro, dos... ¡Mañana salís!

Revisás la lista. ¿Está todo en la maleta? ¡No se te olvide la cámara de fotografías! Ni el pasaporte, si es que lo necesitarás. ¡Menos los boletos! Otra vez revisás la maleta, a ver... Ropa de dormir, ropa interior, cepillo de dientes, desodorante, jeans, calcetines, sandalias, traje de baño o abrigo... Está todo. Bien, ahora a dormir. O a tratar de hacerlo, ¡mañana es el gran día!

Y llega, te levantás antes de que suene el despertador, te bañás y salís presuroso. No da para desayunar, la ansiedad te gana, así que lo mejor es arrancar de una vez. Besos de hasta luego, cuidate mucho, avisá cuando llegués. Y te fuiste.

Los días pasan raudos. Las noches no las sentís, a lo mejor no dormís nada aprovechando para traslados. ¡Lindo viajar! Comés, bebés, caminás. Visitás los lugares que querías ver, algunos quedan porque el tiempo no alcanza. Siempre es así. Porque el plan inicial tendrá, trenzadas, muchas sorpresas. Nuevos amigos que te "robarán" horas que después querrás prolongar. Lugares insospechados en el camino entre uno y otro, muy famosos. Y llega el final.

Otra vez la ansiedad, pero esta vez por la mezcla entre querer continuar la aventura y volver. A tu cama, tu baño, tu casa. Ni hablar, querés volver con tu gente. Ver sus rostros en el encuentro. La alegría del abrazo, del beso de bienvenida. Contarles y mostrarles. Compartir los recuerdos, los momentos que habrías querido tenerlos contigo para que vieran, olieran, saborearan juntos.

Y de camino a tu barrio, volvés a ver tus montañas, los árboles, las flores. Las calles que amás, tu río, tu mar, tu lago, tu desierto, lo que sea, es tuyo. Los niños jugando en la calle, los gatos en las cornisas de las ventanas. Pasás por la panadería de la esquina y el olor del pan de tu vecindario te llega al alma. Escuchás las bocinas, los motores, las aves. Todo tuyo.

Llegas a casa, bajás del auto que te lleva junto con tu maleta y entrás a tu hogar. Con tu aroma y tus colores, con tu tibieza, tus ángeles y demonios esperando por vos detrás de las puertas, debajo de tus sábanas y tu cama, encima de tu mesa. Toda tu vida anterior, que se mezcla con el cargamento de tu última aventura. Para enriquecer más tus días, para contarle a tus amores, los de hoy y los de mañana.

Que la felicidad es tuya. Que sólo tenés que dejarla salir y ver la luz, en tu casa o fuera de ella.

1 comentario:

Guillermo Peraza dijo...

Lo ultimo que escribio me llego al alma... me gusto todo en general por lo colorido de las letras que le hacen a uno entrar a esos lugares sin que los veas. Y si, la felicidad es mia!

http://miscuentosypoesias.blogspot.com/