domingo, octubre 03, 2004

Dicotomía

Recuerdo muy claramente mi esfuerzo infantil por aprender el nombre de las capitales de Uruguay y Paraguay, como también mi dificultad para distinguir entre ambos países. Debo haber tenido unos 9 años. Mi abuela Api me contaba anécdotas interesantes de un hermano suyo que se habían dado en cualquiera de los dos países y yo me inquietaba cuando -en mi mente- no lograba anticipar el nombre de la ciudad en donde transcurría la historia. De la misma manera, también tengo claro en el recuerdo el momento en que, ¡por fin!, aprendí la diferencia y el nombre Montevideo, fuerte y varonil, quedó grabado en mi memoria.

Nada fue premonitorio -¿o sí?- para revelarme la cadena de acontecimientos que ligarían mi vida a Uruguay y su gente... Todo transcurrió y se dio muy natural y mansamente; pero cambió mi vida de raíz y se instauró en mis momentos diarios de tal forma que pareciera que vivo allá a pesar de no hacerlo.

Las circunstancias de hace más de veinte años me llevaron a elegir vivir en Uruguay por escogencia y también por escogencia he buscado y procurado el contacto con su gente y sus costumbres. Debo decir que vivo una dicotomía emocional entre Guatemala y Uruguay que, lejos de dividirme, ha multiplicado mis experiencias y acrecentado mis afectos.

Siento intensamente ambos lados de América Latina. Disfruto las diferencias abismales o las semejanzas cercanas en el lenguaje diario, la comida, la moda, la música... que dejan traslucir las influencias nativas o foráneas en los dos casos y que ha veces me divierten o me asombran, dependiendo del momento o del caso. Incluso ahora, durante la campaña política que viven los uruguayos, he podido identificar similitudes con las que hemos vivido en Guatemala.

Todo me une y hace que mis lazos se fortalezcan. Sin embargo, nada aumenta más mi devoción por Uruguay, que mis amigos virtuales. Virtualidad que -en algunos casos- se transformó en rostros, aromas y abrazos; pero en otros continúa siendo la incógnita agradable que me lleva a la esperanza de verlos algún día. En ambos casos, su lealtad, entrega, constancia, coherencia y cariño, han llenado de colores diferentes mis momentos diarios y enriquecido y acompañado mis horas de reflexión y soledad.

Desde hace poco más de dos años comparto alegremente horas de labor y esfuerzo para llevarles un rato de esparcimiento, conocimientos y noticias semanales a través de los semanarios de Equinox y en ello se sintetizan los lazos que nos unen. Ha sido una experiencia maravillosa, novedosa e interesante. Gracias, Bocha, por permitirme experimentarlo. Gracias a la vida, por esta oportunidad de crecimiento.

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