jueves, octubre 28, 2004

Fiesta Cívica

Si la democracia es la doctrina política en la que el pueblo participa en el gobierno de sí mismo, las elecciones para definir dirigentes y autoridades son entonces la concretación de esa decisión, el momento de la materialización de sus criterios, creencias y convencimientos que hace evidente a través de las votaciones, en lo que debería ser una fiesta cívica, llena de respeto por las ideas de otros y por las propias.

Lamentablemente, en algunos de nuestros países esta madurez cívica no se ha alcanzado o se ha perdido en el camino, siendo muy pocas las naciones en donde realmente se logran estos ideales. El nivel de educación, la cultura del lugar y la manera en que se presente la contienda política, serán ingredientes importantes en el desarrollo de la temporada eleccionaria, para culminar con el momento de elegir, sanamente, a quienes dirigirán la gran orquesta.

Sin embargo, las cosas no deberían quedar allí. El pueblo debería seguir vigilante, día a día, los pasos que se den en el gobierno, la manera en que se maneje el tesoro nacional -probablemente, el mayor problema en todos nuestros países-, exigir que el presupuesto nacional contemple partidas adecuadas en seguridad, salud y educación, que son las básicas para que los habitantes de cada república alcancen un nivel de vida apropiado, cuando mínimo.

Todos los cuerpos encargados de velar por la administración de la justicia, por el crecimiento y desarrollo del país, las cámaras de diputados y senadores creando leyes, todos, son servidores del pueblo que los elige pero los gobernados debemos hacer valer nuestro derecho a estar informados, nuestra obligación por mantenernos vigilantes y no hacernos "de la vista gorda" cuando conocemos casos de corrupción incipiente, evitando que el daño se agrave.

Existen en la mayoría de países los mecanismos legales para hacer valer nuestros derechos y obligaciones. Sólo falta que accionemos; que las nuevas generaciones aprendan a utilizarlos para erradicar, de una buena vez por todas, el mal endémico que nos afecta: la corrupción y la impunidad.

La política se hace y se vive todos los días, desde nuestro lugar de trabajo, nuestro hogar, nuestro barrio, nuestro negocio. Y de nosotros depende si el cambio que queremos ver en nuestros países, se convierta en realidad.

Uruguay es una nación con tradición de alto civismo, en donde vivir bien es sinónimo de libertades y compromisos. Han sido, durante siglos, un ejemplo a seguir. Que la fiesta cívica que está próxima a vivirse sea el inicio de una nueva era, buena para todos los uruguayos, dentro y fuera de sus fronteras, con el ejemplo de los días vividos que ahora son parte de su historia, formando un futuro mejor, pero sustentando el día a día que, finalmente, es lo que importa.

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