viernes, septiembre 09, 2005

EL SIERVO DE DIOS

Un tema redundante, difícil de enfrentar y complicado de encontrarle solución. Cada grupo de personas que profesa una religión de las muchas que existen sobre este planeta, piensa que su fe es la verdadera. Y aunque existen las excepciones -contadas, pero existen- en las que la madurez y la instrucción han provocado cambios en algunas de ellas, permitiéndoles abrir su mente y aceptar o, al menos, tolerar a otros grupos religiosos, el fanatismo en esta área de la vida humana todavía provoca muerte y odio.

En el nombre de Dios se han cometido -y se seguirán cometiendo- privaciones, exilios, perjurios, asesinatos y, por supuesto, genocidios. La palabra de Dios ha sido utilizada como justificación de crímenes espantosos, en los que se ha soltado la rienda a oscuros instintos.

Cansador y aburrido sería enumerar cada caso de estos en la historia de la humanidad. Tal vez cada uno de nosotros conozca alguno de ellos en el que ha estado involucrado alguien cercano; ya sea en el rol de víctima o victimario. Todavía recuerdo que no hace muchos años, los irlandeses católicos y protestantes se mataban entre sí por sus diferencias; que la guerra de Bosnia Herzegovina dejó miles de muertos serbios ortodoxos y musulmanes; y qué decir de las pérdidas de vidas provocadas por el odio entre judíos y musulmanes.

Se mata en el nombre de dios, sea éste el que sea. El Trinitario, el Único, el Absoluto. Se mangonea su nombre, se utiliza, se ensucia. Me pregunto lo que pensarán esos dioses -con los nombres por los que son llamados- acerca de cómo se les lleva y se les trae...

Y mientras más culto e instruido sea un pueblo, menos proclive será a dejarse liderar por fanáticos religiosos... ¿o no? Sin embargo, en el caso de Estados Unidos, sus ciudadanos llevaron al poder a uno de estos, un ser peligroso que pretende proyectar una imagen de hombre honesto y temeroso de Dios, pero que a la hora de la verdad guarda su pretendido cristianismo debajo de la tierra, olvidando totalmente los principios de la religión que ostenta, violando todos los códigos de decencia, moralidad, humanismo y servicio al prójimo. El mismo prójimo que votó por él al creerlo un ser iluminado que los guiaría por la vida hasta la parcela celestial y que hoy decepciona tanto sus mentes como sus corazones.

Ha demostrado un total desprecio por sus conciudadanos, al mantener su pausado y ya conocido ritmo de descanso y prolongar por cuatro días sus vacaciones -¡cuatro!- a pesar de que los destrozos y drama que dejó Katrina a su paso eran conocidos hasta en los rincones más escondidos de este mundo. Y por si eso fuera poco, mientras visitaba la base naval de Coronado en San Diego, públicamente tomó una guitarra y la tocó a los ojos y oídos de horrorizados norteamericanos que esperaban de él una respuesta rápida, casi como un reflejo, que demostrara solidaridad y apoyo; no esperaban a un juglar que cantara las desgracias ajenas o a un pusilánime que no sabe qué hacer en casos extremos. ¡Por favor!

Desde este rincón del mundo, en donde todavía las religiones tienen una cuota de poder compartida con la corrupta política, hemos visto con tristeza cómo los miles de habitantes de New Orleans han tenido que aguardar a que su todopoderoso gobierno se mueva para salvar sus ya precarias vidas, amenazadas por la naturaleza desatada y por el pánico de sentirse solos sobre la Tierra, sin asidero posible para enfrentar esta desgracia. Acá, en este pequeño país, sabemos lo que es sentirse pequeños, ínfimos, desprotegidos y endebles cuando nuestras vidas se han visto afectadas por fuerzas naturales desencadenadas y violentas, que en un segundo han transformado nuestras rutinas y nos han dejado, literalmente, mirando el cielo estrellado. Sin embargo, la reacción al resultado de cada catástrofe no se ha hecho esperar, tanto de propios como de extraños. El torrente de ayuda de todo tipo se recibido con la humildad que el caso ha determinado, la hemos aceptado y hemos salido avantes gracias a ella. A través del tiempo, la misma naturaleza nos ha dotado de conocimientos y temple para enfrentar sus embates, para acudir al llamado de los más afectados, de los desfavorecidos. Tal vez sea que esos mismos golpes nos han hecho madurar en este aspecto.

Nuestros ojos y sentidos han "visto" cosas inauditas que jamás pensamos ver. Las fuerzas de la tierra, del océano, del aire han golpeado fuertemente a nuestros congéneres en todo el globo y el resultado en muchos casos ha sido desgarrador. La tecnología nos ha permitido compartir cada momento de dolor en sitios antes desconocidos e inaccesibles. Pero nunca tanto ha afectado como la frialdad proveniente del egoísmo humano. Nunca habíamos visto a un líder norteamericano que haya manoseado la relación de las personas con Dios para disfrazar su irresponsabilidad y su desapego. Y el caso de New Orleans con el señor Bush, siervo de Dios, es el más evidente.

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