lunes, mayo 08, 2006

LOS REENCUENTROS


La vida nos enriquece los días con vivencias. Algunas tardan un poco en dejar salir su mensaje y su enseñanza pero en esas ocasiones llenas de humildad o misterio, allá al fondo, empieza a brillar tímidamente la pequeña luz que nos trae la verdad.

¿Cuántas personas han tocado mi vida? ¡No tengo idea! Probablemente la cuenta sería de miles, tomando en cuenta a aquellas a las que sólo he conocido, sin profundizar en una relación. Pero cada una de ellas -cada par de ojos que me han mirado, cada voz que ha llegado a mis oídos, cada sonrisa, cada conversación- tocando mi corazón algunas y otras mi cerebro, han dejado su aporte para que yo, ser humana, sea lo que soy.

Entre el diario devenir, cuando cada vida continúa sobre los rieles que elige, vamos perdiendo el contacto o va disminuyendo la intensidad de éste. Tal vez no sintamos la pérdida sino hasta algún tiempo después, en algún momento que recordemos casualmente a aquella persona que ahora es recuerdo nomás, pero antes fue sonido, fue aroma, fue abrazo o imagen permanente. Es inútil, entonces, llorar sobre leche derramada o pensar lo que "hubiera sido si...", porque la vida es esa, la llegada y salida de vidas en la nuestra propia y, de la misma forma, nosotros entrando y saliendo de las de los demás. Trenzándonos en un espacio, por un tiempo, en algunas circunstancias.

Por supuesto, habrán presencias que también hagan daño, que sea mucho mejor dejarlas atrás, como cuando se pasa en el tren rápidamente frente a un andén y sólo alcanzamos a ver con regular claridad la imagen en donde nuestra pupila se fije por un par de segundos. Esas presencias dañinas, a veces con disfraces de ángeles, también dejan enseñanza. Valiosa, por cierto, porque de ella saldremos fortalecidos y maduros, después de experimentar la parte oscura de la vida con sufrimiento, desamor, deslealtad o mentira. A estos entes, probablemente, no deseemos verlos nunca más... pero puede ser que la vida los traiga de vuelta a nuestro presente, lo que también tiene su propio "por qué".

Lo cierto es que los reencuentros son valiosos. Probablemente hayamos apreciado la presencia de esa persona en nuestro día a día, que su ausencia nos haya hecho sopesar el comportamiento de ambas caras de la moneda y, finalmente, nos traiga la alegría de experimentar la nueva oportunidad. Sea lo que sea que esa persona haya representado en mi vida, sean cuales sean los sentimientos que me unan a ella, ¡seré feliz en el reencuentro!

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