sábado, mayo 27, 2006

CON UNO BASTA


Esta semana llegó cargada de noticias negativas. Sí, claro, también las hay positivas, pero las otras fueron tan fuertes que empañaron mi cristal para ver la vida.

• En los periódicos y noticieros de ayer apareció una pequeña nota, casi escondida, como tratando de pasar desapercibida: En un barrio considerado de alta peligrosidad y prácticamente tomado por narcotraficantes de varios cárteles que con mucha frecuencia se matan entre sí por la lucha de la hegemonía en el sector, fue atacado un hombre que llevaba en su vehículo a su pequeña hija de once años. Él cayó abatido por las balas antes de poder salir del automóvil, pero la niña logró correr... hasta que fue alcanzada por las balas de un tipo despreciable que la persiguió para asesinarla. La pequeña fotografía que coronaba la nota que relataba fríamente el hecho, nos mostraba la imagen de una niña que podría haberse caído mientras jugaba, vistiendo uniforme de escolar y llevando en la espalda una mochila de colores brillantes y felices.

• El gobierno de la República ha convocado a un "diálogo" con los diferentes sectores de nuestra sociedad. Pretenden encontrar soluciones a los innumerables problemas que aquejan a nuestro país. El sector sindical está presente. Los integrantes de las cámaras de industriales y comerciantes, así como las diferentes iglesias... han dicho no. Muy interesante, ¿no? Creo que en esa actitud se puede vislumbrar la verdad de sus almas, como en aquel retrato de Dorian Grey.

• El cuerpo de un joven guatemalteco muerto en Estados Unidos, fue repatriado. Falleció mientras su sobrino de tres años, que ingresó a la habitación del muchacho para jugar a los policías y ladrones, manipuló un revólver que se disparó accidentalmente. El dueño del arma no ha sido encontrado.

Estos casos que pueden haberse desarrollado en cualquier parte del planeta, teniendo como principales protagonistas a tus vecinos o los míos, haber sido yo misma o vos quienes hayamos vivido cualquiera de estos incidentes, no son más que la muestra de hasta dónde los seres humanos hemos llegado en cuanto al egoísmo, la indiferencia y la descomposición moral. Mientras gobiernos, iglesias y sociedades todas nos damos golpes de pecho y nos lanzamos pedradas de culpa para deshacernos de la responsabilidad que nos toca enfrentar por el estado actual de las cosas, nuestras comunidades viven en el filo de la navaja, enfrentando diariamente peligros y amenazas, ausencia de líderes verdaderos, soportando estoicamente el embate de la corrupción, de la inconsciencia y la falta de valores.

En este afán de vivir como sociedades "civilizadas", nos hemos empeñado en hacer que los derechos humanos se respeten, que cualquier persona sea escuchada en juicio, sentenciada y condenada de acuerdo a las leyes vigentes; o a devolverle la libertad sin que haya mácula sobre su nombre. Pero... ¿y los derechos humanos de las víctimas? ¿Quién se ocupa de luchar por el derecho inalienable (decimos, muy orondos) de los niños, a tener amor, educación, paz, alimentos, en fin, una vida normal? ¿Quién trabaja para que el narcotráfico desaparezca REALMENTE? ¿Quién defiende a los asaltados, a los asesinados, a los violados? ¿Hasta dónde ha llegado la psicosis de defender nuestras vidas que mantenemos un revólver en nuestras casas? Una herramienta diseñada y fabricada para matar a otros seres humanos ¡y que no me vengan con el cuento de que sólo se tiene para enseñarla o disparar al aire! Si la tenés contigo, tenés que estar consciente de que en cualquier momento le segarás la vida a otro ser humano.

Todo esto que seguramente pensaremos un tema trillado, es real. Con sólo visitar los barrios marginales de nuestras ciudades, encontraremos casos como los que les comento o, quizás, peores. Y por supuesto, será más, mucho más fácil culpar a nuestros gobiernos, sin ver que nosotros también somos parte del entramado que no permite que exista justicia y equidad, porque eso significaría que los que tienen en demasía, probablemente terminarían con menos; y los que ahora padecen del hambre que acalambra las entrañas y carcome el alma, tal vez -sólo tal vez- podrían acostarse a dormir en una cama limpia y confortable sin escuchar el rechinido de sus tripas. Y perdonen lo fuerte de la palabra.

Si cada uno de nosotros nos propusiéramos exigir a una sola persona de todas con las que seguramente tendremos contacto cada día, que cumpla con sus obligaciones y exija que sus derechos sean respetados y cada una de ellas, a su vez, lo hiciera con una de todas con las que se interrelacionará, estoy segura de que lograríamos cambiar al mundo. Pero no. Es mucho mejor pagar para no hacer filas; pagar "mordidas" para no pagar multas; para no pagarle a nuestros trabajadores lo que por ley y derecho les corresponde; para, en fin, no cumplir con nuestras obligaciones. Pero si todos quisiéramos, podríamos. Con uno que empiece, basta.

De tal manera que nuestros hijos ya no exigirán que les paguemos sus pequeños chantajes -los que aparecen más temprano que tarde- y que aceptamos para evitar escuchar sus llantos y berrinches. Allí empieza la historia. Y así, hasta la eternidad...

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