jueves, mayo 13, 2004

Mujer "de allá"

Desde hace ya varios años el Islam y lo que hemos visto, leído y escuchado acerca de las culturas árabes, sazonado por la distorsión de la verdad o la total falta de ella, reforzado por nuestro poco interés en conocer y saber profundamente de estos pueblos, aumentado por la manipulación de cosas como las profesías de Nostradamus que siempre aparecen llenas de ambigüedad o portando datos difíciles de interpretar -para los no estudiosos de ellas-, han hecho crecer nuestro temor -cuando no terror- al solo pensamiento de ser invadidos o conquistados por cualquiera que sea musulmán o viva dentro de estas culturas.

Y no es que me gustaría cambiar mis hábitos de vida por otros diferentes, tan disímiles, que me coharten la libertad de ser y de vivir a la manera en que lo hago, ¡por supuesto que no! Pero trato de ponerme en los zapatos de cualquier mujer y madre "de allá", pensando en la posibilidad que la cultura occidental llegue y arrase con sus principios, que le otorgue libertinaje a sus hijas (para ellas, vivir a nuestra manera lo es), que mancille su religión, que destruya sus fundamentos.

Si fuera yo una de esas madres temerosas, lloraría de pensar que mis hijas fueran a ser conquistadas por un energúmeno como los que han dado la vuelta al mundo en los periódicos tradicionales o aparecido en Internet, humillando y violando en todo sentido a hombres totalmente anulados en su autodefensa, haciendo añicos los principios religiosos que ellos ostentan -al menos, es lo que dicen- y que, al ser publicados esos horrores, los elevan a la categoría de mártires aunque no lo sean.

¿De qué manera puede un país, un imperio, decir a los cuatro vientos que lucha por la libertad de cualquier pueblo oprimido, si cuando llega a éste para "liberarlo" lo reduce a la fuerza, viola sus creencias, sacrifica a sus niños y jóvenes, se violenta con los débiles y asume el papel de héroe en contra de la voluntad de sus supuestos liberados? ¿Con qué autoridad moral puede reclamar el título de "libertador" si lo que se hace público es un comportamiento de horror y muerte, o se descubre que las verdaderas razones para la liberación son puramente la avaricia y el hambre de poder?

Si yo fuera madre y mujer "de allá", seguramente no querría ser liberada. Preferiría vivir oprimida -si es que eso fuera verdad- por los míos, por mis creencias, por mi cultura. ¡El precio a pagar para "vivir" a la manera occidental es demasiado alto!

Temblaría de pensar que mis valores religiosos, mi manera de vida, la herencia cultural para mis hijos, sería cambiada por una orgía de sadismo, prepotencia, soberbia y vergüenza.

Del mismo modo que nosotras, mujeres y madres occidentales, les tememos a ellos, de esa misma manera nos temerán ahora a nosotros. Hemos sido portadores de malas nuevas.

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