miércoles, junio 30, 2004

De Italia y Alemania en el fútbol

La noticia de las no clasificaciones de Italia y Alemania en la Eurocopa de Fútbol próximo han hecho preguntarme cómo es posible que dos gigantes de este deporte hayan perdido cada cual su oportunidad para afianzarse en sus respectivos puestos o, al menos, en lo que media humanidad esperaba. Y no es que sepa mucho o poco de fútbol, es que, sencillamente, pienso que lo sucedido a los equipos de Italia y Alemania nos sucede a todos los humanos con mucha frecuencia.

Muy seguros de nosotros mismos, conociendo nuestras fortalezas y habilidades, hacemos de menos nuestras debilidades y riesgos y en nuestra actitud sobrada, con el corazón lleno de soberbia, no nos hacemos dueños de los resultados de nuestros descuidos, sin aceptar nuestra responsabilidad en ellos.

Y cada paso que damos en la vida es lo mismo. Cuando estamos desempleados rogamos por un trabajo -no importa cuál, pedimos en nuestra desesperación- pero cuando ya lo hemos obtenido y nos sentimos seguros, dejamos de cumplir con entusiasmo y profesionalismo las responsabilidades que tenemos asignadas, haciendo nada más lo que dice nuestra hoja de descripción de puesto, atenidos a la letra muerta, sin buscar el crecimiento hacia adentro y hacia afuera de nosotros mismos.

Y si es en nuestra vida de pareja, vamos cantando la misma canción. Damos por hecho y por sentado que desde el momento en que ambos hicimos patente nuestro amor, ya nada más era necesario, olvidándonos de ser atentos, corteses, interesados en las actividades del otro, en su bienestar y en su crecimiento; el egoísmo y el acomodamiento van comiéndose las bases de la relación y un día, sin más ni más, nos encontramos enfrentados a la persona que amamos -o que solíamos amar- para descubrir que no podemos tolerar vivir ni un minuto más en su compañía... pero al vernos al espejo sabemos muy bien, allá dentro de nuestra soberbia, que ese rostro refleja al responsable de la mitad de la misma actitud sobrada de siempre.

Y como nuestra vida es una cadena, si nosotros individuos no estamos haciendo las cosas bien tampoco las haremos en nuestra familia o en nuestra comunidad, mucho menos estaremos preocupados o, mejor, ocupados en hacerlas mejor para nuestros países. De esa cuenta, el deterioro de los cuadros políticos nos mueven a protestar pero no a participar; la impunidad nos irrita, pero no somos capaces de denunciar un hecho de corrupción; despotricamos en contra del desorden y la suciedad de nuestras ciudades, pero nos "hacemos los locos" cuando vemos a cualquier persona tirar basura en la calle o, incluso, nosotros mismos lo hacemos ya sin siquiera disimular nuestro desapego por el orden.

Nunca he sido partidaria de no votar. Creo sinceramente que sí es nuestra responsabilidad acudir a las urnas electorales y decir allí, con todo el derecho y la obligación -ambas- de ciudadanos, lo que deseamos para nuestro país. No importa si votamos en Uruguay, en Guatemala o el Zimbawe, no podemos exigir nada a nadie si no hacemos lo que consideramos correcto u oportuno para conseguir mejoras.

Y si no existe una opción digna o que sea la que pretendemos, estará en nosotros empezar a trabajar para ir propiciando los cambios, cada cual desde su espacio y su lugar. Haciendo bien nuestro trabajo, a conciencia, con entusiasmo y profesionalismo, no importa si barremos la calle o si hacemos cirugías en el alma ya que tener un diploma no es garantía de este profesionalismo, sino la entrega a la rectitud, la honradez y a la eficiencia con que desarrollemos nuestras actividades.

En fin, retomando el hilo del inicio, será una pena no poder ver a Italia y a Alemania en esta Eurocopa. Pero, seguramente, los que ocuparán esos puestos harán su mejor papel para brindarnos un excelente espectáculo... o al menos, ¡eso es lo que esperamos!

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