jueves, junio 24, 2004

SOY HEMBRA

Soy hembra. Soy una mujer. Y soy madre. Pero antes de serlo, soy un ser humano. Como es un ser humano el hombre que amo. O mi hija. O lo fue mi padre.

Con sueños, ansias, deseos. Todos asumiendo nuestras responsabilidades, enfrentando nuestros retos, buscando nuestra autorrealización. No importa si somos mujeres o si son hombres, todos tenemos un rol que cumplir en nuestras vidas. Y somos dueños de nuestras decisiones para cumplir con esto. Nos fueron dados instrumentos para lograrlo: inteligencia y cuerpo.

Yo, como mujer, amando a un hombre, alguna vez soñé con tener hijos... cuando estuviera preparada para ello. Eso significó planificar mi maternidad a mi propio tiempo, de acuerdo con las posibilidades económicas del momento y hasta que no encontramos las condiciones ideales, nuestra sexualidad fue vivida como tal, sin relacionarla con la descendencia.

Fue una decisión mía, antes que de nadie más. Teniendo que trabajar para vivir, para crecer y desarrollarme, la idea de traer al mundo a un ser que dependiera de mí y a quien debiera guiar en la vida, me hacía terriblemente difícil dar el paso. Cuando me decidí a ser madre, mis temores y barreras se habían vencido por la madurez y el paso fue dado con cordura y seguridad.

Sin embargo, me pregunto, ¿y si hubiera engendrado a mi hija en otras circunstancias, en otras condiciones, en diferente momento? ¿Si no hubiera amado al padre, si me hubiera tenido que enfrentar a una violación o si, habiendo estado embarazada, alguna circunstancia médica hubiera puesto en peligro mi vida y hubiera corrido el riesgo de dejar en la orfandad a otros hijos? ¿O que alguien, un perfecto desconocido, me hubiera obligado a mantener un estado de gestación no deseado, peligroso o nocivo para mi salud física o mental? ¿O que, habiendo decidido no traer hijos al mundo, una ley religiosa me hubiera "condenado" porque más vale morir de hambre -madre e hijos- que vivir decorosamente o salvar la vida? ¿O dar a luz a un ser congénitamente enfermo, producto de un incesto, una violación o un estupro?

Sé muy bien lo que yo habría dicho o pensado. Sé muy bien lo que habría sentido. Porque yo soy dueña de mi vida, de mi cuerpo y de mi pensamiento. Y por esa misma claridad de vida, jamás habría aceptado la injerencia de nadie en ese tipo de decisiones. Pero, lamentablemente, no todas las mujeres actuamos, pensamos o sentimos igual. No todas somos fuertes para defender nuestra posición o para hacer valer nuestro criterio. Muchas, muchas más de lo que nos imaginamos, son obligadas a vivir una vida que no desean, teniendo que asumir una unión que no quieren, una maternidad forzada o esconder un agravio a su intimidad y a su propia vida.

Las religiones, con su enorme poder y brazos larguísimos, todas manteniendo reglamentos inventados hace siglos, han influenciado a los Estados para legislar sobre las vidas Y LOS CUERPOS de las mujeres, con mentalidad masculina, con ojos de hombre, SIN PREGUNTARNOS, sin tomar en cuenta nuestros sentimientos, ni nuestros deseos, ni nuestros temores y realidades. Ningún hombre ha experimentado -ni lo hará jamás- el proceso de la gestación y todo lo que implica. Y eso mismo debería ser suficiente para no tomar decisiones sobre ello. Es como si nosotras tomáramos decisiones o legisláramos sobre la conveniencia o no de cómo deben usar sus penes.

Somos mujeres y, algunas, decidimos ser madres. Pero la condición de hembra no tiene nada qué ver con la maternidad. Es una circunstancia totalmente aparte. Es verdad, sí, que por ella, en ocasiones, llegamos a la otra. Pero no son sinónimos. Podemos y debemos gozar de nuestra condición de hembras, sin que nadie ¡mucho menos un hombre! nos diga cuándo, por qué y cómo ser madres.

Como nosotras no les decimos cómo ser hombres... aunque a veces lo sepamos mejor que ellos.

No hay comentarios.: