viernes, junio 11, 2004

La geografía, ¿es una ciencia o un invento?

Hace ya algunos años, vi una película con Jack Lemon llamada Missing. Recuerdo que era acerca de una historia real, en la que un joven norteamericano había sido desaparecido por el ejército chileno durante los momentos posteriores a la caída de Allende y que su familia -su esposa (Sissy Spacek) y su padre (Jack Lemon)- llegaban a Chile para buscarlo... seguros de encontrarlo. No tengo muy claro en mis recuerdos más datos de la película, salvo esto: la incredulidad del personaje interpretado por Jack Lemon, cuando descubre que su hijo, ¡norteamericano!, había sido secuestrado, probablemente torturado y, por último, asesinado.

Algunos años después volví a ver esa misma incredulidad en unos turistas norteamericanos que visitaron el interior de mi país y fueron asaltados; la incredulidad no era por los objetos extraídos, sino por habérselos robado a ellos, ciudadanos de los EE.UU. La reacción de ellos y del personaje del consulado -del que no recuerdo el nombre- fueron claros en ese sentido.

Sin ir muy lejos, esa misma especie de prepotencia que recuerdo en esos dos casos en particular, es la misma que se puede percibir en muchos programas de tv, libros, películas, conversaciones cuando se refieren a los países latinos. Y nosotros, los latinoamericanos, con nuestra actitud apocada frente a estos actos, haciéndonos cargo de nuestra falta de autoestima y total ausencia de orgullo por nuestras raíces y nacionalidades, no hacemos más que echar leña al fuego de su vanidad y a la ignorancia acerca de nosotros -como comunidades ricas en tradiciones, costumbres, valores- y de nuestra realidad.

Hoy estuve de visita en varios sitios en la red, todos con el mismo tema en común: la página 76 del "DIDÁCTICO" libro norteamericano "Introducción a la Geografía", del autor David Norman, utilizado en Junior High School (equivalente al 6° grado de la primaria).

En el éxtasis -o colmo- de la vanidad, en la cúspide de la abusivez y la falta de respeto a la soberanía de las naciones sudamericanas involucradas, este "profesor" ha escrito en este libro -que utiliza para enseñar, formar y abrir las mentes de pequeños norteamericanos- una de las mentiras más grandes que he conocido en muchos años: "Desde mediados de los años 80 la más importante floresta del mundo pasó a ser responsabilidad de los Estados Unidos y de las Naciones Unidas". Y aún hay más: "Es parte de ocho países, diferentes y extraños, los cuales, en su mayoría, son reinos de la violencia, el tráfico de drogas, de la ignorancia, y de un pueblo sin inteligencia y primitivo".

Por supuesto, los niños que "aprenden" de este tipo de textos, con esta clase de maestros, no son los culpables de nada. Si mañana, siendo adultos, llegan a juntar valor para visitar uno de nuestros países "diferentes y extraños, reinos de violencia" y sumado a su idea de lo que encontrarán tratan con gente que reniega de su raíz, se vende por una "green card", mata por pasar la frontera y hacerse "del sueño americano", pues el cuadro se ha completado.

Es interesante la experiencia de Québec, cuando inició su reencuentro con sus raíces. Como primer paso, hicieron valer su idioma -escrito y hablado- y cualquiera que desee hacer negocios en su territorio debe presentar sus productos o servicios en francés y, si lo desea, también en inglés. Es una sociedad que ha crecido y se ha desarrollado en los últimos 40 años, habiendo encontrado en ella misma la receta para hacerlo. Recobraron la autoestima, se quitaron de encima los complejos de inferioridad y se han mostrado al mundo con toda su riqueza cultural, que han transferido al deseo de hacer de Québec, pronto, una nación independiente, autosuficiente y totalmente desarrollada y con miras a ser parte del primer mundo.

¿Será que alguna vez nosotros, los latinos, encontraremos la manera de sentirnos orgullosos de lo que somos? ¿Que exigiremos respeto hacia nuestros territorios, nuestra historia, nuestras costumbres, nuestro idioma? Hay un largo camino por recorrer. Y encontraremos muchos traidores y vendidos a lo foráneo, aquellos que antes de aceptarse oriundos de su propio terruño, sacan el árbol genealógico para buscar a aquel que llegó de lejos, para engendrar su descendencia en América -en la América total, la que empieza en un polo y termina en el otro- buscando crecer con libertad y riqueza, sin saber que sus hijos y nietos renegarían de la mezcla que él buscó y disfrutó hasta tomar la decisión de no volverse de donde llegó.

Volviendo al libro, no tengo idea de lo que podríamos o deberíamos hacer los latinoamericanos con este caso para evitar que se siga enseñando tan grande mentira. Sí sé lo que deberíamos hacer, cada día al levantarnos y vernos al espejo: sentirnos felices y orgullosos de vivir en esta tierra maravillosa al sur del Río Bravo y vivir nuestras vidas de acuerdo con ello.

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